domingo, 4 de diciembre de 2022

DOS CASOS ESCANDALOSOS DE INMODESTIA: UN PARECER CATÓLICO INTEGRAL

Traducción del artículo publicado por Isabella Spanò en RADIO SPADA.
  
Nota de Radio Spada: con este artículo la pluma aguda y profunda de Isabella Spanò retoma su colaboración con Radio Spada (Piergiorgio Seveso, Presidente SQE de Radio Spada)
  
DOS CASOS ESCANDALOSOS DE INMODESTIA: UN PARECER CATÓLICO INTEGRAL
Por Isabella Spanò
  
Creo que es necesaria una reflexión sobre dos hechos de crónica que conciernen a los temas de la inmodestia y de la vanidad femenil. El primero pasó inadvertido, en cuanto divulgado solo en Facebook, mientras el segundo ha suscitado gran conmoción y fue ampliamente comentado en los medios.
  
Comienzo por el más banal y aparentemente no merecedor de particular atención, pero en cambio, a mi parecer, digno de nota a la luz de la moral católica. Se trata de la participación de una conocida periodista y escritora [Costanza Miriano, N. del T.], sedicente católica integral, en la fiesta de ProVita, participación que ella misma dio a conocer en Facebook cerca ha de una semana al mostrar un par de sus propias fotos en compañía de otra conocida exponente del mundo pro-vida [Maria Rachele Ruiu, N. del T.]. La publicación ha recibido 1066 entre Me gusta, corazones y abrazos, además de 369 comentarios de distinto tipo. Para resumirlo, las fotos la representan con un vestido negro largo sobre el cual de la cintura abajo no hay nada que reñir, pero que de la cintura arriba en la práctica no existe: espalda descubierta, senos apenas ocultos por un esbozo de sujetador particularmente bajo del vestido –no apto, por otra parte, para sostener algo–, anudado justo detrás del cuello con dos fajas, casi como un traje de baño.
  
Risible, pues, su justificación a que se ha permitido alguna observación: no habría tenido otro vestido, pobrecita, y así ha debido recurrir por fuerza al de los diez y ocho años. Una pieza peor, pero también, del basurero.
  
Extendamos un velo piadoso también sobre la otra señora, la cual tira de su vestido largo para mostrar pierna, media velada negra con lunares y anfibio (esto último también indicado para una ocasión elegante).
   
Tornando a la escritora en cuestión, ella no es novata en extrañas y discutibles exhibiciones escénicas. En ocasión del Family Day de enero de 2016, me había impresionado su aparición en el palco abierto reparada por chalcito, en vez de un abrigo o cubierta análoga, y vestida como si fuese a una premier del teatro de la Scala: vestidos del todo fuera de lugar para aquel evento, como también para aquella estación.
 
Y pensar que en YouTube por años una joven señora florentina, de veras muy hermosa, moderna y a la moda, pero –lástima– de credo protestante, tiene un canal de acertadísimas sugerencias sobre moda, elegancia y etiqueta. Lo que propone es absolutamente impecable, tomado de los trajes de un gran número de personajes aristocráticos. Nunca habría sugerido la presentación de la escritora anterior mencionada, sobre la cual habría trazado en cambio una bella cruz en el momento en que le fuese pedido comentarla. Me pregunto por qué una mujer católica deba ser una figura tan magra, ofendiendo tanto al buen gusto como a la modestia y desacreditando en tal modo su propia pertenencia religiosa, cuando en cambio una protestante demuestra otro nivel y, permitidme decirlo, otro equilibrio.
  
Y pasemos a la segunda protagonista de la crónica, o sea, Cristina Scuccia, ex Sor Cristina la Cantante-y-Bailarina. Cristina –con el aval de los superiores, sin embargo– quiso conciliar el diablo y el agua bendita, fama, dinero y éxito mundano y vida religiosa, pero se trataba de una conciliación imposible, de un oximorón existencial. ¿Cómo se hace, por ejemplo, para exhibirse y cantar “Like a virgin” de Madonna? Es recubrir de blasfemia y arrojar en el sinsentido la presunta Fe propia, como cuando en la iglesia entonan “Imagine” de John Lennon.
  
