Por César Bianchi para MONTEVIDEO PORTAL. No recomendado para menores de edad y/o personas susceptibles.
BOFFANO: “ME ACOSTÉ CON OBISPOS Y CARDENALES QUE DE LA BOCA PARA AFUERA ERAN HOMOFÓBICOS”
Un excura gay, abusado en su niñez, dice que el sexo es moneda corriente en el Vaticano, donde los homosexuales son mayoría.
Julio César Boffano se consagró a
Dios convencido de que era el camino para un mundo más justo, más igualitario,
más esperanzador. Fue seminarista, se hizo sacerdote y como estudiante viajó a
la capital italiana como miembro de la Compañía de Jesús. Allá en Roma, en el
corazón mismo del Vaticano, descubrió mentiras, engaños, hipocresía; advirtió
que la homosexualidad campeaba entre los religiosos y que él sería “un gay más”.
Presenció (y sufrió) abusos de poder. Vio que el sexo y la lascivia eran moneda
corriente y que los curas homosexuales eran más homofóbicos que la minoría, los
hetero.
Tuvo sexo con practicantes, curas,
obispos y cardenales. Hasta que uno de sus amantes, como Dios lo trajo al mundo
-nunca mejor aplicado- y con una copa de champán en la mano, se burló del
Todopoderoso. A Julio le empezó a caer la ficha: el importante religioso, sin
la sotana (y despojado de toda prenda), se mofaba de todo en lo que él creía y
en lo que el propio cardenal juraba creer. Algo no andaba bien, no cerraba.
Julio se asumió gay, y un día se lo
contó a otro cura. Este le dijo que él también era gay y estaba orgulloso de
serlo. Lo besó y lo invitó a la cama. Julio frecuentó saunas y boliches gays, y
allí siguió cruzándose con muchos religiosos que en los pasillos del Vaticano
se hacían los nunca vistos. Se unió a un grupo de curas homosexuales
preocupados por la homofobia de la Iglesia Católica. Buscaban entender cómo
podía ser que la Iglesia Católica promoviera la familia tradicional y
despreciara la homosexualidad, si ellos, los elegidos de Dios, eran
homosexuales. En esas reuniones discutían, reflexionaban, cenaban… y también tenían
sexo entre ellos.
Julio César Boffano (54), ex cura devenido en
político frenteamplista, hoy es concejal del municipio B de Montevideo, y
trabaja como consultor en derechos humanos y comunicación integral.
Acaba de lanzar su libro autobiográfico (Conocerme me hizo libre,
de editorial Planeta) donde narra sus
vivencias como cura en el cerno mismo de la Iglesia Católica Apostólica
Romana.
Denuncia vidas paralelas, privilegios y abusos, como el que le tocó
vivir en carne propia cuando era solo un niño y el DT del baby fútbol en
Paysandú le dijo que
tenía que tomarle las medidas para el short y se lo llevó al vestuario.
Boffano asegura que los depredadores
sexuales en la Iglesia se sienten redimidos o exculpados. Se convencen de que
no están rompiendo el celibato por tener sexo con varones (muchas veces niños),
dice. Y cuando alguno es denunciado, es transferido a otro destino, dado el
sentido sanador del perdón.
-¿Por qué escribir un libro con tus vivencias como excura gay?
-Hace muchos años que Claudia Garín (editora de Planeta) me venía
insistiendo con que mi historia era buena para un libro. Yo le decía que no.
Hubo un momento en 2017, cuando yo estaba en Roma, ella me volvió a decir. Y le
dije: “Está bien, ahora sí, estoy preparado”. Lo empecé a escribir recién en
2019. Me costó porque me removió muchas cosas, tuve que volver a hacer terapia
en el medio del libro, tuve pesadillas. Me costó mucho contar el tema de mi
abuso, que no lo sabía nadie. Eso para mí era muy importante: contar eso, cómo
se pasa de víctima a sobreviviente y lo que implica para un varón. Eso está
invisibilizado para los varones, hablo de reconocer que fuiste víctima de abuso
sexual, de que fuiste violado. A la editorial le interesó más lo del ex cura
gay y todo lo que viví adentro de la Iglesia. Me pareció importante que se supieran
muchas cosas.
