jueves, 7 de septiembre de 2023

MES DE LA DIVINA PASTORA – DÍA SÉPTIMO

Tomado de La Divina Pastora, o sea El rebaño del Buen Pastor Jesucristo guiado, custodiado y apacentado por su divina Madre María Santísima, escrito por fray Fermín de Alcaraz (en el siglo Fermín Sánchez Artesero) OFM Cap., Misionero Apostólico, e impreso en Madrid por don Leonardo Núñez en 1831, con aprobación eclesiástica. Por cada Consideración, Afecto y Oración hay concedidos 280 días de Indulgencia por el Nuncio Apostólico, el Arzobispo de Santiago de Compostela y otros Prelados.
 
DÍA SÉPTIMO
«Nigra sum, sed formósa, fíliæ Jerúsalem. Introdúxit me Rex in cellária sua» Cánt., cap. 1, v. 3, 4. Soy morena, hijas de Jerusalén, pero soy bien parecida; por lo tanto me amó el Rey, y me introdujo en su gabinete elevándome a Esposa suya.
  
En este día vemos a nuestra Divina Pastora elevada hasta el trono de la Santísima Trinidad, formando con las tres Divinas Personas como una sola familia, sobre lo cual,
1º Considera primero, que es cosa muy común el que las Pastoras tengan el color moreno y denegrido; y esto tanto más, cuanto sea fina y delicada la tez de sus rostros, porque pastoreando sus ganados en el campo, el sol, el aire y las intemperies, obscurecen el color sonroseado de su juventud; pero esto lejos de hacerlas desagradables a la vista, las da cierto realce, que las hace más graciosas, y de figura más interesante. Así cabalmente lo dice de sí misma esta Santísima Pastora en los Cantares. «Soy morena, es verdad, pero soy bien parecida, y hermosa como las tiendas del Cedar, y como los pabellones de Salomón: no repareis, pues, en que soy morena, porque esto dimana de que los ardores del sol cogidos al guardar mis ganados en el campo, han obscurecido mi color» (Cant. 1, v. 5). Considera que es tan hermosa esta Pastora Divina, que en medio de su color moreno, reúne en todo su virginal cuerpo toda la hermosura de que es capaz la naturaleza; y así para explicarla y analizarla, serían necesarios nuevos vocablos y un lenguaje todo divino. Esta hermosura consiste en la admirable armonía de su complexión: en la disposición y conveniencia sin igual de sus virginales miembros: en la celestial consonancia de su modestia, de su honestidad, de su mansedumbre, y de todo el cúmulo de virtudes que adornan su bendita alma, las cuales siempre redundan maravillosamente en el cuerpo, y consiste por último en que el fuego del amor divino que abrasaba su espíritu, y el candor de su mente ilustrada por el Espíritu Santo, relucen en su semblante, de forma que mostrándose éste Angelical, se difunde en todo el cuerpo una hermosura toda celestial y divina. Desde la planta del pie, dice San Dionisio, hasta lo sumo de su cabeza, nada hubo en esta Virgen indecente, indecoroso o reprensible, ni en su cuerpo ni en su alma (San Dionisio, De las alabanzas a la Virgen, lib. 1, art. 35); antes bien, toda ella fue formada por el cincel Divino con sabiduría infinita, dejando a su cuerpo exento de toda superfluidad, libre de toda imperfección, y colmado de toda hermosura. La caridad informó su Corazón; la prudencia tomó asiento en su cabeza: el pudor cubre su frente: la afabilidad se destila por sus labios: la honestidad resplandece en sus mejillas: la pureza se descubre en sus inocentes manos y toda la hermosura de los cielos abunda, y se manifiesta en la gentileza y garbo con que se vé sentada en un peñasco a la sombra de un frondoso árbol, acariciando sus corderos, mientras que descansa de las fatigas de su empleo pastoril. ¡Ah, bendita seas, hermosa, inocente y Divina Pastora!
  
