Rescatado de CATÓLICOS ALERTA - PRIMERA ÉPOCA.
Los fieles adheridos a la Tradición están familiarizados con el Exorcismo contra Satanás y los Ángeles apóstatas publicado por orden de Su Santidad León XIII. Hoy lo deben recitar más que nunca, mejor dicho: REZARLO. Serán, como lo fui yo, confirmados en esta práctica y divinamente consolados, volviendo a la fuente y a la Verdad.
En efecto, el texto actualmente difundido, por una parte y el texto original publicado por orden de León XIII en 1903, último año de su Pontificado por otra, difieren entre ellos. Esta diferencia concierne a la “Súplica a San Miguel” y no al exorcismo precedido por ella. Consiste 1.º en algunas inversiones (en el orden de las plegarias) y 2.º, en las omisiones. Siendo el primer punto sin importancia, vamos a considerar el segundo. La diferencia, por omisión, entre los dos textos, puede ser, como tantas cosas, considerada desde dos puntos de vista: materialiter en cuanto al hecho, formaliter, en cuanto a la significación.
I. El hecho de la omisión
Este hecho manifiesta, para cualquiera que considere los documentos, lo siguiente. La Súplica a San Miguel (que precede al Exorcismo), publicado bajo León XIII gloriosamente reinante consta de
1) en la “Oración”, la mención de San José esposo de María;
2) en el texto, una descripción precisa de la situación en la que se encuentra la Iglesia. Ahora bien, en las ediciones ulteriores, ambas cosas son omitidas.
A este hecho, objeto de una evidente comprobación, se relacionará el examen de las causas que han contribuido a producirlo inmediatamente. San Pío X ¿tuvo conocimiento de estas omisiones? Si NO ¿hasta qué punto era dueño y señor (maestro) en el Vaticano? Si SI, ¿lo quiso o soportó? Si lo quiso ¿con qué fin? No examinaremos estas múltiples preguntas. Lo consideraremos como como un hecho objetivo, que como tal, está integrado en el orden providencial.
II. La significación de la omisión
Dejamos de lado, como acabamos de decirlo, esta significación como la concibieron los que llevaron a cabo la omisión. Consideraremos la omisión como se presenta OBJETIVAMENTE. De hecho ha ocultado provisoriamente el “hecho eclesial” constituido por el acto de León XIII. Examinar el significado de la omisión requiere, previamente, poner a la luz este “hecho eclesial” y luego ver su alcance.
1) La promulgación del Exorcismo constituye un hecho eclesial (hecho eclesial es, por definición, un suceso que se produce en la Iglesia y que se refiere a toda la Iglesia en su conjunto)
Este “hecho eclesial” es ahora solamente lo que es, como tal, evidente.
Ya que ahora es manifiesto que: «Ahí donde fue instituida la sede del bienaventurado Pedro y la cátedra de la Verdad, allí (enemigos muy astutos) han posado el trono de su abominación en la impiedad». Es manifiesto ahora, que lo que ha podido parecer para Rampolla un fin fallado, y para los fieles en 1900 un pesimismo entenebrecido, es la REALIDAD. Está claro, entonces, que León XIII fue divinamente inspirado.
Esto se confirma por el relato adjunto. (Ver: La visión de S. S. León XIII).
Lo que León XIII percibió el 13 de octubre de 1884 y que ciertamente pudo desconcertarlo, es lo que ya se estaba produciendo de más en más, y que ahora es la más absoluta REALIDAD. Esta percepción provocó inmediatamente en el Pastor Supremo, una viva reacción de defensa, que se tradujo en acto, concretamente en la prescripción de la oración a San Miguel Arcángel luego de cada Misa rezada y en la promulgación del Exorcismo contra satanás y los ángeles apóstatas. Era conveniente que el contenido de esta percepción fuera esclarecido en la Súplica a San Miguel, como argumento apremiante, a fin de conjurar al Arcángel para obrar en el medio.
Tal es el "hecho eclesial", objetiva y providencialmente concomitante a la promulgación del Exorcismo por León XIII.
El Vicario de Jesucristo discernió cual era y cual iba a devenir de más en más la situación de la Iglesia, y dio, para el bien de la misma, las órdenes pertinentes, motivadas por esta iluminación profética.
2) El alcance del hecho eclesial concomitante a la promulgación del Exorcismo.
En efecto, el texto actualmente difundido, por una parte y el texto original publicado por orden de León XIII en 1903, último año de su Pontificado por otra, difieren entre ellos. Esta diferencia concierne a la “Súplica a San Miguel” y no al exorcismo precedido por ella. Consiste 1.º en algunas inversiones (en el orden de las plegarias) y 2.º, en las omisiones. Siendo el primer punto sin importancia, vamos a considerar el segundo. La diferencia, por omisión, entre los dos textos, puede ser, como tantas cosas, considerada desde dos puntos de vista: materialiter en cuanto al hecho, formaliter, en cuanto a la significación.