-Tu libro, biográfico y catártico, denuncia abusos sexuales en la
Iglesia, habla de vidas paralelas, de hipocresía y doble discurso, y de cómo la
Iglesia Católica es homofóbica, pero una gran mayoría de los curas en el
entorno del Vaticano son gays. Decís: “Leyendo en investigaciones y
relatos de religiosos que se apartaron de la Iglesia,
descubrís que en el Vaticano la gran mayoría de los obispos y cardenales
son homosexuales, entre estos, muchos practicantes. En la interna se
refieren a
ellos como ‘los que cantan en el coro’ o ‘los de la parroquia’”. Citás al periodista francés Frederic Martel y agregás: “La
homosexualidad se extiende a medida que se asciende en la
jerarquía católica, la proporción de homosexuales aumenta y en el
colegio cardenalicio esta es la regla, la heterosexualidad es la
excepción”.
¿No es una exageración?
-Eso es lo que te hace creer la
Iglesia Católica. Es lo que la gente necesita creer: que estoy exagerando. No
lo podés procesar, es muy difícil, es como el tema de los abusos. Pero Martel,
que hizo una investigación de 500 páginas, lo demuestra con muchos testimonios
y fuentes. Y es algo que sabemos. A ver, yo lo viví de adentro, me encontré con
esa Roma, y fui encontrando que la heterosexualidad era la excepción. Incluso,
los heterosexuales son más gay-friendly, y los homosexuales
eran los más homofóbicos.
Aunque yo me estuve acostando con un cura, un obispo, un cardenal, de la
boca para afuera podían ser de lo más homofóbicos. Porque lo ven como
un modo de proteger, un modo que no se sospeché sobre ellos. Es
hipocresía.
-Incluso, más adelante decís que llama la atención que papas como Juan
Pablo II y Benedicto XVI tuvieran un discurso tan homofóbico, cuando estuvieron
rodeados de gays…
-Totalmente. Casi todos los curas, y los
cardenales y los obispos, y los secretarios de esos dos papas eran gays. Y
muchísimos practicantes. Pero no se dice, y no existe algo que no se dice. El
pecado era decirlo, no hacerlo.
-En los alrededores de la estación de trenes romana, en Termini, “curas, obispos y cardenales del Vaticano” van a buscar trabajadores
sexuales inmigrantes e indocumentados para tener sexo por un puñado de euros.
Supongo que iban a buscar inmigrantes indocumentados porque al estar en una
situación de irregularidad, no los podían denunciar. Por eso cuando había
chantajes o robos, los religiosos nunca denunciaban. ¿no?
-Claro, los curas calladitos la boca.
Y eso sigue pasando, mirá que yo viajo bastante a Roma y lo compruebo cada vez
que voy. La prostitución masculina gay en Roma se mantiene, y en gran parte
gracias a los curas. Y es horrible, es una pena, es una tristeza. Pero funciona
así. Y ahora con un gran miedo, además, porque Francisco, que también está
rodeado de muchos gays (no tantos como los dos anteriores), con Francisco los
curas tienen mucho miedo. Ahora soy yo el que los protejo: les digo: “che,
cuídate, no me mandes tal cosa, no te hagas ver conmigo cuando estoy ahí”.
-Menuda tarea la de asumirse gay en el Vaticano, ¿no? La enorme mayoría
no se asumía, no había salido del closet. Y a vos te costó mucho encontrar el
momento de planteárselo a un cura que escogiste para confiárselo. Y en el
momento en que te decidís, el cura te contesta: “Yo soy gay, estoy orgullo
de serlo” y te besa en la boca… Supongo que te habrá descolocado.