AFECTOS
A la presencia de mi hermosísima Pastora, son cosa vil todas las herosuras de la tierra que tantas veces han cautivado mi corazón. Ella es más apacible que el sol, más refulgente que las estrellas, más dulce que la miel, mas suave que el bálsamo, más rubia que las rosas, mas cándida que los lirios, hermosa sobre toda hermosura, y graciosa sobre toda honestidad. Así como el cuerpo de Jesucristo, formado por virtud Divina, fue el más perfecto y hermoso sobre los hijos de los hombres (Ps. 44, v. 3), así tambien el cuerpo de esta admirable Pastora, formado inmediatamente para la Encarnación del Verbo Eterno, fue el más perfecto que pudo fabricar la naturaleza. ¡Ah, qué bondad! ¡Qué amor tan industrioso el de mi Dios, cuando me da una Pastora, cuya hermosura sea capaz de cautivar los afectos de mi corazón, para desviarlos de los afectos terrenos que tantas veces me han hecho delincuente!, porque ¿cómo es posible que haya quien pare su atención en las hermosuras de la tierra, teniendo a su vista una Pastora tan divinamente graciosa? Cuán agraciada, y hermosa eres, ¡oh Pastora Santísima!, como la azucena entre las espinas, así te distingues entre las hijas de Adán (Cant., c. 2, v. 2). Tus mejillas son encarnadas como la grana, y graciosas como de tórtola: tu cuello como si estuviera adornado de collares de perlas (Ibid, cap. 1, v. 9): como de paloma son vivos y brillantes tus ojos: tus cabellos dorados, y finos como el pelo de las cabras, que vienen del monte de Galaad (Ibid., c. 4, v. 1, 2, 3, 4); tus dientes blancos y unidos como hatos de ovejas acabadas de lavar: tus labios como escarlata: tu hablar dulce y sonoro: tu cuello recto, y airoso, como la torre de David ceñida de baluartes: toda eres hermosa, y en ti no hay defecto alguno (Ibid., v. 7). ¡Ah! manifiéstame halagüeño ese tu hermoso rostro: suene en mis oidos tu dulce voz, porque es tanta la virtud de tu presencia, que infundes en los que te miran la gracia de pureza y de virginidad: es tanta la dulzura de tu voz, que das con ella vida a los muertos, y salud a los pecadores. Sí, Pastora Santísima, a mi alma le es bastante para su bien el que resuene en ella tu voz.
   
2º Considera lo segundo, que siendo tanta, y tan admirable la hermosura de esta nuestra Madre Pastora, ya no es extraño que mirándola el casto Esposo sentada a la sombra que tanto habia deseado de aquel árbol, cuyo fruto era dulce a su paladar (Cant., c. 6, v. 2, 3), quedase cautivado de su garbo, y herido como con una flecha de su casto y divino amor; y que a sola mirada de esta Virgen Pastora, quedase preso con las trenzas que cuelgan de su cuello (Ibid., c. 4, v. 9), y por esto entrase la Santísima Trinidad, como en una especie de consejo, para elevar hasta su mismo gabinete o habitación a esta singular criatura, como escribiéndola en el número de esta individua familia. La Santísima Trinidad, dice San Bernardo, santificó a María, la preparó y adornó para casa suya (San Bernardo, Sermón sobre Missus est). La Sabiduría eterna edificó para sí misma esta casa (Prov.  c. 9), porque en cualquier casa, dice San Ambrosio, es notable la falta de la mujer (San Ambrosio, Sobre el Hexámeron). Admirate pues, ¡oh alma mia!, de la elevación de esta purísima criatura, que sublimada hasta ser de la familia de la Santísima Trinidad, es como ejemplar del gobierno de esta celestial casa. En ella resplandecen las tres Divinas Personas; y en su pureza, como en un espejo cristalino, pueden verse el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo (Revelaciones de Santa Brígida, cap. 42). Es tanta su grandeza, que mirando el rayo de la divina perfeccion, ninguna criatura humana puede imaginársela mayor (Ibid.). ¿Qué extraño, pues, que si la Santísima Trinidad la introdujo en su propia casa para el gobierno de ella, disponga de sus riquezas con la autoridad de Madre, con la libertad de Hija, y con los derechos de Esposa? Por esto dice San Agustín: «Si la llamo forma de Dios, la hallo digna de esta alabanza, porque como en cera blanda se imprimió el sello de las perfecciones divinas, y la forma exactísima de la divinidad» (San Agustín, Tratado de la Asunción, tomo 10); aunque con la distincion, de que las perfecciones de Dios son infinitas, y de incorruptible e indestructible forma, y las de nuestra Pastora son copiadas en cera expuesta por naturaleza a la mutacion y corrupcion. Como familiar de la casa de Dios, se la dio la aptitud necesaria para entender en el gobierno místico de ella, y por esto nos recuerda eficazmente los preceptos de Dios: ve con paciencia nuestros descuidos; y cuando por ellos debemos de ser castigados, intercede poderosamente para mitigar la ira del Padre airado, y de aquí dimana el que miremos con suma benevolencia a esta nuestra dulce Madre, recibamos alegres sus mandatos, y los ejecutemos prontamente, y así se verifica, que María es nuestra diligente Pastora que nos apacienta con cariño, y nosotros sus fieles ovejas que la seguimos obedientes. 
  