I. El hecho de la omisión
Este hecho manifiesta, para cualquiera que considere los documentos, lo siguiente. La Súplica a San Miguel (que precede al Exorcismo), publicado bajo León XIII gloriosamente reinante consta de
1) en la “Oración”, la mención de San José esposo de María;
2) en el texto, una descripción precisa de la situación en la que se encuentra la Iglesia. Ahora bien, en las ediciones ulteriores, ambas cosas son omitidas.
A este hecho, objeto de una evidente comprobación, se relacionará el examen de las causas que han contribuido a producirlo inmediatamente. San Pío X ¿tuvo conocimiento de estas omisiones? Si NO ¿hasta qué punto era dueño y señor (maestro) en el Vaticano? Si SI, ¿lo quiso o soportó? Si lo quiso ¿con qué fin? No examinaremos estas múltiples preguntas. Lo consideraremos como como un hecho objetivo, que como tal, está integrado en el orden providencial.
II. La significación de la omisión
Dejamos de lado, como acabamos de decirlo, esta significación como la concibieron los que llevaron a cabo la omisión. Consideraremos la omisión como se presenta OBJETIVAMENTE. De hecho ha ocultado provisoriamente el “hecho eclesial” constituido por el acto de León XIII. Examinar el significado de la omisión requiere, previamente, poner a la luz este “hecho eclesial” y luego ver su alcance.
1) La promulgación del Exorcismo constituye un hecho eclesial (hecho eclesial es, por definición, un suceso que se produce en la Iglesia y que se refiere a toda la Iglesia en su conjunto)
Este “hecho eclesial” es ahora solamente lo que es, como tal, evidente.
Ya que ahora es manifiesto que: «Ahí donde fue instituida la sede del bienaventurado Pedro y la cátedra de la Verdad, allí (enemigos muy astutos) han posado el trono de su abominación en la impiedad». Es manifiesto ahora, que lo que ha podido parecer para Rampolla un fin fallado, y para los fieles en 1900 un pesimismo entenebrecido, es la REALIDAD. Está claro, entonces, que León XIII fue divinamente inspirado.
Esto se confirma por el relato adjunto. (Ver: La visión de S. S. León XIII).
Lo que León XIII percibió el 13 de octubre de 1884 y que ciertamente pudo desconcertarlo, es lo que ya se estaba produciendo de más en más, y que ahora es la más absoluta REALIDAD. Esta percepción provocó inmediatamente en el Pastor Supremo, una viva reacción de defensa, que se tradujo en acto, concretamente en la prescripción de la oración a San Miguel Arcángel luego de cada Misa rezada y en la promulgación del Exorcismo contra satanás y los ángeles apóstatas. Era conveniente que el contenido de esta percepción fuera esclarecido en la Súplica a San Miguel, como argumento apremiante, a fin de conjurar al Arcángel para obrar en el medio.
Tal es el "hecho eclesial", objetiva y providencialmente concomitante a la promulgación del Exorcismo por León XIII.
El Vicario de Jesucristo discernió cual era y cual iba a devenir de más en más la situación de la Iglesia, y dio, para el bien de la misma, las órdenes pertinentes, motivadas por esta iluminación profética.
2) El alcance del hecho eclesial concomitante a la promulgación del Exorcismo.
El alcance de un hecho, es la enseñanza (y las otras consecuencias) derivadas de él en relación al contexto en el que se inserta. El Exorcismo contra Satanás, promulgado por León XIII expresamente contra el poder de la mentira (Juan, VIII: 44) infiltrado hasta “en la cátedra de la verdad”, este Exorcismo tal como fue promulgado, muestra, o más precisamente confirma, que Cristo, el Jefe, vela sin cesar sobre la Iglesia (Mat., XXVIII: 20) por el Papa que es su Vicario. Siempre existe todo lo necesario, al menos para las almas de buena voluntad que acogen humildemente lo que les es dado, sin minimizarlo («Diminútae sunt veritátes a fílius Hóminum» Ps.: XI, 2), ni extrapolarlo (como lo hacen aquellos que erigen todo acto de un Papa en una ley que obliga a la Iglesia a perpetuidad). León XIII, divinamente advertido, alertó a la Iglesia y la previno. Pablo IV había, él también, advertido a la Iglesia por varias Bulas, “Cum ex Apostolátus” del 15 de febrero de 1559 entre ellas. Es ciertamente necesario, desde el punto de vista canónico no asimilar la promulgación de una Bula a la de un Exorcismo, son dos manifestaciones del mismo proceso de subversión.