-¡Totalmente! Mirá, hablamos mucho de
salir del armario. Pero, ¿qué significa? Vos tenés que decírtelo vos mismo. Yo
me lo decía: “No hay caso, me gustan los hombres”. “Tengo que decírselo a alguien”, ese es el
siguiente paso. Elegí un cura que me inspiraba confianza. Entonces le dije:
“Creo, me parece, que soy homosexual”, como con miedo… Y él me dijo esas
palabras: “Yo soy gay, estoy orgulloso de serlo”, y me encajó un chupón. Y sí
me descolocó, pero me gustó al mismo tiempo. Y enseguida me dijo: “¿Querés
hacer el amor conmigo?” Yo le dije que sí, pero no pude. Fuimos a la cama, pero
no pude. Me apabulló la situación. Y eso es también un abuso, un abuso de
poder. No se hace eso. Después descubrí que eso es muy común, sobre todo con
los nuevos.
-¿Cómo podés ser un elegido de Dios, si la Iglesia condena la homosexualidad?
¿Te hacía ruido eso?
-Claro. Vos sentís que sos homosexual
-que fue lo que me pasó a mí-, y te preguntás: “¿Cómo puedo ser homosexual y el
elegido de Dios?” Te están diciendo que eso está mal, que es antinatural.
Entonces, tenés que ocultarlo, tenés que negarlo, entonces se va creando esta
doble vida, estas hipocresías. Yo sí tuve doble vida, pero nunca la hipocresía
de salir a hablar en una homilía contra la homosexualidad o contra los
divorciados. Fui muy coherente conmigo mismo.
Yo me acuerdo de mi juventud, que los
curas a los que eran maricas, amanerados o lesbianas, eran discriminados.
Entonces te preguntás: “Dios me eligió, pero yo siento esto… ¿Cómo es? ¿Dios se
equivocó? ¿Yo me equivoqué?” Hasta que hice todo el proceso y terminé concluyendo:
“Dios no tiene nada que ver con esto… O tiene todo que ver: me eligió gay, me
creó gay y me quiere gay”.
-Decís, al comienzo del libro: “Ingresé
en la vida religiosa y me convertí en un gay más en una gran comunidad
masculina, donde el sexo es moneda corriente, y donde a partir de esos vínculos
uno puede ascender y asegurarse una vida de privilegios”. ¿Qué tan
moneda corriente es el sexo? ¿Quiénes son los privilegiados para ascender, y en
detrimento de quiénes?
-Los curas heterosexuales
no es que no tengan relaciones sexuales, lo que pasa que para ellos es más
complicado porque, justamente, la mujer en determinado momento te dice: “Bueno,
elegí” o “quedé embarazada”. Y ahí hay que tomar una decisión.
El sexo es moneda corriente si vos elegís
que así sea. Muchos curas lo reprimen y lo canalizan por otro lado: con el
poder, con un súper auto, con cargos o lujos. Es moneda corriente porque -como
me pasó a mí- cuando empezás a tener sexo en Roma empezás a descubrir que es un
montón de gente… que tus propios compañeros, que los curas que conocés en el
Vaticano. Yo en el Vaticano elegía: “Aquel. Me quiero acostar con aquel”. Eso
tenía que ver con que yo era joven, desfachatado y tenía una gran autoestima,
pero después empecé a pensar: “Este no es el Julio con el que yo soñé en
Paysandú, en la Pastoral Juvenil de la Iglesia. ¿Qué estoy haciendo?” ¡Sí que
se puede ascender! Se puede ascender si ese es tu propósito. Si yo me acuesto
con un cardenal, ahora mismo, por ejemplo, pero no sería yo… Y eso fue lo que
me salvó. Fui yo que tomé la decisión de alejarme, porque no podía estar como
víctima y sobreviviente de abuso en un lugar donde eso se sigue escondiendo.
-Llegaste a Roma por primera vez en 1998 para vivir y estudiar con los
jesuitas, en el edificio Il Gesú. Fuiste a estudiar a la Universidad
Gregoriana, fundada por Ignacio de Loyola, en el corazón del Vaticano. Vos
decís que te educaban para “conocerte a tí mismo”, pero siempre
cuando seas funcional al sistema. Empezaste a estudiar la teología de la
liberación, que decís que es perseguida por la Iglesia Católica. ¿Por qué?
