«Este cuerpo tiene una falta, que cuando más se le engorda más se conocen sus necesidades.
¡Oh tú, que estas libre de las grandes molestias del mundo, aprende a sufrir un poco por el amor de Dios, sin que nadie lo sepa!
Y recuerda a nuestros santos padres de otros tiempos y a los santos ermitaños cuya vida tratamos de imitar; ¡cuántos dolores sufrieron, cuánta soledad, cuánto frío, cuánta hambre, cuántos soles ardientes sin que tuvieran a nadie con quien quejarse, excepto Dios! ¿Crees que eran de hierro?
Dios nos libre de cualquiera que desee servirle y piense en su propia dignidad y tema caer en desgracia… No hay veneno en el mundo que mate a la perfección como lo hacen tales cosas…
Algunas veces el diablo nos propone grandes deseos, de modo que no pongamos la mano sobre aquello que debemos hacer y sirvamos al Señor en las cosas posibles, sino que quedemos contentos habiendo deseado las imposibles. Concediendo que podéis hallar gran ayuda en la oración, no tratéis de que todo el mundo se beneficie, sino aquellas que están en vuestra compañía, y así el trabajo será mejor, pues estaréis mucho más allegados a Él».
SANTA TERESA DE ÁVILA, “Las Moradas o Castillo Interior” (Extractos).
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