Luego, es oportuno primero volver a tomar conciencia de la excelencia propia de aquello en donde hay subversión para mejor detenerla. Cristo-Jefe vela por la Iglesia, por León XIII, por Pablo IV, por cada (verdadero) Papa de la Iglesia militante, colectivo humano al cual Cristo se dirige por su Vicario, y que está institucionalmente constreñido para escuchar y someterse a aquello que sale de la institución divina, mientras que, como persona moral, este colectivo humano es libre para escoger o rechazar lo que se desprende de la institución eclesiástica. La Iglesia militante abrogó las Bulas de Pablo IV, y lo ha pagado y lo paga en la persona del Cardenal Montini. La Iglesia militante mutiló el Exorcismo de León XIII y lo paga en la persona de Monseñor Karol Wojtyla.
¿Quién abrogó? ¿Quién mutiló? Antes de considerarlo, demos gloria a Cristo-Jefe quien triunfa por la inmanencia de su justicia, cuando lo hizo con misericordiosa atención para su Virginal Esposa. Sí, aun ahora, sus fieles miembros tienen todo lo necesario. Demos gracias a Cristo-Jefe. Tienen el Exorcismo tal como fue inspirado, contra el padre de la mentira, “instalado en la cátedra de Verdad”. Tienen ahora, por la comprobación de los sucesos, la certeza teologal de su exacto alcance. Más felices aun que sus padres bajo San Pío X, ven en el Exorcismo una profecía; y aun más ¡la ven cumplida! Pueden entonces, contemplar, por y en el Exorcismo tal como fue promulgado, a la Iglesia misma integrarse con su Esposo bienamado, como siendo “el signo eminente de su autocredibilidad” (Vaticano I, Const. “Dei Fílius”, de Fide catholica, cap. 3 Ds. 3013).
3) El significado de la mutilación perpetrada en el texto promulgado por León XIII
El significado de la omisión ahora está claro también para nosotros, como lo estaba en la profecía. «Nada está oculto que no sea (tarde o temprano) revelado» (Mat.: X, 26). Dios opera el bien aun a partir del mal. Dios opera para que aun el error, manifieste la Verdad. Explicaremos esto brevemente.
El mal es una privación que afecta a un ser que, por naturaleza está ordenado al bien. Si se quiere dañar infligiendo una privación, para tener éxito es necesario no usar de una violencia que provoque un reflejo de oposición a esta “frustración”. Hay que inducir al sujeto a estimar excelente el “bien disminuido”, que se consiente en dejarle. Es posible entonces, que el sujeto yerre provisoriamente sobre la estimación concreta de su verdadero fin; y se ponga así progresivamente en condiciones que le vuelvan imposible llegar a él. En tal proceso, el verdadero bien del cual llega la privación, es aquel que es diligentemente ocultado.
Lo mismo, si se quiere inducir al error, para triunfar es necesario no afirmar lo falso, sino hacer ver una “verdad disminuida”; el espíritu, seducido por una “recompensa”, deserta de su propia y nativa curiosidad y cree encontrar toda la Verdad en los vestigios que le son concedidos. en tal proceso, la Verdad total, esa que no se quiere que sea comunicada, es diligentemente ocultada.
La verdad total es aquí lo que León XIII, inspirado, osó clamar: el padre de la mentira está «allí donde fue instituida la cátedra de Verdad».
El signo que era y permanece como el paroxismo de la Verdad, el signo que León XIII gloriosamente reinante reveló con tanto coraje como autoridad, es el que el padre de la mentira, infiltrado en la cátedra de Verdad, logró ocultar.
«Las tinieblas no pudieron detener a la Luz» (Jn.: I, 4). El acto eclesial de León XIII es ahora conocido tal como fue planteado. El Exorcismo, disminuido en cuanto al alcance por la mutilación de la plegaria que le asignaba la aterrante finalidad, este Exorcismo, muy esparcido e infestado, es finalmente exorcizado. Es decir que, simplemente es conocido y será recitado como fue inspirado por el Espíritu de la Verdad.
El Exorcismo exorcizado, restituido a su intrépida y nativa pureza, brillará en todas partes con la Verdad que Satanás había logrado ocultar provisoriamente. La Verdad liberará a la Iglesia (Jn.: VIII, 32) El Exorcismo virgen, ardientemente vivido y recitado, operará «por la intercesión de la inmaculada Virgen Madre de Dios, de San Miguel Arcángel, de San José, esposo de María, de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos», que el padre de la mentira sea expulsado del «lugar donde fue instituida la Sede del bienaventurado Pedro y la cátedra de la Verdad».
En la fiesta de la Santísima Trinidad
Domingo 17 de junio de 1984
Mons. M. L. Guérard des Lauriers.