-La teología de la liberación no solo
fue perseguida, fue prácticamente exterminada por la Iglesia Católica. Ahora
surge de algunas otras iglesias y algunos movimientos de gente de los 70, pero
fue prácticamente exterminada. ¿Por qué? Porque la teología de la liberación
está vinculada con las izquierdas, en general, y porque pone en el centro a las
personas con sus derechos vulnerados, y poner en el centro a las personas con
los derechos vulnerados, que tienen que ver con el Jesús en el que yo creo… Eso
cuestionó las estructuras de la Iglesia Católica, cuestionó las visiones
teológicas, cuestionó el poder el Vaticano.
A mí me gusta hablar de muchas
iglesias dentro de la Iglesia Católica, porque al mismo tiempo tengo que ser
respetuoso con una cantidad de gente que conozco, que quiero y que sé que se
juegan la vida, y que están convencidos y hacen trabajos maravillosos. Pero
tenés que saber que hay cuestiones en las que no se puede ser cómplice, porque
traicionan y crucifican al Jesucristo en el que decís creer.
-En Roma comenzaste a frecuentar los saunas y boliches gays. ¿Ahí te
cruzabas con otros curas gays, obispos, y gente del entorno del Vaticano?
-Sí, sobre todo con compañeros de mi
comunidad. Y al otro día hacíamos como si nada. Me acuerdo que una vez uno me
dejó una cartita en m cuarto diciéndome: “Tendríamos que ver por qué nos vimos
en el lugar que nos vimos”. Y yo, que soy muy de encarar, lo encaré y le dije:
“Che, ¿querés que hablemos?” Se puso todo colorado, le dio vergüenza; ahí
empecé a descubrir… después conocí un decano de la facultad, y cuando conocí a
uno que me presentó un cardenal, ya no precisé más ir a los saunas, porque el
sexo lo tenía ahí mismo, en el Vaticano. Y no tenía que estar pagando la
entrada de los saunas.
-¿Cómo es eso de que concebían al celibato como tener sexo con alguien
de otro sexo, y si era entre personas del mismo sexo no estaban violado el
celibato? Se hacían trampas al solitario…
-Eso parece joda, pero era así, y
sigue siendo así. El celibato estaba concebido para las relaciones
heterosexuales. Nosotros renunciamos a un vínculo con mujeres, porque como no
se asume la homosexualidad… Y la mayoría de los casos de curas abusadores lo
hacen con varones usan eso como excusa: “Yo no cometo una falta contra el
celibato porque tengo relaciones con varones”. Y todavía hay gente que se lo
cree, yo lo agarraba para la joda. Pero la concepción del celibato es
heterosexual, ¡cuando la mayoría son gays!
-Tuviste un romance con “su eminencia, el cardenal Fulano” que
era tu protector. ¿Recibiste beneficios o fuiste privilegiado por estar con él?
Contás que por estar con él te enterabas de cosas que no debías enterarte…
-No, salvo alguna vez que
me dio plata y alguna cosa… Es muy difícil entender la estructura de la Iglesia
Católica, es complejo, pero digamos que yo me enteraba de cosas que tienen que
ver con la curia de los jesuitas, que sí tiene que ver con este cardenal. Y sí
me enteraba de cosas que no debía haberme enterado y de algún modo me podía
haber ayudado. Pero yo era tan ingenuo, tan arriesgado a la vez, que nunca
utilicé esa información porque no me importaba nada.
Una cosa es coger -yo no tenía
problema con eso-, pero ya usarlo para otras cosas me hubiese hecho sentir mal
conmigo mismo. Entonces, no. no lo usé, no tuve privilegios y apenas pude, lo
corté. Lo podría haber usado, incluso ahora, pero eso sí hubiese sido
traicionarme.
-Te sumaste al grupo Inter-nos, un grupo de curas y religiosos gays.
¿Qué era Inter-nos? ¿Para qué servía?
-La finalidad era reflexionar sobre
lo que vivíamos dentro de la Iglesia como curas, como religiosos gays. Éramos
gays asumidos, pero escondidos… Muchas veces nos reuníamos en casa de alguno
que tenía su pareja. Reflexionábamos sobre eso, cómo vivir esto, por qué Jesús
nos hizo así y la Iglesia nos dice que está mal, y sobre todo, tratar de no ser
hipócritas. Hacíamos reflexiones y terminábamos comiendo juntos, y a veces…
-¿En la cama?