El célebre padre Giuseppe Tomaselli en el opúsculo “Moda femminile” –del cual en el calce traigo un aparte– llegó a escribir: «Yo, Creador, he dado una Ley Moral que ninguno sobre la tierra está autorizado a omitir. Yo pediré cuenta a los directores, a los artistas y a los que asisten a sus escenas inmodestas».
  
También aquí, golpea la solidaridad que tantos “católicos” han mostrado a Cristina: «no se debe juzgar», «ha hecho bien, mejor así», «es una víctima», y así. Se da el caso, en realidad, que Cristina no fue una postulante o una novicia, como María Augusta Kutschera, de casada Von Trapp, bien conocida por generaciones en cuanto su autobiografía un poco legendaria dio la vuelta al mundo, sobre todo por la interpretación que le dio Julie Andrews en “Tutti insieme appassionatamente” [en su original inglés “The sound of music”; en español “Sonrisas y lágrimas” o “La novicia rebelde”, N. del T.]. No, Cristina en el 2019 había pronunciado los votos perpetuos, en la basílica de San Ambrosio en Milán. Parece sin embargo que esto para un gran número de personas no significa nada, no representa sino un pequeño detalle omitible. En cambio, aun si el juicio sobre el fuero interno solo pertenece a Dios, para un católico es imperioso deprecar públicamente la elección de mandar a la nada una promesa de vida hecha al Señor. Pero tanto es. En la sociedad de hoy se repudian a la primera ocasión compromisos solemnes, palabras dadas, propósitos firmes y otras idealidades, y se está ahora talmente habituados a esto, que los más, por sutil inconsciente connivencia con los infieles o por simple abisal ignorancia, no coligen la gravedad de semejantes comportamientos.
  
Tantos años ha, una hermana me contó un episodio tremendo, que hace reflexionar mucho. El Card. Schuster fue propuesto para guiar un grupo de seminaristas entre los cuales uno destacaba por celo y devoción, tanto como para ser premiado públicamente. Los seminaristas un buen día devinieron sacerdotes, y este joven se acercó al cardenal. El cardenal lo alabó, el joven le agradeció; y añadió: «También ahora tengo la posibilidad de celebrar misas negras».
  
Como dice el Evangelio (S. Mateo 7, 16-20), «El árbol se conoce por su fruto». Dejando en este modo la vida religiosa, Sor Cristina ha producido daños incalculables, a causa del mal ejemplo que da una vez más, después de haberlo ya dado cuando era religiosa. Y todos aquellos que la excusan y la justifican son cómplices involuntarios de este plan diabólico, tal vez también involuntario o tal vez no (no lo sabremos nunca).
 
Y sí: esta es precisamente la más que discutible cifra del catolicismo actual, donde triunfan la inmodestia, la vanidad y la ligereza.
  
  
Adicional a estas mis líneas, recuerdo que el Catecismo de San Pío X afirmaba que «el sexto mandamiento nos ordena ser castos y modestos en los actos, en las miradas, en el porte y en las palabras».
   
Y agrego la serie de instrucciones que se encuentran en las Acta Apostólicæ Sedis (Actas de la Sede Apostólica), dadas por el Consejo de Vigilancia a los Obispos y Ordinarios diocesanos bajo el Papa Pío XI, relativas a la vigilancia sobre la modestia en el vestir:
«En virtud de la Suprema Potestad Apostólica que ejerce en la Iglesia universal, Su Santidad Pío XI no ha cesado nunca de inculcar con la palabra y con los escritos aquel precepto de San Pablo (I Tim. II, 9-10): “Igualmente, las mujeres vistan hábitos decentes; adornándose de modestia y sobriedad… como conviene a mujeres que profesan la piedad, con buenas obras”.
  
