Tomado de la obra
publicada por el P. Luis Ángel Torcelli OP, traducida y publicada por
don Leocadio López en Madrid, año 1861, con aprobación eclesiástica.
MES DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
℣. Abrid, Señor, mis labios.
℞. Desatad mi lengua para anunciar las grandezas de la Virgen Inmaculada, y cantaré las alabanzas de vuestra misericordia.
℣. Venid en mi auxilio, oh Reina inmaculada
℞. Y defendedme de los enemigos de mi alma.
Gloria al Padre, gloria al Hijo y al Espíritu Santo, que preservó inmaculada a María por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO
Coro: Oh Madre dulce y tierna
Oye la triste voz,
La triste voz del mundo,
Que te demanda amor.
I
Salve, salve, Inmaculada,
Clara estrella matutina,
Que los cielos ilumina
Y este valle de dolor;
Tú, con fuerza misteriosa
Por salvar la humana gente,
Quebrantaste la serpiente
Que el infierno suscitó.
II
Salve, salve, Madre mía,
Tú bendita por Dios eres
Entre todas las mujeres
Y sin culpa original.
Salve, ¡oh Virgen! esperanza
Y remedio apetecido
Del enfermo y desvalido,
Y del huérfano sin pan.
III
Tú del nuevo eterno pacto
Eres arca y eres sello;
Luz espléndida, iris bello
De la humana redención.
Tú llevaste en tus entrañas
El que dio á la pobre tierra
Paz y amor, en vez de guerra,
Ya sus crímenes perdón.
IV
Eres bella entre las bellas,
Eres santa entre las santas,
Alabándote a tus plantas
Coros de ángeles están.
Resplandece tu pureza
Más que el campo de la nieve,
Y de ti la gracia llueve
Sobre el mísero mortal.
V
Virgen cándida, cual lirio,
Eres fuente cristalina
Donde el triste que camina
Va a calmar la ardiente sed.
Gentil palma del desierto,
Que da sombra protectora
Al que su piedad implora
Consagrándole su fe.
VI
¡Gloria al Padre, Gloria al Hijo,
En la tierra y en el cielo!
¡Gloria al que es nuestro consuelo,
Al Espíritu de Amor!
Y la Virgen sin mancilla
Siempre viva en la memoria,
Y en su honor repita Gloria
Nuestro amante corazón.
DÍA SEGUNDO - LA CREACIÓN
Oye la triste voz,
La triste voz del mundo,
Que te demanda amor.
I
Salve, salve, Inmaculada,
Clara estrella matutina,
Que los cielos ilumina
Y este valle de dolor;
Tú, con fuerza misteriosa
Por salvar la humana gente,
Quebrantaste la serpiente
Que el infierno suscitó.
II
Salve, salve, Madre mía,
Tú bendita por Dios eres
Entre todas las mujeres
Y sin culpa original.
Salve, ¡oh Virgen! esperanza
Y remedio apetecido
Del enfermo y desvalido,
Y del huérfano sin pan.
III
Tú del nuevo eterno pacto
Eres arca y eres sello;
Luz espléndida, iris bello
De la humana redención.
Tú llevaste en tus entrañas
El que dio á la pobre tierra
Paz y amor, en vez de guerra,
Ya sus crímenes perdón.
IV
Eres bella entre las bellas,
Eres santa entre las santas,
Alabándote a tus plantas
Coros de ángeles están.
Resplandece tu pureza
Más que el campo de la nieve,
Y de ti la gracia llueve
Sobre el mísero mortal.
V
Virgen cándida, cual lirio,
Eres fuente cristalina
Donde el triste que camina
Va a calmar la ardiente sed.
Gentil palma del desierto,
Que da sombra protectora
Al que su piedad implora
Consagrándole su fe.
VI
¡Gloria al Padre, Gloria al Hijo,
En la tierra y en el cielo!
¡Gloria al que es nuestro consuelo,
Al Espíritu de Amor!
Y la Virgen sin mancilla
Siempre viva en la memoria,
Y en su honor repita Gloria
Nuestro amante corazón.