-También, sí. Y yo cuando escribí eso
dije: “Esto no tiene nada que ver con el objetivo”, pero después lo pensé. Pero
muchas veces en la intimidad (no solo el sexo) te contabas cosas que a veces no
le contabas a otra persona. Eso pasa habitualmente. Y fue muy importante ese
grupo porque reflexionábamos, aunque no cambió nada… por ahí nos cambió a
nosotros. Fuimos juntos a la Marcha Gay, por ejemplo. Y teníamos miedo de que
nos descubrieran (en la Iglesia).
-Asociás a los jesuitas con la frase “los trapitos sucios se lavan
en casa”. ¿Por qué?
-Porque eso lo aprendí ahí, lo
aprendí en la Compañía, te lo decían permanentemente. Pero además la actitud
jesuítica es esa, el jesuita que nos comemos (dulce por fuera y salado por
dentro) tiene que ver con eso, con que las cosas las tenemos que ver entre
nosotros. El concepto del fundador, Ignacio de Loyola, es eso: la obediencia,
lo que el superior te pide es lo que Dios te está pidiendo. Y las cosas las
hablamos adentro y no salen (no deben salir) de acá adentro. Son muy buenos en
eso.
-En la Compañía de Jesús empezaron a vigilarte y perseguirte, porque vos
eras rebelde y desobediente. ¿En qué cosas desobedecías? ¿Qué les molestaba de
vos? ¿Cómo te perseguían?
-Lo que molesta en la Compañía era
que te salgas de la norma de la obediencia.
No si cogés o no cogés; me lo dijo un superior a mí: “No importa que lo
hagas, lo importante es que no se sepa”. Lo que molestaba era la militancia explícita,
que vos hagas una militancia explícita de la diversidad sexual. Por eso fue un
escándalo en mi ordenación, en 2002 acá en Uruguay, sólo por agradecer al grupo
de gays y lesbiana que me habían acompañado en Roma. ¡Se armó un escándalo y
hasta salió en la prensa! No se hace explícito, no te salgas de la norma, no
seas muy diferente.
A “Perico” (Luis) Pérez Aguirre le
hicieron la vida imposible en la Compañía, porque era mediático, era diferente,
lo tenían aislado, lo censuraban, le pedían que no saliera mucho en los medios.
Fue mi director espiritual durante un año y me pidieron que lo cambiara porque
los dos éramos “muy izquierdosos”. Perico me abrió la cabeza cuando me habló de
“las humanas” y la mujer que hay dentro de cada uno de nosotros.
-"Podía tener sexo en todos lados, sobre todo en el Vaticano.
Conocía al obispo y al cardenal con quien ir. qué puertas tocar, las orgías,
todo”, contaste.
-Sí. ¿Qué querés? ¿Fotos? Jaja, es
así… Yo iba y elegía con quién acostarme.
-Cuando hablás del Evangelio decís: “Yo
tenía que administrar los pecados y los castigos, administrar una justicia
divina, pero horas más tarde podía estar desnudo en la cama con un cardenal en
su apartamento rodeado de todos los lujos, y escucharlo reírse de los
evangelios, del amor y de Dios”. ¡La hipocresía y doble moral al mango!
Si yo fuera creyente, estas cosas harían añicos mi creencia y mi fe en la
Iglesia…
-Imaginate, me pasó a mí… Acá a
cuestión no es si te estás acostando con un cardenal o no, la cuestión es que ese
tipo se estaba cagando de la risa de algo en lo que yo creo, además. Yo creía
en serio en eso. Yo me la jugaba pila cuando tomaba confesiones en ayudar a las
personas a encontrarse con su propia conciencia. ¿Y te estás cagando de la risa
del Jesús en el que yo creo, y en el que vos decís que crees, acostado con una
copa de champán? Yo aproveché todo eso, pero llegó un momento en que me dije:
“Yo no quiero esto para mí”.