Y en muchas ocasiones, el mismo Supremo Pontífice ha reprobado y tajantemente condenado la inmodestia en el vestir que hoy está en boga en todas partes, también entre mujeres y jóvenes que son católicas; una práctica que acarrea grave daño a la virtud que es corona y gloria de las mujeres, y además sin embargo no solo conduce a su daño temporal, sino, lo que es peor, a su eterna ruina y a la de otras almas.
  
No hace pues maravilla que los Obispos y demás Ordinarios de lugares, como compete a los ministros de Cristo, hayan en sus respectivas diócesis resistido unánimes en toda forma a esta moda licenciosa e impúdica, y procediendo así, hayan paciente y valerosamente soportado la burla y el ridículo que tal vez los malintencionados han dirigido contra ellos.
   
Por eso, esta Sagrada Congregación para el mantenimiento de la disciplina entre el clero y el pueblo, en primer lugar concede merecida aprobación y aprecio a esta vigilancia y acción por parte de los Obispos, y además resueltamente los exhorta a continuar en el objetivo y empresa que tan bien han comenzado, e incluso perseguirla con mucho más vigor, a fin que esta enfermedad contagiosa sea enteramente eliminada de la sociedad decente.
 
A fin que esto pueda ser cumplido con mayor facilidad y seguridad, esta Sagrada Congregación, en obediencia a las órdenes de Su Santidad, ha determinado las siguientes prescripciones al respecto:
I. Cuando tengan la oportunidad, los pastores y predicadores deben, según las palabras de San Pablo (II Tim. IV, 2): “instar, redargüir, reprender y exhortar”, con el fin de que las mujeres usen vestimentas decorosas, las cuales pueden ser ornamento y salvaguardia de la virtud; también deben ellos avisar a los padres de que no permitan a sus hijas vestir inmodestamente.
II. Los padres, conscientes de su gravísima obligación de proveer especialmente para la educación moral y religiosa de sus hijos, deben asegurarse con especial cuidado de que sus hijas reciban una instrucción sólida en la doctrina cristiana desde la más temprana edad; y ellos mismos, por palabra y ejemplo, han de entrenarlas seriamente para adquirir un amor al pudor y la castidad. Tras el ejemplo de la Sagrada Familia, los padres deben esforzarse de tal modo a ordenar y regular la familia, a fin de que cada miembro pueda encontrar en el hogar alguna razón o motivo para amar y apreciar la modestia.
III. Los padres también deben prevenir que sus hijas tomen parte en entrenamientos públicos y concursos atléticos; pero si son obligadas, deben asegurarse de que vistan un traje enteramente recatado, nunca permitiendo lo contrario.
IV. Los directores de escuelas e institutos para jovencitas deben esforzarse por imbuir en sus corazones el amor a la modestia para que se vean persuadidas a vestir moderadamente.
V. No se ha de admitir a las escuelas o institutos a jovencitas dadas a los vestidos indecentes; mas si tales han sido recibidas, a menos que cambien, serán expulsadas.
VI. Las monjas, de acuerdo con la Carta del 23 de Agosto de 1928, de la Sagrada Congregación de Religiosos, no admitirán ni dejarán que permanezcan en sus institutos, escuelas, oratorios y centros de diversión, jovencitas que no observen en los vestidos el pudor cristiano; y, en su cargo de educadoras, tomarán especial cuidado de sembrar en sus corazones un amor a la castidad y la decencia cristiana.
VII. Con el propósito de restringir por consejo, ejemplo, y actividad los abusos concernientes a la indiscreción en la vestimenta, y para la promoción de la pureza moral y la humildad, se establecerán y fomentarán asociaciones femeninas piadosas.
VIII. Las mujeres que vistan inmodestamente no serán admitidas a estas asociaciones; y las que ya hayan sido aceptadas, si no se enmiendan tras haber cometido una falta en este respecto, seguida de una advertencia, serán expulsadas.
