Los Heraldos del Evangelio (conocidos
en Hispanoamérica como Caballeros de la Virgen) en España enfrentan un
nuevo capítulo de controversia: Resulta que ellos tienen previsto
construir una de sus casas en Sevilla la Nueva, un pueblo de poco más de
9.300 habitantes a 40 km al suroeste de la Villa y Corte de Madrid. El
complejo, sito en la finca “Los Alcores” (que compraron a los herederos
del ex-diputado y ministro socialista de Economía y Hacienda Miguel
Boyer Salvador, y por la cual hay una hipoteca de 1,9 millones de
euros), incluirá la iglesia “Nuestra Señora de la Resurrección” (cuya
primera piedra fue “bendecida” el 23 de Mayo de 2018 por Ginés Ramón
García Beltrán, obispo de Getafe, y el peruano Salvador
José Miguel Piñeiro García-Calderón, arzobispo de Ayacucho, en
ceremonia que también contó con el alcalde y la primera teniente de alcalde, los populares Asensio Martínez Agraz y María del Carmen Chueca Cabello)
capaz de acoger 500 personas, de 20 metros de altura y con dos torres
de 70 metros; un monasterio de 5.000 m²; un colegio de 1.500m²; una
hospedería de 1.600m²; además de vestuarios para la piscina y 488 plazas
de estacionamiento.
Hasta
aquí, nada extraño. El pleito comienza con que el predio (ubicado en el
conjunto residencial “Los Cortijos”) y todo el municipio están enmarcados
en la Zona Especial de Conservación ‘Cuencas de los ríos Alberche y
Cofio’ y de la Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA)
‘Encinares de los ríos Alberche y Cofio’, reconocidas por la Comunidad
de Madrid, por anidar allí los últimos ejemplares de águila imperial en
la zona. Eso significa que en la zona, no se puede construir sino hasta
siete metros de altura salvo que sea de utilidad pública. Además, que en
el pleno del Ayuntamiento celebrado el 30 de Septiembre de 2021, el
proyecto fue aprobado por la mayoría absoluta del PP, con el voto favorable del único concejal de Ciudadanos, los dos votos negativos del PSOE y la no participación del concejal de Vox, pasando entonces a tramitación
administrativa-urbanística-ambiental, en espera de los siguientes
trámites y del Informe de la Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid.
Los vecinos del conjunto Los Cortijos se declararon en pie de guerra
contra el proyecto, apoyados por la concejal del PSOE Carmen Flores
Perea y los colectivos ambientalistas, temiendo que el turismo que
generaría el complejo no sólo acabe con la tranquilidad de la población
(Sevilla la Nueva es una ciudad dormitorio desde hace más de 30 años),
sino que se cause un daño ambiental irreparable. Los Heraldos intentaron tranquilizar a sus vecinos, asegurando que solo construirán lo que les permita la ley, y que irá poco a poco: «No tenemos dinero para construir todo eso, ojalá», afirmó uno de los asesores.
Por su parte, el alcalde dijo: «Empatizo con lo vecinos, comprendo su inquietud, pero desde 2001 existe una edificabilidad de 32.500 metros cuadrados en esa parcela privada y tengo que velar por la legalidad vigente. Me hubiera gustado más que se instalara una universidad, pero qué le vamos a hacer. Yo conozco los deseos de los Heraldos, que aspiran a esas torres, pero que sea la Comunidad de Madrid la que decida finalmente es una garantía medioambiental».
Como no podía faltar, medios izquierdistas como El País, La Sexta y Público
sacaron nuevamente a relucir el hecho de que los Heraldos del Evangelio
habían sido comisariados por la Congregación para los Institutos para la Vida Consagrada, que habían rechazado el comisariamiento y que habían
sido denunciados en Brasil por presuntos abusos sexuales y de poder, y recientemente se les ordenó enviar a casa a los menores que tenían en sus escuelas (hay un proceso ante la juez de Infancia de São Paulo Cristina Ribeiro Leite Balbone Costa, que ordenó cautelarmente regresar a los menores a sus casas antes de terminar el semestre, medida que los Heraldos de Brasil anunciaron apelar), cebando su morbo en los hábitos de los miembros de dicha congregación
(como quiera que el grueso de los “religiosos” conciliares desecharon sus hábitos hace más de 60 años y son apenas distinguibles de los laicos). En respuesta, la Oficina de prensa de los Heraldos en España expidió un comunicado argumentando por una parte, que las obras que tienen previsto realizar
las harán en un lugar edificable y según las normas urbanísticas vigentes, y por
la otra, que fueron aprobados por Juan Pablo II el 22 de Febrero de 2001
y que llevan trabajando en España desde 1999. Además, que llevan tres años conviviendo pacíficamente y en armonía con los vecinos de Los Cortijos.
Además,
según el comunicado de los Heraldos, «en obediencia a la Santa Sede,
han aceptado el comisariado pacíficamente» y que desde 2019 se reúnen
periódicamente con el cardenal Raimundo Damasceno Assis, el comisario,
en plena armonía (aunque cabe recordarles que en un comienzo recurrieron la medida por graves faltas canónicas); que nunca existieron las «40 denuncias» sino una sola, la
cual fue archivada (valga señalar, la única denunciante, la colombiana
María Paula Pinto
Vargas, había sido expulsada del colegio de los Heraldos por mala
conducta y bajo rendimiento académico, su historia publicada en el programa “Hoy por hoy” de Caracol Radio –propiedad del conglomerado español PRISA Radio, fuertemente alineado con el régimen del PSOE– fue desmentida por ellos
y actualmente cursa en su contra una investigación en Brasil por el
delito de Falsa
denuncia y en Colombia por los delitos de Injuria, Calumnia y Daños o
agravios a personas o cosas destinadas al culto), que llevan trabajando
con jóvenes desde más de 20 años sin ningún problema y con el permiso de
los padres de estos «incluso para hospedarse en centros de tales proyectos». Y concluyen perdonando a sus detractores, pero sin omitir responder a las «falsas acusaciones e informaciones difamatorias».
Como fuere, este es otro capítulo de la serie de la persecución que se lleva contra los Heraldos del Evangelio, después que su fundador João Scognamiglio Clá Dias se alzase con los bienes de la TFP al morir el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira en 1995 y se rindiera ante la jerarquía conciliar a cambio de las lentejas del “reconocimiento canónico” y la “comunión eclesiástica visible”.
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