Por Israel Viana para ABC (España).
CAOS, SOBORNOS Y DESESPERACIÓN: LA REPÚBLICA COMPRÓ EN SECRETO ARMAS A LOS NAZIS PARA ACABAR CON FRANCO
En su libro ‘Armas para la República’, Miguel Íñiguez Campos desvela los mercados negros internacionales a los que los republicanos tuvieron que acudir, tras el golpe de Estado de 1936, para adquirir material bélico con el que poder enfrentarse a los rebeldes con garantías durante la Guerra Civil.
Taller republicano de reparación de ametralladoras en el Frente de Somosierra, durante la Guerra Civil - Martín Santos Yubero
Lo primero que hizo
José Giral cuando formó Gobierno, el 18 de julio de 1936, fue enviar un telegrama urgente a su homólogo francés, Léon Blum:
«Nos hemos visto sorprendidos por un golpe militar peligroso. Ruego
disponga ayuda con armas y aeroplanos». Esa primera partida no era muy
grande, pero el nuevo presidente republicano la necesitaba para intentar
frenar el golpe de Estado que se estaba produciendo: 20 bombarderos
Potez con sus pilotos, mil fusiles Lebel, un millón de cartuchos y ocho
cañones de 75 milímetros.
Blum consultó con su ministro de Defensa, Édouard Daladier, que dio su aprobación cautelosa, y con su ministro del Aire, Pierre Cot, que la dio sin reservas. Todo parecía hecho. El presidente francés, incluso, llamó al embajador español, Juan Francisco de Cárdenas, que en un principio parecía estar al lado de la República.
Pronto, sin embargo, demostró que no, porque intentó ganar tiempo en favor de los rebeldes y luego acabó desertando.
Francia
no envió ni una bala, al igual que ocurrió con Gran Bretaña en los
numerosos contactos llevados a cabo por Giral y sus sucesores,
Francisco Largo Caballero y
Juan Negrín, para adquirir armamento por la vía oficial y diplomática. El mismo
Manuel Azaña advirtió que, si estas circunstancias
internacionales no cambiaban, la República no sobreviviría. «En verdad,
no hubo ni una sola reunión oficial en la que esa ayuda militar
estuviera cerca. Los británicos tenían claro desde el primer momento que
no iban a inmiscuirse en la guerra de España y que iban a seguir fieles
a su política de apaciguamiento. De hecho, son ellos quienes provocan
que Francia bascule hacia la no intervención, a pesar de su sí inicial a
vender armamento a la República», explica a ABC Miguel Í. Campos en
‘Armas para la República: contrabando y corrupción, julio de 1936 - mayo de 1937’ (Crítica).
Portada del libro
En
su libro, el autor desvela y analiza dos lagunas muy importantes en la
historiografía española: las dificultades que tuvo la Segunda República
para abastecerse de armas en los mercados internacionales y, sobre todo,
el viraje obligado que tuvo que dar por ello hacia el mercado negro.
«Los sublevados también tenían claro que debían armarse, pero ya se
habían garantizado el apoyo de Mussolini dos semanas antes del inicio de
la
Guerra Civil. Luego llegaría el de
Hitler», añade Campos.
Por las
páginas del libro se pasean infinidad de comerciantes y traficantes sin
escrúpulos, sedientos de dinero fácil, que no dudan en aprovecharse de
las necesidades acuciantes de la República, con el único objetivo de
enriquecerse en estos mercados clandestinos. También, un montón de
españoles que se esparcieron por toda la geografía europea, cuando se
cerraron los arsenales franceses, británicos y de otros Estados
democráticos, para buscar desesperadamente cualquier material bélico que
ayudara a vencer a Franco.
Campos advierte que la mayoría de
enviados republicanos no sabían de armas ni de cómo lidiar con
traficantes sin recatos morales. Algunos se dedicaron a llenarse los
bolsillos y darse una vida mejor en el exilio. Otros hicieron su agosto
pactando el cobro de comisiones con los traficantes. Por momentos, todo
este escenario podría ser el de una novela de John Le Carre, pero no hay
un ápice de ficción en esta historia.
«Este contrabando fue
totalmente improvisado, sin organización. Los diferentes partidos,
sindicatos y regiones de España se hicieron la competencia entre sí y, a
su vez, compitieron con el Gobierno. En el libro hay ejemplos dignos de
las mejores obras de espías. También hubo mucho estafador que se hizo
de oro a costa de las necesidades de una República que teóricamente
defendía. Se pueden extrapolar ciertos comportamientos entre este
contrabando en la Guerra Civil y la búsqueda de mascarillas al inicio de
la pandemia», asegura.
Negocios con el Reich
Paralelamente,
barcos alemanes e italianos, con el material de guerra más moderno,
piezas de repuesto, técnicos, instructores y una cantidad ingente de
combustible, llegaban a los puertos franquistas, pero los republicanos
estaban tan desesperados que no dudaron en acudir a los nazis para
intentar comprarles el material en secreto. «Realmente no fue tan
descabellado. Alemania había sido suministrador del Ejército español
durante las décadas previas. En un momento en el que los gobiernos
presuntamente amigos le dejan sin poder comprar armamentos, ¿por qué no
probar suerte en las puertas alemanas? De hecho, aunque oficialmente
Alemania le dijo que no a la República, de manera clandestina sí le
vendió cierto tipo de armamento. Detrás de la operación estaba el futuro
vicecanciller del Tercer Reich,
Hermann Göring».
El teniente coronel Luis Riaño, por
ejemplo, aterrizó en Berlín el 6 de agosto de 1936 como enviado de la
República. Allí se reunió con varios funcionarios nazis a los que
solicitó bombarderos, cazas, armas y bombas. Dijo que su Gobierno podía
pagar en oro si lo deseaban. En un principio, rechazaron «con pesar» de
cara a la galería. No podían apoyar a Franco y armar al enemigo.
Göring,
sin embargo, pensó que con el Tesoro español podría impulsar su propio
rearme. El líder nazi se apoyó en traficantes de confianza, que hicieron
de intermediarios entre la República y Grecia, cuyo dictador fascista
Ioannis Metaxás autorizó dicha venta y fabricó armas en su
país con maquinaria, acero y técnicas alemanas. Se contabilizaron hasta
18 navíos, aunque solo dos alcanzaran los puertos españoles. Por
ejemplo, el Kimon, que transportó 220 toneladas de cartuchos de fusil,
120 de ametralladora y 100 de obuses.
Al final, nada de este
contrabando clandestino sirvió de nada, y eso que no se detuvo con la
llegada de la ayuda soviética en mayo de 1937. «Es difícil, aunque no
imposible, conocer la cantidad de dinero que la República movió en este
mercado negro, porque se operó con francos franceses, francos belgas,
libras, coronas suecas, coronas checas, marcos alemanes, pesetas y oro,
entre otras monedas», subraya el historiador.
Igualito a lo q ue esta pasando con Ucrania. Le están enviando armas a los ucros caducas, viejas y sin efecto pero cobradas a precio de oro
ResponderEliminarMenudo encarte el que les espera a Ucrania, sabiendo además que los nazis del Regimiento Azov se rindieron ante las tropas rusas y las de la República Popular de Donetsk, y les aguarda la justicia por crímenes de guerra (además que el Tribunal Supremo de Rusia está estudiando declararlos organización terrorista).
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