Luego, es oportuno primero volver a tomar conciencia de la excelencia propia de aquello en donde hay subversión para mejor detenerla. Cristo-Jefe vela por la Iglesia, por León XIII, por Pablo IV, por cada (verdadero) Papa de la Iglesia militante, colectivo humano al cual Cristo se dirige por su Vicario, y que está institucionalmente constreñido para escuchar y someterse a aquello que sale de la institución divina, mientras que, como persona moral, este colectivo humano es libre para escoger o rechazar lo que se desprende de la institución eclesiástica. La Iglesia militante abrogó las Bulas de Pablo IV, y lo ha pagado y lo paga en la persona del Cardenal Montini. La Iglesia militante mutiló el Exorcismo de León XIII y lo paga en la persona de Monseñor Karol Wojtyla.
¿Quién abrogó? ¿Quién mutiló? Antes de considerarlo, demos gloria a Cristo-Jefe quien triunfa por la inmanencia de su justicia, cuando lo hizo con misericordiosa atención para su Virginal Esposa. Sí, aun ahora, sus fieles miembros tienen todo lo necesario. Demos gracias a Cristo-Jefe. Tienen el Exorcismo tal como fue inspirado, contra el padre de la mentira, “instalado en la cátedra de Verdad”. Tienen ahora, por la comprobación de los sucesos, la certeza teologal de su exacto alcance. Más felices aun que sus padres bajo San Pío X, ven en el Exorcismo una profecía; y aun más ¡la ven cumplida! Pueden entonces, contemplar, por y en el Exorcismo tal como fue promulgado, a la Iglesia misma integrarse con su Esposo bienamado, como siendo “el signo eminente de su autocredibilidad” (Vaticano I, Const. “Dei Fílius”, de Fide catholica, cap. 3 Ds. 3013).
3) El significado de la mutilación perpetrada en el texto promulgado por León XIII
El significado de la omisión ahora está claro también para nosotros, como lo estaba en la profecía. «Nada está oculto que no sea (tarde o temprano) revelado» (Mat.: X, 26). Dios opera el bien aun a partir del mal. Dios opera para que aun el error, manifieste la Verdad. Explicaremos esto brevemente.
El mal es una privación que afecta a un ser que, por naturaleza está ordenado al bien. Si se quiere dañar infligiendo una privación, para tener éxito es necesario no usar de una violencia que provoque un reflejo de oposición a esta “frustración”. Hay que inducir al sujeto a estimar excelente el “bien disminuido”, que se consiente en dejarle. Es posible entonces, que el sujeto yerre provisoriamente sobre la estimación concreta de su verdadero fin; y se ponga así progresivamente en condiciones que le vuelvan imposible llegar a él. En tal proceso, el verdadero bien del cual llega la privación, es aquel que es diligentemente ocultado.
Lo mismo, si se quiere inducir al error, para triunfar es necesario no afirmar lo falso, sino hacer ver una “verdad disminuida”; el espíritu, seducido por una “recompensa”, deserta de su propia y nativa curiosidad y cree encontrar toda la Verdad en los vestigios que le son concedidos. en tal proceso, la Verdad total, esa que no se quiere que sea comunicada, es diligentemente ocultada.
La verdad total es aquí lo que León XIII, inspirado, osó clamar: el padre de la mentira está «allí donde fue instituida la cátedra de Verdad».
El signo que era y permanece como el paroxismo de la Verdad, el signo que León XIII gloriosamente reinante reveló con tanto coraje como autoridad, es el que el padre de la mentira, infiltrado en la cátedra de Verdad, logró ocultar.
«Las tinieblas no pudieron detener a la Luz» (Jn.: I, 4). El acto eclesial de León XIII es ahora conocido tal como fue planteado. El Exorcismo, disminuido en cuanto al alcance por la mutilación de la plegaria que le asignaba la aterrante finalidad, este Exorcismo, muy esparcido e infestado, es finalmente exorcizado. Es decir que, simplemente es conocido y será recitado como fue inspirado por el Espíritu de la Verdad.
El Exorcismo exorcizado, restituido a su intrépida y nativa pureza, brillará en todas partes con la Verdad que Satanás había logrado ocultar provisoriamente. La Verdad liberará a la Iglesia (Jn.: VIII, 32) El Exorcismo virgen, ardientemente vivido y recitado, operará «por la intercesión de la inmaculada Virgen Madre de Dios, de San Miguel Arcángel, de San José, esposo de María, de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos», que el padre de la mentira sea expulsado del «lugar donde fue instituida la Sede del bienaventurado Pedro y la cátedra de la Verdad».
En la fiesta de la Santísima Trinidad
Domingo 17 de junio de 1984
Mons. M. L. Guérard des Lauriers.
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