Tomado de APOSTOLADO CABALLERO DE LA INMACULADA.
Conviene
pues, por un cierto tiempo estar sin paz, o mejor, luchar para
conquistarla. Esta se encuentra al final de la lucha, junto a la
victoria. Si vis pacem, para bellum. De resto, no es suficiente ni siquiera preparar la guerra, conviene bajar al campo y vencer.
[…]
La idea que ella combate, sin poder aún destruir, representa la fuerza
de las costumbres y la coalición de las más vivas impresiones que,
hallando impedido el camino, saturan el espíritu y el organismo y traen,
necesariamente, el desorden. La conciencia de
tal desorden no puede ser la paz, sino la agitación y el dolor.
Conviene pasar a través de ellos. Es esto en realidad un buen indicio
que debe ser saludado con coraje y confianza; es una prueba que la
preocupación actúa, que disturba y hiere las costumbres. Es un momento
terrible, el el cual ella arruina todo y todo aplasta, un momento en el
cual parece no poder dar por sí mismo ni un paso sin la correspondiente
tranquilidad de la conciencia. ¡Prosigue, prosigue! Estamos en el
momento decisivo. ¡Adelante, adelante, camina! El grito que llega a
tus oídos no es el grito de la conciencia, más bien el del escrúpulo,
que se halla reducido a los extremos. Si lo evitas, si buscas la luz,
si quieres sentir la paz, está perdido. ¡Adelante! Te hallas en el
túnel: en su extremo está la luz. Estás en el campo de batalla: la paz
vendrá con la victoria. Luego que esta se presente, no te confíes muy
rápido, fortifícala mediante la fidelidad a los mismos medios. Tu mano
impaciente no corra a saquear en los viejos nidos del escrúpulo, para
ver si aún algo queda: no vayas a excitar las abejas para experimentar
si todavía punzan. Ellas punzan siempre cuando son excitadas, hasta que
no estén muertas; y podrás reconocer que están muertas, cuando… las
olvides. Yo dejo en paz los oscuros recesos, escribe Ee, en que siento que existen siempre las cosas viejas y confusas. Sí, esto está bien hecho. Cuando se siente, dice A, que este o aquel disturbio, como la trepidación de ideas inconscientes, regresa, conviene volver la atención a otro lado.
Sí, una vez más esto está bien hecho. Deja las trepidaciones y las
cosas oscuras y confusas retornar poco a poco en el orden, y haz
tranquilo el orden apoyándolo en la roca de los hábitos fuertes, antes
que renunciar al principio, como se espera que la vuelta sea terminada y
el cemento se haya fraguado, antes de retirar el andamio. Por lo demás,
no a ti, sino a tu director espiritual, concierne modificar las normas
dadas y él se guardará bien de hacerlo muy pronto.
PADRE ANTONIN EYMIEU SJ. Le Gouvernement de soi-même, Essai de psychologie pratique
(El gobierno de sí mismo: Ensayo de psicología práctica), volumen II: “L’obsession et le scrupule” (La obsesión y el escrúpulo). París,
Librairie Académique Perrin et Cie., 1909.
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