IX. A niñas y mujeres que vistan indecorosamente se les ha de negar la Sagrada Comunión y excluir de los oficios de madrinas en los sacramentos de bautismo y confirmación, y en casos apropiados, han de excluirlas incluso de la iglesia.
X. En tales fiestas del año que ofrezcan oportunidades especiales para inculcar la modestia cristiana, especialmente en las fiestas de la Bienaventurada Virgen, los pastores y sacerdotes a cargo de uniones piadosas y asociaciones católicas no deben fallar en predicar un sermón oportuno sobre el tema, a fin de alentar a las mujeres a que cultiven el recato cristiano en el vestir. Cada año, en la fiesta de la Inmaculada Concepción, se rezarán ciertas oraciones en todas las catedrales y parroquias; y cuando sea posible, también habrá una exhortación oportuna por medio de un solemne sermón a los fieles.
XI. El Consejo diocesano de Vigilancia, mencionado en la declaración del Santo Oficio el 22 de Marzo de 1918, deberá de tratar especialmente, al menos una vez al año, de las formas y medios para mantener el recato en la vestimenta femenina.
XII. A fin de que esta acción provechosa pueda proceder con mayor eficacia y seguridad, los obispos y otros ordinarios informarán también cada tres años, y junto con su reporte sobre la instrucción religiosa mencionada en el Motu proprio “Orbem Cathólicum” del 29 de Junio de 1923, a esta Congregación sobre la situación concerniente a la vestimenta femenina, y sobre las medidas que se habrán tomado en cumplimiento de esta Instrucción».
Finalmente, traigo un escrito del célebre Padre Giuseppe Tomaselli, tomado de su opúsculo “Moda femenina”:
«Oh mujer que sigues la moda, recuerda que todas las miradas que te dirigen con malicia, en casa o fuera, son pecados que se cometen imputados más a ti, que eres la causa voluntaria, que a ellos. Un día, cuando la muerte te arrancará del mundo y te aparezcas ante Mí para ser juzgada, verás las culpas cometidas por los hombres al verte en traje indecente, ¡y tú misma quedarás aterrada! ¿Qué excusa Me presentarás? Ay de ti, oh mujer, por todos tus escándalos. Inútilmente mis Sacerdotes exponen los sagrados avisos en el Templo. Cuando vas a la iglesia, sabiendo que el sacerdote no te dará la Sagrada Partícula al verte con los brazos desnudos y demasiado escote, para el instante de la Comunión, te cubres como mejor puedes y Me recibes. Salida de la Iglesia, hete aquí vestida inmodestamente: tu cuerpo que en la Iglesia ha comulgado, deviene luego en las calles, en las reuniones, en la playa y en casa, instrumento de satanás e incentivo al mal […]. ¡Escuchad, padres y madres de familia! ¡Ay si permitís a vuestros hijos dar escándalo! La responsabilidad mayor de la moda indecente pesa sobre vosotros, oh padres, o porque dais el triste ejemplo, o porque sois demasiado débiles en la educación de las hijas. Padres y madres de familia, de estos pecados os pedirán estricta cuenta: la mala conducta de vuestras hijas debe pesar sobre vuestra consciencia, si no habéis hecho lo posible para impedirles la malvada moda […]. Uno de los lugares preferidos por satanás es la playa en período estival. El vestido indecente en la playa es la ruina moral de muchas almas. Pero lo que me duele más es ver en la playa en libre vestuario a las mujeres que en casa suelen orar y se acercan a la Mesa eucarística. Estas creen, en su ceguera, que el traje indecente sea lícito por el hecho que muchas personas la practican: pero el mal es siempre mal. Satanás goza en ver en la playa a sus siervas y ya cuenta con tenerla consigo en el Infierno. Yo, Creador, he dado una Ley Moral que ninguno sobre la tierra está autorizado a omitir. Yo pediré cuenta a los directores, a los artistas y a los que asisten a sus escenas inmodestas. Me vuelvo a vosotras, almas caras para mí. Vestid siempre con modestia. Viendo por las calles mujeres mal vestidas, orad por ellas, rezad un Ave María, a fin que mi Madre interceda por ellas. ¡Bienaventurado quien escucha mi palabra y la pone en práctica!».

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