DÍA SEGUNDO - LA CREACIÓN
In princípio creávit Deus cœlum et terram (Génesis I, 1)
En el principio crió Dios el cielo y la tierra. ¡Cuán sublime es el considerar a Dios mandando salir a la naturaleza de la nada! Lo quiso, y con sólo anunciar su voluntad, aparecieron los cielos, se pusieron en movimiento los astros, y giraron en derredor de sus centros los planetas. Lo quiso, y se coloco sobre sus fundamentos la tierra, se adornó con las plantas, se embelleció con las flores, y se fertilizó con los frutos. Lo quiso, y he ahí que apareció el hombre, que guiado por el mismo Dios, con la frente elevada, tomó posesión del Edén, como rey de la creación. Mansión regia, que Dios fabricó para aquel ser predilecto: morada embellecida y alegre con las primeras armonías del canto de los ángeles, el murmullo de las aguas y el susurro de los céfiros en el jardín del paraíso: mansión iluminada durante el día por un sol que parecia no resplandecer sino para ella, y hermoseada por la noche por un firmamento que desplegaba sobre ella la inconcebible multitud de las estrellas, a manera de una corona. Pero Dios había establecido desde la eternidad el formar otra mansión regia, tanto más hermosa que la primera, cuanto lo celeste sobrepuja a lo terreno. Aquella estaba destinada a un hombre, a un puro hombre, sujeto al pecado, pero esta debía servir de pabellón a un Hombre-Dios, reparador del pecado; aquella era la muestra de la Majestad divina, que se ostentaba con una pequeña señal de su omnipotencia, esta debía ser la expresión de la amabilidad de un Dios que quería mostrar toda la plenitud de su amor. Lo quiso, y he ahí formada esa divina mansión, no con las maravillas de la naturaleza, sino con los portentos de la gracia; la naturaleza puede sembrar de rosas y jazmines un trono terrenal: puede refrescarle con las auras más puras de la primavera: puede alegrarle con las más suaves armonias, e iluminarle con las más hermosas luces del firmamento; pero sólo la gracia puede preservar a un corazón de toda mancha, y sólo un corazón que amase con un amor inmaculado, era la morada digna de recibir al Amor eterno. Lo quiso, y he ahí establecerse sobre la tierra, hermoseada con la belleza divina, esa mansión regia bienaventurada, la deseada por los Patriarcas, la predicha por los Profetas, el consuelo de las naciones, la inmaculada María. Las virtudes que la adornan son más hermosas que las rosas y las azucenas, más suave que el céfiro: el hálito de su inocencia penetra en el corazón y le llena de una inefable dulzura: más deliciosos que las externas armonías, sus afectos y suspiros entonan un cántico de desconocida melodía: más resplandeciente que cualquiera lumbrera del Empíreo, el sol de la eterna sabiduría alumbra todos sus receptáculos: más numerosos que las estrellas del firmamento, los rayos de la gloria sempiterna van a posarse sobre ella, como sobre un trono purísimo, conservada por la misma divina Tríada desde el principio de los infinitos siglos de la eternidad. ¡Oh!, ¡cuán hermosa es la inmaculada María!...
CÁNTICO
Cuán amables son, oh María, los tabernáculos de vuestro corazón... mi alma arde en deseos de vos.
