Venerable Ana de San Agustín y el Niño Jesús (Arequipa, Museo de Arte Virreinal)
Ana de Pedruja y Pérez nació en Valladolid el 11 de Diciembre de 1555, hija de Juan de Pedruja y Rebolledo, administrador de los condes de Buendía, y de Magdalena Pérez de Argüello, en una familia de noble linaje y acendrada virtud. Adquirió sólidas virtudes cristianas durante su niñez, que según dicen siendo aún muy pequeña gozó de varias apariciones del Niño Jesús.
A los diez años, hizo voto de virginidad, y cuando aún no contaba con veinte años, en la Semana Santa de 1575, durante la celebración de los oficios del Domingo de Ramos tuvo una experiencia sobrenatural en la que Cristo fijaba sus ojos en ella y a la vez que le decía “Todos me dejáis”. Dichas palabras debieron grabarse en su corazón y fueron la llama que encendió su vocación religiosa, ingresando el 3 de Mayo de 1575 como novicia en el convento de carmelitas descalzas de Malagón, en el que profesó tres años más tarde, el 4 de Mayo de 1578, tomando el nombre de Ana de San Agustín.
El 10 de Febrero de 1580 acompañó a Santa Teresa de Jesús y otras monjas a la fundación de un nuevo convento en Villanueva de la Jara, donde un grupo de nueve mujeres hacían vida eremítica sin sujeción a regla. En 1596 Ana de San Agustín fue elegida priora del convento, encargándose de la construcción de un nuevo edificio conventual con su iglesia. En 1600 fundó un nuevo convento en Valera de Abajo, en la misma provincia de Cuenca, reintegrándose en 1616 a su convento de Villanueva de la Jara, en el que falleció el 11 de Diciembre de 1624. Sus restos se conservan incorruptos en dicho convento.
El proceso de beatificación comenzó en 1628, siendo entregada su causa en Roma en 1750. Años después, en 1776, el papa Pío VI aprobó la heroicidad de sus virtudes declarándola venerable.
Como sucede en otros casos semejantes de místicas y visionarias, Ana de San Agustín escribió su biografía por orden primero del provincial fray José de Jesús María Quiroga y más tarde de fray Alonso de Jesús María Coello de Rivera e Hinestrosa, general de la Orden del Carmen, o, mejor, se la dictó a la madre Antonia de Jesús en 1606 y 1609, biografía de la que corrieron copias manuscritas con la firma autógrafa de Antonia de Jesús y la copia de la carta del general. Si no llegó a ver la luz en vida de la biografiada y aún muchos años después, pudiera deberse, como en el caso de Hipólita de Jesús, a la actitud más recelosa y precavida frente a la mística que se había extendido en círculos eclesiásticos en las primeras décadas del siglo XVII, por temor a caer en alumbradismo,] pero tampoco cabe ignorar, en cuanto a su valor literario, la confesión de la propia Ana de San Agustín y su reconocimiento de que había recibido el mandato sujeto al voto de obediencia de referir sus visiones a la hermana Antonia de Jesús, «para que lo pusiese en metro porque no tenía yo habilidad para hacerlo». Alejado de la retórica barroca, su estilo cercano a la oralidad, resulta así coloquial y directo, apoyándose en comparaciones y ejemplos tomados de la realidad inmediata para describir lo inefable de la experiencia mística cuando no encuentra palabras para hacerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Preferiblemente, los comentarios (y sus respuestas) deben guardar relación al contenido del artículo. De otro modo, su publicación dependerá de la pertinencia del contenido. La blasfemia está estrictamente prohibida. La administración del blog se reserva el derecho de publicación (sin que necesariamente signifique adhesión a su contenido), y renuncia expresa e irrevocablemente a TODA responsabilidad (civil, penal, administrativa, canónica, etc.) por comentarios que no sean de su autoría.