martes, 21 de junio de 2022

TESTIMONIO DE SAN ROBERTO BELARMINO SOBRE SAN LUIS GONZAGA


Carta de San Roberto Belarmino al padre Virgilio Cepari SJ, autor de la Vida del bienaventurado San Luis Gonzaga:
Muy Reverendo Padre mío,
    
Con mucho gusto responderé a lo que V. R. me pregunta, porque juzgo que es gloria de Dios nuestro Señor que se sepan los favores que su Divina Majestad hace a sus siervos. Yo confesé largo tiempo a nuestro dulcísimo y santísimo hermano Luis Gonzaga, y una vez le confesé generalmente de toda su vida, y me ayudaba a Misa, trataba y comunicaba conmigo con afecto y gusto de cosas de nuestro Señor. Por la noticia de estas confesiones, y por la comunicación y trato que con él tuve me parece que con toda verdad se pueden afirmar de él las cosas siguientes.
    
Lo primero, que en toda su vida no hizo pecado mortal, y esto lo tengo por cierto desde la edad de siete años hasta su muerte; y en cuanto a los siete primeros años (en los cuales aún no tenía aquel conocimiento tan particular de Dios como después) téngolo por conjeturas, porque no es verosímil que en aquella edad pecase mortalmente; principalmente teniéndole ya Dios señalado para una pureza tan grande como tuvo. Lo segundo, que desde el séptimo año de su vida en el cual (como él me decia) se había convertido del mundo a Dios; vivió vida perfecta. Lo tercero, que jamas sintió estímulo de carne. Lo cuarto, que de ordinario no tenía ni sentía distracción en la oración y contemplación, la cual por la mayor parte tenía de rodillas sin arrimarse a nada. Lo quinto, que fue un dechado de obediencia, de humildad, de mortificación, de abstinencia, de prudencia, de devoción, de pureza.
     
En los últimos días de su vida tuvo un consuelo tan excesivo representándosele la gloria de los bienaventurados, que le pareció no haber durado un cuarto de hora habiendo durado casi toda la noche. En el mismo tiempo habiendo muerto el padre Ludovico Corbineli, y preguntándole yo qué juzgaba de aquella alma, él con gran resolución me respondió: Pasó solamente por el Purgatorio. Y conociéndole yo la condición y cuán considerado era en sus palabras, y el recato tan extraordinario que tenía para no afirmar lo que podía ser dudoso, tuve por cierto que lo había sabido por revelación; pero no le quise, apretar más por no darle ocasión de vanagloria. Otras muchas cosas pudiera decir que dejo por no asegurarme de mi memoria. En conclusión, yo tengo para mí que él se fue derecho al Cielo, y siempre tuve escrúpulo de rogar por su alma pareciéndome, que hacía injuria a la gracia de Dios que reconocí en ella; y al contrario jamás tuve escrúpulo de encomendarme á él, porque tengo gran confianza en sus oraciones.

V. R. me encomiende a nuestro Señor.
   
De palacio, a 17 de octubre de 1601.
   
De V. R.
   
Hermano afectísimo en Cristo,
Roberto card. Belarmino

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