AFECTOS
¡Bendita seas para siempre, oh Santísima Trinidad! Dios Padre, que esforzando tu omnipotencia, acumulasteis tantos dones celestiales en esta hermosísima Pastora. Dios Hijo, que formasteis en ella para ti mismo la Madre más pura, más santa, y más graciosa que pudo haber en lo humano. Dios Espíritu Santo, que a su hermosura corporal la disteis un realce todo divino, infundiendo en su bendita alma las gracias suficientes para que fuese tu digno asiento y tabernáculo. Alabado seais, bendito, y mil veces glorificado, ¡Dios mío!, porque de mi propia naturaleza, siendo apestada, vil y corruptible, formasteis para Vos una Madre digna de vuestra Soberana Majestad; y para mí una Pastora a quien por tanta hermosura de alma, y cuerpo, me es de suma honra y gloria el servir. Ella robó vuestro corazón, y por esto la elevastes hasta introducirla bajo del solio mismo de vuestra gloria. ¡Ah, qué podré yo temer, si mi Madre Pastora es la que dispensa las riquezas del Omnipotente!
   
¡Bendita seas, Pastora Divina! Bendita y alabada sobre los Patriarcas, a quienes aventajas en la fe: sobre los Profetas, a quienes excedes en sabiduría: sobre los Apóstoles, a quienes superas en celo: sobre los Mártires, Confesores, y Vírgenes, porque todos juntos no pueden igualarte en paciencia, en humildad, ni en pureza: bendita sobre todas las criaturas, a quienes aventajas en hermosura de alma y cuerpo, por cuya razón mereces que todas te sirvan y te obsequien. Salid, pues, todas las ovejas y corderitos que formáis el rebaño de esta singular Pastora, y ved la corona de honor y de hermosura con que el Rey eterno de la gloria adornó a su propia Madre en el día en que quedó colmado de júbilo su Corazón, cuando se vio colocada en el gabinete del Dios Altísimo (Cant., cap. 3, v. 11).
  
ORACIÓN
Dios excelso, grande y omnipotente en todas tus obras, que para adornar y hermosear a esta Señora, que destinabas para Madre del Verbo y Pastora de nuestras almas, quisisteis reunir todas las gracias y hermosura distribuidas en todas tus criaturas, presentando así al mundo este milagro de toda gracia y virtud, propio de tu mano Omnipotente, infundid en mi corazón un casto y santo amor a esta hermosa Pastora, el cual cautive todos mis afectos, y los purifique de todo amor profano, para que ya mi voluntad no se aficione a las hermosuras caducas y perecederas de la tierra, que tantas veces me han arrastrado por el cieno de mis torpes deseos; antes bien, las repute desde hoy por tierra y polvo, como en efecto lo son: y pues tan singular hermosura cautivó tu Corazón con tanta fuerza que elevásteis a esta Pastora a que formase una misma familia con tu adorable Trinidad, haced que la hermosura de mi alma me haga digno de habitar con los espíritus puros y refulgentes, en la celestial patria donde no entrará nada manchado, y en donde vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
   
Se reza un Padre nuestro, cinco Ave Marías, y un Gloria Patri.

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