Tomado del Mes de San José, el primero y más perfecto de los Adoradores, Santiago de Chile, Pequeña biblioteca eucarística, 1911. Imprimátur por Mons. Manuel Antonio Román Madariaga, Vicario general del Arzobispado de Santiago de Chile.
DÍA VIGÉSIMO – SAN JOSÉ, PERFECTO MODELO DE PUREZA
San José fue casto y virgen. Él conquistó y conservó siempre ese tesoro, cuyo valor no alcanza a pagar todo el oro del mundo; y que constituye la realeza del amor de Dios en un alma.
Está escrito: “Aquel que ame la pureza tendrá al Rey por amigo”. De ahí que San José, a quien la gracia de Dios previno, pues había sido santificado desde el materno seno, se consagrase a Él por el voto de virginidad. A él no le amedrentó lo que entre los judíos era considerado como un oprobio; y sólo consintió en desposarse con la Santísima Virgen, porque era la condición de esta alianza que ellos guardarían mutuamente su tesoro para Dios. La virginidad era la condición esencial para que San José pudiese llegar a ser digno servidor de Jesús y de la Reina de las vírgenes. Él amaba esta virtud y la custodiaba con el mismo esmero con que cuida un buen siervo de conservar intacta la limpieza y conveniencia de las vestiduras con que ha de comparecer en presencia de su Señor. De manera que en ese primer convento de Nazaret había tres lirios, Jesús, María y José: ¡esto nos revela cuánto agrada a Dios la flor de la virginidad!
Tal ha de ser la pureza del alma dedicada al servicio de la Eucaristía. Como a San José, el Padre celestial le confía el amor, la gracia y la gloria de su Hijo divino; Jesús es todo su tesoro, su Rey y su Dios.
Sólo por la pureza podrá servirle dignamente.
Pureza de espíritu: por la rectitud de intención, no proponiéndose en todas sus acciones sino el mejor servicio de Jesús Sacramentado.
Pureza de corazón: no amando en último término y soberanamente sino a Jesús y a Jesús solo.
Pureza de voluntad: no queriendo sino lo que Él quiere y siempre con la mira de su mayor gloria.
Pureza de cuerpo: por la mortificación cristiana.
¡Oh San José!, que a causa de tu pureza mereciste ser elegido para esposo de la más pura de las vírgenes y ser llamado padre de Jesús, alcánzanos una pureza semejante a la tuya, a fin de que podamos servir dignamente a Jesús en su trono de amor, en unión con María, contigo y con los Ángeles.
Aspiración. — San José, lirio de pureza, alcánzanos la túnica nupcial, requerida para tomar parte en el banquete del Cordero eucarístico
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