lunes, 2 de mayo de 2022

COLOMBIA, SOMETIDA A LA UNIÓN EUROPEA

Por el Círculo Gaspar de Rodas (Medellín, Colombia) para PERIÓDICO LA ESPERANZA.
   

La Unión Europea (UE) es una de las organizaciones internacionales más importantes del mundo. Aunque en ocasiones pareciera estar subordinada a la OTAN, el reciente mandato del presidente Donald Trump confirmó que la vieja Europa puede sacar sus garras ante el líder del mundo libre. Sin embargo, la agenda de Bruselas no se limita a combatir a los líderes no progresistas, sino que se dedica constantemente a inmiscuirse en los asuntos de Colombia.
    
Meses atrás, desde el Círculo Gaspar de Rodas de Medellín publicamos un artículo sobre la crisis agrícola que atravesaba el país. Infortunadamente, aquellos que lamentaban el precario estado de nuestros campesinos paperos imploran hoy la ayuda de la UE y los organismos internacionales en medio de las protestas. ¿Olvidaron acaso que el TLC entre Colombia y Europa nos inundó de papas congeladas cultivadas en Bélgica, Países Bajos y Alemania?
     
No debe extrañar a los tradicionalistas la aparente hipocresía de la izquierda colombiana, pues pese a denunciar constantemente la intervención extranjera, no ocultan su amor por el primer mundo. Así, el Proceso de Paz entre el Estado colombiano y las FARC fue vendido como maná, el primer paso para parecernos a Europa y lograr una sociedad justa. Pero desde Bruselas, poco importa la impunidad de los terroristas asesinos si esa impunidad tiene enfoque de género.
    
A decir verdad, la lista sería interminable si se analizan los vínculos de cada funcionario colombiano con la UE, pero basta un recorrido por sus currículos para darse una idea. Y es en la educación donde creemos que se dará la próxima jugada, pues de llegar un líder progresista al poder, serían muchas las becas ofrecidas para que nuestros jóvenes infecten sus mentes —aún más— con la modernidad líquida.
    
El Tratado de Paz solo fue un pequeño paso en su proyecto; poco a poco, Colombia perderá su soberanía, empezando tal vez con una reforma —supervisada claro está— de sus fuerzas armadas. Aunque para ellos éstas son solo peones, mercenarios que pueden desechar. Por eso no les importa mandarlos a atacar civiles; al fin y al cabo, no serán ellos los reformados.
   
En noviembre de 2020 publicamos un artículo sobre la crisis agrícola que estaba viviendo Colombia. En aquel entonces el costo de un bulto de papas estaba por los suelos, con un valor aproximado de veinte mil pesos vendiéndose incluso por diez mil pesos. Hoy, en febrero de 2022, un bulto de papa cuesta aproximadamente ciento ochenta mil pesos; esto es, casi diez veces su valor anterior. Este hecho, por supuesto, no trajo consigo un periodo de bonanza económica para el campesinado colombiano, sino un duro golpe para las clases medias y bajas.
    
Sin profundizar en las teorías económicas, es posible afirmar que tanto el alza como la baja en los precios son una mala señal. Precios muy bajos perjudican a los campesinos, precios muy altos impiden la adquisición de bienes; pero, ¿a qué se debe que los precios de la papa sean inestables? La respuesta la dimos ya en 2020 y la reiteramos en 2021 cuando denunciamos la importación de papas congeladas provenientes de Bélgica, Países Bajos y Alemania.
    
Hoy, Colombia se prepara para sus elecciones presidenciales y legislativas. Y el único partido que en su momento se opuso al TLC y a la entrada de Colombia a la OCDE, el socialista MOIR, ha capitulado ante personajes abiertamente liberales en lo económico como Alejandro Gaviria o Juan Manuel Galán. Por su parte, los europeos que tanto admiran los progresistas colombianos no tienen ninguna intención de cambiar su política económica; después de todo, están ocupados luchando contra la ultraderecha y los delitos de odio.
    
Desde el Círculo Gaspar de Rodas seguiremos reafirmando nuestra postura contra el libre comercio. Gane quien gane las próximas elecciones, la crisis agrícola solo se agravará, y desde los Andes no podemos confiar ni en Bruselas ni en Washington. Solo una política económica amparada en la Doctrina Social de la Iglesia y la Tradición puede poner fin a las muchas crisis que se avecinan.
    
No sobra aclarar que hay muchas falsas curas al sistema liberal capitalista, como ya denunciaba Hilaire Belloc. Ingenuas propuestas que intentan reconciliar la producción en masa o una sociedad basada en el capital —entendido como potencia social y no como papel moneda— con la doctrina católica.
   
El camino a elegir no es uno donde Colombia ocupe el lugar de Bélgica e importe productos agrícolas a todo el mundo. Porque la justicia social que defiende la DSI no consiste en maximizar el beneficio, sino en verdadera justicia cristiana. Y no puede existir justicia si elegimos ocupar el lugar del globalismo.

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