-También te costó mucho reconocer que habías sido abusado sexualmente de
niño. Es algo que asumís pasados los 30 años…
-Lo más importante es saber que,
según estudios, hay un promedio de 30 años en los que uno bloquea los abusos
sexuales. A mí me llevó un poquito menos. Para mí, no existían. Por eso yo digo
por ahí que los abusos sexuales están dentro de las cosas que no me habían
sucedido. Hasta que un cura con el que yo estaba me dijo: “Yo creo que vos
también fuiste víctima”.
Y sí… me pasó en la niñez, yo tenía 8
años. Llegar a asumirlo me costó mucho, eh. Mucha terapia, muchos años. Estaba
jugando al fútbol y el entrenador me dijo: “Tenemos que tomar las medidas para
el short” y me llevó al vestuario, y ahí empezó. Empezaron los manoseos, las
caricias, y… violación. Fueron varias veces. Y tiempo después, en la terapia,
salió una vez anterior, cuando tenía 4 años. Esos recuerdos eran más difusos,
empecé a recordar detalles, olores y lugares (en Paysandú), y a ese tipo lo
encaré y me lo reconoció.
-Pero te dijo, increíblemente, que a vos te había gustado…
-Sí, un sorete. Porque yo era un
niño. Tenía 4 o 5 años. El “a vos también te gustaba” fue muy importante para
mí, para trabajarlo en terapia, para trabajar el tema de la culpa. A esa edad
recién se está desarrollando el cerebro.
¿Qué te aportó ir a terapia en Roma para asumir esos abusos, asumir
que eras un “sobreviviente”? ¿Fue una forma de “curar”?
-Sí. Yo creo que sin la terapia no lo
hubiera logrado. La única forma de curar el dolor es atravesarlo. Yo me acuerdo
en el lugar en el que estaba con el cura en Roma cuando me dijo “para mí, vos
también fuiste abusado”, ahí se lo reconocí y pensé: “Tengo que hacer terapia”.
Yo estaba cogiendo con cardenales, nosequé, nosecuánto, y me salta esto. No
puedo solo. Empecé terapia, y pasarlo de la cabeza al corazón lleva mucho
tiempo.
-Hablando de los abusos sexuales y la pedofilia en curas, el
investigador español Pepe Rodríguez sostiene que está la “retorcida
creencia” de que al ser su víctima un varón -un niño varón- no estaban
rompiendo el celibato, como si los exculpara… Ya lo hablamos más temprano,
pero esto es peor: eran abusos a niños.
-Es así cómo funciona. Hay que
diferenciar entre pedófilos y abusadores. Pero son súper conscientes de lo que
están haciendo, del abuso de poder, y sobre quienes no se pueden defender.
Porque un niño no tiene la capacidad para defenderse de alguien que según tu
madre o tu padre va a ser el tipo que te va a cuidar en catequesis, en el
colegio o un campamento. A mí me pasó. Yo no tuve las herramientas para
contarlo, ¿por qué? Porque los abusadores son expertos en engañarte, en
manipularte, en decir: “a vos también te gusta”, “si lo contás, yo lo voy a
negar y no te van a creer”. ¿Por qué me lo callé y no se lo conté a mis padres?
¿Por qué mis padres no se dieron cuenta que yo era excelente en la escuela y un
año pasé sin nota y dejé de jugar al fútbol? Ahora, gracias a Dios, estamos en
otra época, y hoy a uno se le prende la lamparita.
-“El abuso es parte del poder”, decís vos. ¿Hay muchos depredadores
sexuales, abusadores, en la Iglesia Católica Apostólica Romana?
-Sí. Están saltando investigaciones,
se calcula entre un 4 y un 6% de los curas son abusadores, según una
investigación. Y el problema no es la cantidad, sino que el sistema sigue
haciéndolos pasar como excepciones, como si fueran ovejas negras. ¡Pero son muchas
ovejas negras! Yo tengo más datos, pero nos los pude publicar porque no tengo
las pruebas. Yo sé de un cura que en Paysandú, en Melo, en Florida fue abusando
de gente y lo tienen internado ahora en una casa de ancianos. Yo lo sé. ¿Los
obispos y los curas no lo saben?
