Tomado del Mes de San José, el primero y más perfecto de los Adoradores, Santiago de Chile, Pequeña biblioteca eucarística, 1911. Imprimátur por Mons. Manuel Antonio Román Madariaga, Vicario general del Arzobispado de Santiago de Chile.
DÍA VIGESIMOSÉPTIMO – EL AMOR, CAUSA DEL MARTIRIO DE SAN JOSÉ
Bien se puede llamar a San José, el mártir de la vida oculta. Nadie sufrió como él. Mas, ¿cuál fue la causa de tales sufrimientos? Es que cuanto más se santifica un alma, más debe sufrir por amor y para gloria de Dios.
El sufrimiento es el cultivo de la gracia de Dios en un alma y el triunfo de nuestro amor hacia Dios.
Por eso San José, el más grande de los santos después de la Santísima Virgen, sufrió más que todos los mártires.
El principio de sus sufrimientos era su amor tan tierno, tan extraordinario, tan ilustrado hacia Nuestro Señor y su veneración por la Santísima Virgen. Todos los escogidos deben pasar por el Calvario; no es posible llegar hasta el Corazón de Jesús, sin pasar antes por las llagas de sus pies y manos: no tanto se trata aquí de penitencia, como de amor; la penitencia no haría más que satisfacer las deudas, el amor va más lejos: se hace crucificar con Jesucristo y por Él; es justo que cuanto más se ame, más se sufra.
De ahí que el Calvario de San José durase treinta años, sin interrupción; la cruz fue plantada en su corazón y desde el momento en que fue llamado a la dignidad de padre de Nuestro Señor, la sobrellevó hasta el último instante de su vida.
Tuvo, sin duda, algunos gozos; mas no se detuvo en ellos y no fueron duraderos, pues su corazón lo impulsaba a buscar de nuevo el sufrimiento; en el se complacía, sabiendo que el verdadero amor es el amor crucificado. Sólo en el Paraíso nos serán revelados todos los sufrimientos de San José; pero lo que de ellos nos deja descubrir la meditación, nos permite calcular la medida de sus merecimientos y la grandeza de su amor. Pesad sus sufrimientos y tendréis el peso de su caridad; pesad los sacrificios de los santos, conoceréis el grado de su amor; la alegría y los consuelos no constituyen el amor, sino que son su recompensa.
Aspiración. — San José, haznos participar contigo del espíritu de víctima y de sacrificio de Jesús Sacramentado.
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