En el principio crió Dios el cielo y la tierra. ¡Cuán sublime es el considerar a Dios mandando salir a la naturaleza de la nada! Lo quiso, y con sólo anunciar su voluntad, aparecieron los cielos, se pusieron en movimiento los astros, y giraron en derredor de sus centros los planetas. Lo quiso, y se coloco sobre sus fundamentos la tierra, se adornó con las plantas, se embelleció con las flores, y se fertilizó con los frutos. Lo quiso, y he ahí que apareció el hombre, que guiado por el mismo Dios, con la frente elevada, tomó posesión del Edén, como rey de la creación. Mansión regia, que Dios fabricó para aquel ser predilecto: morada embellecida y alegre con las primeras armonías del canto de los ángeles, el murmullo de las aguas y el susurro de los céfiros en el jardín del paraíso: mansión iluminada durante el día por un sol que parecia no resplandecer sino para ella, y hermoseada por la noche por un firmamento que desplegaba sobre ella la inconcebible multitud de las estrellas, a manera de una corona. Pero Dios había establecido desde la eternidad el formar otra mansión regia, tanto más hermosa que la primera, cuanto lo celeste sobrepuja a lo terreno. Aquella estaba destinada a un hombre, a un puro hombre, sujeto al pecado, pero esta debía servir de pabellón a un Hombre-Dios, reparador del pecado; aquella era la muestra de la Majestad divina, que se ostentaba con una pequeña señal de su omnipotencia, esta debía ser la expresión de la amabilidad de un Dios que quería mostrar toda la plenitud de su amor. Lo quiso, y he ahí formada esa divina mansión, no con las maravillas de la naturaleza, sino con los portentos de la gracia; la naturaleza puede sembrar de rosas y jazmines un trono terrenal: puede refrescarle con las auras más puras de la primavera: puede alegrarle con las más suaves armonias, e iluminarle con las más hermosas luces del firmamento; pero sólo la gracia puede preservar a un corazón de toda mancha, y sólo un corazón que amase con un amor inmaculado, era la morada digna de recibir al Amor eterno. Lo quiso, y he ahí establecerse sobre la tierra, hermoseada con la belleza divina, esa mansión regia bienaventurada, la deseada por los Patriarcas, la predicha por los Profetas, el consuelo de las naciones, la inmaculada María. Las virtudes que la adornan son más hermosas que las rosas y las azucenas, más suave que el céfiro: el hálito de su inocencia penetra en el corazón y le llena de una inefable dulzura: más deliciosos que las externas armonías, sus afectos y suspiros entonan un cántico de desconocida melodía: más resplandeciente que cualquiera lumbrera del Empíreo, el sol de la eterna sabiduría alumbra todos sus receptáculos: más numerosos que las estrellas del firmamento, los rayos de la gloria sempiterna van a posarse sobre ella, como sobre un trono purísimo, conservada por la misma divina Tríada desde el principio de los infinitos siglos de la eternidad. ¡Oh!, ¡cuán hermosa es la inmaculada María!...
CÁNTICO
Cuán amables son, oh María, los tabernáculos de vuestro corazón... mi alma arde en deseos de vos.
Yo os celebraré entre los pueblos, oh Reina de las vírgenes, y os cantaré salmos entre las naciones.
Pues que vuestra hermosura es tan grande, y tan superior a todas las delicias de la tierra.
Mostraos sobre los cielos, oh María, y nuestros ojos tendrán un placer inmenso y una dicha en ver tanta gloria.
Pareceréis más bella que las estrellas del firmamento; todo lo oscurecerá vuestro resplandor.
Vuestra luz será más plácida que la de la luna; más deliciosa y benéfica que la de la aurora.
Vuestro corazón se verá tan marcado como el sol, y
sobre él se hallarán grabados los divinos caracteres: asiento o silla
de la sabiduría.
Despierta, alma mía; dilata las fibras del corazón, y entona un himno de amor.
Invita al Oriente y al Ocaso, al Mediodía y al
Septentrión a que unan sus voces a tu cántico. De una en otra hora se
prolongue la armonía, aun el silencio de la noche interrumpa el salmo de la alabanza.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo que preservó a María inmaculada, por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN
Muchas veces, oh María, me acerco a la mesa de vuestro divino Hijo, y mi corazon quiere servir de morada al eterno Amor; ¡pero cuán diversamente que el vuestro!... ¡El vuestro, inmaculado, se halla adornado de virtudes emanadas del cielo; el mío, lleno de manchas y de los vicios de la tierra! Para celebrar la hermosura del vuestro, no son suficientes las palabras; mas abundan las frases para poner de manifiesto y hacer odiosa la deformidad del mío. No hay en la naturaleza imágenes adecuadas para describir el vuestro, así como no hay nada bastante despreciable para representar el mío. La oscuridad de una noche sin estrellas es nada comparada con las tinieblas de mi espíritu, y una tempestad que trastorna la naturaleza es insignificante en parangón de la perturbación y las agitaciones que con harta frecuencia las pasiones suelen suscitar en mi pecho. Sede Inmaculada de esa Sabiduría que reside en el vuestro para dispensar la gracia y la vida a la mísera humanidad, iluminad mi espíritu, infundid la paz en mi corazón, para que al recibir otra vez a vuestro divino Hijo, pueda mi alma llegar a ser un templo no indigno de ese Espíritu Santo, único que puede conducirme a participar con vos en el cielo de la gloria de vuestra inmaculada Concepción. Tres Ave Marías.