-En 2003 volviste a Uruguay, trabajaste en una parroquia en el Cerro y
académicamente en la Universidad Católica. Ese año en la parroquia llegó un
cura español, Xavier, que terminó teniendo muy malos antecedentes… Contame.
-Pasó que de un día para el otro
desapareció y resulta que lo habían trasladado para Bolivia. Era muy extraño… Y
me enteré gracias a las vecinas, ellas me contaron que el cura que vivía en la
parroquia le pagaba a gurises menores de edad para tener sexo, en plena crisis
económica del 2003. Y lo fletaron antes de que pasara a más. Eso es habitual:
hacen eso, lo trasladan.
-¿Cómo podía seguir en contacto con niños?
-Eso había que
preguntárselo a los superiores. Por qué hicieron eso. Yo me imagino que sabrían
lo que había hecho, porque a mí por ser gay me tenían controlado, y a este loco
lo dejaron solo en un cuarto en la parroquia. ¿No sabían?
-Pepe Rodríguez, el investigador español, estima que hay entre un 3 y un
6% de curas abusadores y pedófilos en la Iglesia en el mundo, como decías. Si
consideramos que en Uruguay hay 600 curas, 24 serían abusadores. Lo que llama
la atención es que cuando se detecta un cura abusador o pedófilo, se lo saque
de allí y se lo cambie a otro destino, en lugar de expulsarlo de la
institución… Seguirá siendo un depredador y arruinando vidas en otra ciudad.
-El derecho canónico tiene un sentido
sanador, digamos. Si vos reconocés que cometiste un pecado, la institución te
va a ayudar para que sanes. Es una gran mentira, porque no sanás de ser un
pedófilo. Y yo hablo de un 4% por ser generoso, como media. Ahora tenemos el
caso de Minas donde Fiscalía acaba de pedir ocho años de prisión más un
resarcimiento económico. No es menor lo económico, porque acá la Iglesia ha
destinado miles de millones de dólares para callar bocas, y todo saltó gracias
al periodismo. Por eso yo soy un gran defensor del periodismo. Estos abusos
saltaron gracias al periodismo.
-En 2016 hicimos en Santo y Seña
un informe sobre abusos sexuales en la Iglesia y la institución recibió 40
denuncias, de años anteriores, incluso décadas atrás. ¿Crees que el tema está
subestimado y hay muchos casos que no salieron a la luz?
-¡Estoy convencido! Te lo aseguro, en
Uruguay hay mucho más que no ha salido, no ha explotado. Yo he hablado con
algunos de un cura jesuita que lo fletaron de Uruguay, aunque lo traen de
vacaciones todavía. Lo sacaron porque una familia avisó que lo sacaban o lo
iban a linchar. Yo tampoco podía creer, porque lo quería mucho, y los gurises
tampoco. Por eso yo hablo de complicidad, complicidad es hacerte el boludo y
decir que es eso es imposible, que no puede ser.
-En 2004 volviste a vivir a Roma, ya siendo excura, y viviste la soledad
en carne propia. Eras un paria, tus excompañeros te dieron la espalda. ¿Por
qué? ¿Por haberte animado a asumirte y denunciar lo que estaba mal habías
pasado a ser un “traidor”?
-Sí, funciona así. Vos te
alejás, por el motivo que sea, y es como pasa en la política cuando te vas de
un sector o un partido: cuestionás a los que se quedan. “Yo me voy porque acá
están haciendo cagadas, o porque no me gusta esto o lo otro, o porque quiero
que mi vida vaya para otro lado”. Cuestionás a los que se quedan. Yo cuento que
tiempo después me crucé a uno que era muy amigo, romano, y cuando me lo
encontré le dije: “Fulano, te convertiste en uno de ellos”, y me dijo: “Yo soy
uno de ellos, Giulio”. Es así. Por eso yo ahora los protejo a ellos, porque
verse conmigo es jodido, los puede complicar.
-¿Por qué la Pontificia Universidad Gregoriana te negó el doctorado en
Comunicación en 2008?
