sábado, 17 de septiembre de 2022

LA BEATIFICACIÓN, AL MODO CATÓLICO TRADICIONAL

Beatificación de Marcelino Champagnat, fundador de los Hermanos de las Escuelas Maristas (29 de Mayo de 1955).
  
Demos una panorámica de cómo se realizaba la beatificación en Roma de un Siervo de Dios, antes de la reforma general montiniana.
  
Ante todo, hablemos del lugar. En los primeros tiempos consistía este rito en simplemente encender una lámpara y luces frente al sepulcro del Siervo de Dios, y colgar su imagen en la puerta de alguna iglesia. Luego, cuando el Papa concedía el oficio y la Misa respectiva, se celebraba su fiesta en alguna iglesia de Roma. Así se hizo en la beatificación de Santa Inés de Montepulciano en 1608, cuya fiesta se celebró en la iglesia de Santa María sopra Minerva, la iglesia de los dominicos. Hasta Alejandro VII (reinó entre 1655-1667), el “rito” consistía solamente en la entrega del breve en que se concedía Misa y oficio en honor del Siervo de Dios, desde entonces decorado con el nombre se “Beato”. El breve exponía la biografía del candidato, que se habían aprobado los milagros requeridos y concluía estableciendo con qué formulario se debía celebrar su memoria y cuándo. Un ejemplo es el breve Unigénitus Dei Fílius, del 27 de Abril de 1672, con el que Clemente X beatificó a San Pío V, que concluía así:
“Concedemos que el Siervo de Dios papa Pío V sea en lo futuro llamado con el título de Beato; que su cuerpo y sus reliquias sean expuestas, sin que por eso sean llevadas en procesión; que sus imágenes sean decoradas con rayos y resplandores; que cada año se recite su oficio y se celebre la misa de un Confesor Pontífice con rito semidoble, en todas las iglesias tanto seculares, como regulares, de ambos sexos, según las rúbricas del Breviario y del Misal Romano, el día cinco de Mayo, que es el primer día no impedido después del primero de dicho mes, día en el cual entregó su espíritu al Creador”.
Las eventuales ceremonias romanas se desarrollaban, o en la iglesia de la Orden a que pertenecía el Beato, o en la iglesia propia de su país.
  
El Papa Ottoboni dispuso que las beatificaciones y canonizaciones se realizaran en la Basílica Vaticana, y allí se hizo la de San Francisco de Sales en 1662, como informó Próspero Lambertini. Este, devenido Papa con el nombre de Benedicto XIV, confirmó lo prescrito por su predecesor con la constitucióm Ad sepúlcra Apostolórum del 23 de Noviembre de 1741.
  
Las ceremonias se desarrollaban así, una vez ratificadas las virtudes heroicas o el martirio del candidato (según fuere el caso), revisadas sus obras y aprobados los milagros requeridos. Para más detalles, se puede consultar al caballero Gaetano Moroni, que hizo parte de la Corte Papal bajo Gregorio XVI y Pío IX, en sus libros Le cappelle pontificie, cardinalizie, e prelatizie (págs. 366-368) y el Dizionario di erudizione storico-ecclesiastica (v. IV, pp. 264-271)
  
De la logia central externa de la Basílica era colgado el tapiz cubierto del beatificando, que era representado en gloria. Otro (que representaba bien un hecho destacado de su vida, o bien un milagro) pendía bajo el pórtico, y finalmente, una imagen ovalada (siempre cubierta) donde era representado subiendo al Cielo escoltado por ángeles, era situada en la gloria de Bernini, en los rayos sobre la Cátedra de San Pedro. La basílica era adornada ricamente con telas de damasco rojo con bordado en oro.
  
La ceremonia se realizaba al medio día en el Altar de la Cátedra con la asistencia de los Cardenales, los prelados y consultores de la Sagrada Congregación de Ritos, revestidos con capas moradas, caudatarios en sotana y faja de tal color, con ferrayolo negro, que se sentaban del lado del Evangelio. y por el Capítulo Vaticano encabezado por el Cardenal Arcipreste de la Basílica en capa roja, cuyo lugar era del lado de la Epístola.
   
Sentados todos ellos, el postulador de la causa, acompañado de un prelado (se acostumbraba que fuera el Secretario) de la Congregación de Ritos, se dirigía al prefecto de la misma para presentar el Breve pontificio y solicitar la publicación. Antes de su lectura, se pedía la venia (permiso) al Cardenal Arcipreste. Al “legántur” de este, se publicaba desde lo alto de una tribuna. Concluida la lectura, se descubría la imagen de la Gloria y la reliquia del nuevo Beato, y todos se arrodillaban. Al mismo tiempo, se revelaban el tapiz externo y el que estaba debajo del pórtico al sonar de las campanas (hasta 1870, también con los cañones del Castillo de San Ángel). El prelado celebrante entonaba el Te Deum, incensaba tres veces la imagen del nuevo Beato y cantaba por primera vez la Oración correspondiente, siguiendo a esto la celebración de la Misa Pontifical en su honor.
   
Se concedía Indulgencia plenaria a cuantos confesados y comulgados, visitaren la Basílica o asistieren a la Misa después de la beatificación. Acabada esta, se distribuía a los asistentes imágenes y folletos con la vida del Beato.
   
En la tarde, el Sumo Pontífice revestido con roquete, muceta y estola se dirigía con todo el Sacro Colegio a venerar la reliquia y la imagen del Beato. Habitualmente se daba la bendición con el Santísimo Sacramento, que era incensado por el mismo Papa, que recibía el turíbulo del Cardenal Protopresbítero (para la beatificación de San Pío X el 3 de Junio de 1951, la bendición fue dada por el cardenal Federico Tedeschini D’Annibale, quien presidió la Misa Pontifical). Al final de la visita papal, este recibe de la postulación una imagen del Beato y las flores.
   
Otras ceremonias se celebraban en la iglesia central de la Orden o la Nación del Beato. Antes de la toma de la Puerta Pía, que significó el fin de los Estados Pontificios, el Papa también les hacía la correspondiente visita.
  
Es de advertir que las beatificaciones son un indulto que el Papa concede para que se venere a una persona muerta en fama de santidad, y se concede solo a la diócesis u orden religiosa a que haya pertenecido, o a las que lo soliciten, a diferencia de la canonización, que es la sentencia final por la cual su culto se decreta sea obligatorio y permanente para toda la Iglesia universal.

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