CONCLUSIÓN PARA CADA UNO DE LOS DÍAS
Después de la Letanía Lauretana, se concluirá así:
LATÍN
Tota pulchra es, María,
Et mácula originális non est in Te.
Et mácula originális non est in Te.
Tu glória Jerúsalem,
Tu lætítia Ísraël,
Tu honorificéntia pópuli nostri,
Tu advocáta peccatórum.
Tu lætítia Ísraël,
Tu honorificéntia pópuli nostri,
Tu advocáta peccatórum.
O María, Virgo prudentíssima,
Mater clementíssima,
Ora pro nobis,
Intercéde pro nobis ad Dóminum Jesum Christum.
Mater clementíssima,
Ora pro nobis,
Intercéde pro nobis ad Dóminum Jesum Christum.
℣. In Conceptióne tua, Virgo, immaculáta fuísti;
℞. Ora pro nobis, Patrem, cujus Fílium peperísti.
ORATIO
Deus, qui per immaculátam Vírginis conceptiónem dignum Fílio tuo habitáculum præparásti: † quǽsumus; ut, qui ex morte ejúsdem Fílii tui prævísa, eam ab omni labe præservásti, nos quoque mundos ejus intercessióne ad te perveníre concédas. Per eúmdem Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium tuum: Qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti Deus, per ómnia sǽcula sæculórum. Amen.
℞. Ora pro nobis, Patrem, cujus Fílium peperísti.
ORATIO
Deus, qui per immaculátam Vírginis conceptiónem dignum Fílio tuo habitáculum præparásti: † quǽsumus; ut, qui ex morte ejúsdem Fílii tui prævísa, eam ab omni labe præservásti, nos quoque mundos ejus intercessióne ad te perveníre concédas. Per eúmdem Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium tuum: Qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti Deus, per ómnia sǽcula sæculórum. Amen.
TRADUCCIÓN
Sois
toda hermosa, María,
Y no hay en vos mancha original.
Sois la gloria de
Jerusalén,
Sois la alegría de Israel,
Sois la honra de los pueblos,
Sois la abogada de los pecadores.
Oh María, Virgen prudentísima,
Madre
de toda clemencia,
Rogad por nosotros,
Interceded por nosotros con Jesucristo, nuestro Señor.
Rogad por nosotros,
Interceded por nosotros con Jesucristo, nuestro Señor.
℣. En vuestra concepción, Virgen Santísima, fuisteis inmaculada.
℞. Rogad por nosotros al Padre, cuyo hijo disteis a luz.
ORACIÓN
Dios
mío, que por medio de la inmaculada concepción de la Virgen
preparasteis una habitación digna para vuestro Hijo, concedednos por su
intercesión que conservemos fielmente inmaculado nuestro corazón y
nuestro cuerpo para vos, que le preservasteis de toda mancha. Por el
mismo Jesucristo, Señor nuestro. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Preferiblemente, los comentarios (y sus respuestas) deben guardar relación al contenido del artículo. De otro modo, su publicación dependerá de la pertinencia del contenido. La blasfemia está estrictamente prohibida. La administración del blog se reserva el derecho de publicación (sin que necesariamente signifique adhesión a su contenido), y renuncia expresa e irrevocablemente a TODA responsabilidad (civil, penal, administrativa, canónica, etc.) por comentarios que no sean de su autoría.