-Porque no querían que un ex jesuita
que se había asumido gay tuviera un doctorado de la Gregoriana, la universidad
fundada por Ignacio de Loyola, y la más oficialista del Vaticano. Me inventaban
excusas académicas para tirarme la tesis doctoral para atrás, hasta que dos
autoridades de la universidad me abrieron los ojos. Me dijeron: “Julio, podés
presentarla mil veces, que te la van a negar mil veces. No la presentes más,
olvidate”.
-¿Por qué decís que “ideología de género es lo que hace la Iglesia
Católica”? Decís que es un término peyorativo acuñado en el Vaticano,
¿contra qué?
-Después de la conferencia de Pekín,
de mujeres, en la ONU, en 1995, el Vaticano salió con este término de ideología
de género. El Vaticano integra la ONU, sin voto (por suerte). Después de la
conferencia de Pekín, donde se valoran todos los derechos de las mujeres, y los
derechos reproductivos, el Vaticano sale con que eso era una “colonización
ideológica” y habla de “ideología de género”. Lo siguen usando, (el cardenal
Daniel) Sturla lo usó cuando el plebiscito por la ley trans. Usó el término
ideología de género, como lo usan las iglesias neopentecostales. Es, como lo
pongo en el libro: “Reducir el concepto de género al del sexo, asimilándolo a
las diferencias biológicas entre hombres y mujeres es un error”. Eso es
ideología de género. Lo que hacen ellos es ideología de género. La Iglesia
Católica tiene su concepción: varón y mujer, Dios los creó, la familia
tradicional. ¡Eso es ideológico! Esa es una interpretación de la realidad. Y
expertos en colonizar, más que la Iglesia Católica no vas a encontrar en ningún
lado.
-No te cae bien el papa Francisco. Decís que es todo marketing, que de
progresista no tiene nada.
-No es que no me caiga bien, es que
lo conozco desde que era jesuita y era de los más conservadores, era terrible
para nosotros que éramos de avanzada. Pero no tienen por qué creerme a mí,
investiguen y verán. Hasta se habló de su vínculo con la dictadura militar
argentina, que no está muy claro su rol. Se quedan con los titulares, Francisco
es experto en eso, experto en hacer creer que es más conciliador, más
misericordioso, más progre. Pero es de lo más conservador, es experto en
marketing.
-Volviste a Uruguay, con tu pareja Fernando, rehiciste tu vida acá como
comunicador organizacional y empezaste a militar en política (con Cristina
Lustemberg en PAR, su sector en el Frente Amplio). ¿Por qué meterte en
política?
-Porque la política es un lugar de
privilegio para cambiar las injusticias. Para lograr muchas más cosas que se
podían lograr desde la sociedad civil. Encontré un lugar donde me sentí cómodo,
porque yo nunca había militado en un sector político partidario. Ahora salí
concejal y hemos hecho cosas maravillosas en el Municipio B de Montevideo,
hicimos un subsidio por las personas migrantes, hay personas que dejan de comer
para que nos los echen de la pensión. Yo fui a una pensión de cubanos a
llevarles ropa y cuando salí, me subí al auto y me puse a llorar. También
estamos ayudando en ollas populares. Y todo eso es gracias a la gestión
política, es la gestión de la polis, no lo político partidario. No es solo el
trabajo que podemos hacer desde el trabajo de la izquierda, muchas veces en el
Municipio B las cosas salen por consenso. Claro que hay diferencias con los
otros partidos, pero juntémonos para las que nos unen: que queremos un país,
una ciudad y un barrio mejor.
-Estuviste 17 años como religioso. ¿Qué aprendiste en la Iglesia
Católica?
-Muchísimo, muchos de mis amigos y
amigas, de mis viajes, todo fue gracias a la Iglesia Católica. Son de ahí (mis
amigos) y siguen estando ahí. Claro que vi muchas cosas feas y que están malas,
pero también están en los partidos políticos, o en otras iglesias… Yo no estoy
enojado con la Iglesia Católica. Yo hice las paces con la Iglesia, pero sobre
todo hice las paces conmigo mismo.
-¿Sos feliz?
-Sí, soy feliz, con poquito, porque
la vida es muy difícil y muy compleja. Trato de vivir día a día el presente. Y
además, no me importa nada lo que piensen de mí.
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