viernes, 19 de agosto de 2022

DEL BIENAVENTURADO FRAY EZEQUIEL MORENO Y DÍAZ

  
Reproducimos a continuación (con algunas modificaciones para ordenarlos cronológicamente) apartes del prólogo escrito por el Obispo de Sigüenza D. Toribio Minguella O.A.R. para las Cartas pastorales, circulares y otros escritos del Ilmo. y Rmo. Sr. D. Fr. Ezequiel Moreno y Díaz a manera de reseña de la labor del bienaventurado Ezequiel como Obispo de Pasto.
   
En 1896 el Soberano Pontífice León XIII, de santa memoria, le preconizó Obispo propio de Pasto, diócesis que había sido desmembrada de la de Popayán en 1849, y que ocupa extensísimo territorio, confinante con el mar Pacífico y con las Repúblicas del Brasil y del Ecuador.
    
Entró en Pasto el día 10 de Junio de 1896. Sucesor del muy ilustre en todos sentidos Sr. Caicedo, que había sido elevado a la Metrópoli de Popayán y ocupa hoy la de Medellín, continuó la obra defensiva de su antecesor; y como el peligro arreciaba, arreció también el celo del nuevo Prelado. Sabio, amoroso y vigilante Pastor, alimentó su grey con salubérrima doctrina; fue para todos y cada uno padre cariñosísimo, y defendió a sus hijos y a todos los buenos colombianos contra los voraces lobos, disfrazados no pocas veces con piel de oveja.
  
Esto atrajo sobre él implacables odios, mortales amenazas y terribles persecuciones: todo lo sufrió con heroica paciencia y alegría santa, sin cejar un momento en el combate. Como adalid de la causa católica y para defender la inocencia y la verdad, personificadas entonces en el virtuosísimo Obispo de Portoviejo, el Sr. Schumacher, lanzado de su Sede por los liberales ecuatorianos y refugiado en Samaniego, de la jurisdicción eclesiástica de Pasto, penetró en la arena con la visera levantada, declarándose enemigo irreconciliable de todo liberalismo, y blandiendo contra él las armas de acerada lógica, templadas en la fragua de la caridad. Mientras le duró la vida, permaneció en el redondel de la lucha tremolando siempre la misma divisa, la que mandó que apareciese como único trofeo ante su tumba: el lema que dice EL LIBERALISMO ES PECADO.
   
Decían los liberales que el Sr. Moreno estaba obsesionado contra ellos: también se diría que Jesucristo estaba obsesionado contra los escribas y fariseos, y éstos, efectivamente, así se lo echaban en cara. No: no era obsesión, ni mucho menos odio personal lo que impulsaba al Ilmo. Obispo de Pasto a oponerse constantemente al liberalismo, más aún al manso que al fiero; era un deber ineludible que le imponía su sagrado ministerio.
    
El carácter del Ilmo. Sr. Moreno era dulce, amable, pacífico, teniendo que hacerse violencia para reprender, enojándose contra el pecado, pero compadeciendo y tratando con cariño al pecador. En su Pastoral del 11 de Junio de 1899 decía: «He vuelto de mi viaje a Roma para seguir peleando las batallas de Dios en este campo de la Iglesia donde nos ha colocado, sin condescender ni transigir con el error, aunque compadeciendo siempre a las personas, deseando su conversión y pidiéndola a Dios, aun a costa del sacrificio que más le plazca imponernos». «Me repugna batallar (leemos también en otra de sus Pastorales), me repugna batallar cuando puedo ceder sin faltar a mi conciencia, y sólo lucho cuando un deber de justicia o de caridad me obliga».
   
A principios de 1902 tocaba a su fin la guerra que por espacio de tres años había afligido a Colombia, y en cuya terminación y triunfo de los Conservadores tuvo nuestro venerado Obispo parte tan gloriosa y decisiva como el más valeroso de los Generales. Tiempo era de que el Señor Moreno descansara de sus fatigas y gozase también de la victoria; pero, desgraciadamente, no sucedió así.
   
Los vencidos en los campos de batalla resultaron vencedores en las esferas de la diplomacia, logrando con astucia parte de lo que no pudieron alcanzar con las armas. Ya desde mucho antes evolucionaban algunos liberales entrando en el partido conservador, y conservadores pasando al de los liberales; y si bien esas evoluciones respondían al interés y circunstancias de las personas, éstas pretendían a veces cohonestar con amalgamas de doctrinas sus cambios políticos, realmente inseparables de los religiosos.
     
¿Temió el integérrimo Sr. Moreno que, intimando el partido conservador con el liberal, se produjese el natural contagio, viniendo el temible resultado del monopolio del poder en manos de dos facciones, una más y otra menos liberal, pero ambas liberales, y con ese sistema de turno, que pocas veces seria pacífico, la anulación política de los católicos y la pérdida de muchas almas? Temió eso, y muchísimo más que eso, como lo manifiesta al final de sus «Últimas Disposiciones» con franqueza que algún meticuloso calificará tal vez de áspera, pero que es verdaderamente cristiana y enérgica; pues hay que tener en cuenta el extraordinario prestigio que daban al Ilmo. P. Ezequiel su celo de apóstol y santa vida, y que el Gobierno de Colombia se preciaba y precia todavía de católico.
    
Oigan los Pastusos, oigan los católicos de Colombia, oigan y graben todos en lo más hondo de su alma el tristísimo lamento del P. Ezequiel cuando estaba al borde de la tumba: «Bajo al sepulcro con la gran pena de ver que se trata de descatolizar a Pasto, y que bastantes de los que se llaman católicos tienen ya mucho de liberales, siendo éstos los que más contribuyen a que el error progrese… Pobres ciegos conducen a otros ciegos, y todos van cayendo en los hondos abismos del error. La concordia, tal como se ha entendido y practicado hasta ahora, ha sido una espantosa calamidad para la fe de estos pueblos.» ¡Cómo estas consideraciones apenaban el corazón del Ilmo. Sr. Moreno, y cómo minaron su preciosa existencia! La gloria de Dios, la salvación de las almas y el amor a Colombia le obligaban a conducirse como se condujo, y a escribir como escribió, mereciendo así bien de la Religión y de la Patria. ¡Cuánto más colombiano que muchos de los nacidos en Colombia era el Ilmo. Señor D. Fray Ezequiel Moreno!
   
El Ilmo. y Rmo. D. Fray Ezequiel Moreno y Díaz, de la Orden de Agustinos Descalzos de nuestro Gran Padre San Agustín, Vicario Apostólico que fue de Casanare, y luego Obispo de Pasto, en la República de Colombia, murió el día 19 de Agosto de 1906 en una pobre celda de nuestro Colegio de Monteagudo (Navarra), en donde había vestido el hábito y hecho la profesión religiosa, y donde había desempeñado el cargo de Rector, durante el trienio de 1885 a 1888. Obligado por el Clero y por los fieles de la Diócesis, que le amaban como a verdadero padre, había venido a España en busca de salud; pero el Señor quiso llevarle consigo, después de una penosísima enfermedad, aceptada con gozo sobrehumano y heroicamente sufrida.
   
† Fray Toribio, Obispo.
   
Sigüenza 15 de Mayo de 1908

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