Por Nuria Ramírez de Castro para ABC (España).
Desde que comenzó la pandemia, los ciudadanos han hecho uso de medidas de protección contra el Covid que nunca han funcionado. Desde pantallas de metacrilato a limpiezas exhaustivas de superficies con lejía. Al principio se hacía por desconocimiento. Pero, con el conocimiento actual, la medida más absurda que mantenemos es la obligación de llevar la mascarilla en espacios al aire libre mientras se nos permite quitárnosla para entrar en un bar o un restaurante a comer o beber.
Si buscáramos un símil de riesgo, sería algo así, como ponerse un casco para salir a pasear y quitárselo al montarse en la moto. Se sabe que el mayor riesgo de transmisión del virus del Covid está en respirar en espacios cerrados o en zonas abiertas con aglomeraciones de personas donde se puede estar muy cerca de un posible infectado.
TEATRO POLÍTICO
Sin embargo, el Gobierno decidió implantar de nuevo la mascarilla —medida a la que dio luz verde este martes, 1 de febrero, el Congreso— cuando la nueva variante Ómicron empezaba a extenderse como la espuma el pasado mes de diciembre. Se obligó a salir al exterior con la boca tapada tras solo seis meses de tregua sin ella. La decisión no convenció a la mayoría de los expertos que trabajan en la lucha contra la pandemia. «Obligar a llevar mascarilla en la calle mientras se permite quitarla en el interior de un bar es una medida absurda», contaba a ABC José Luis Jiménez, profesor de Química de la Universidad de Colorado.
Este científico es uno de los científicos que más ha estudiado la transmisión del virus y considera un «teatro político» estas y otras medidas como seguir usando gel hidroalcohólico o desinfectar superficies. «Eligen una medida que no molesta a ningún actor económico, como es la hostelería. No parece que la prioridad sea parar el virus, sino simplemente la percepción politica», opinaba entonces. En su lugar, propone intensificar la vigilancia de los espacios cerrados con medidores de CO2 y una mayor ventilación.
José María Martín-Moreno, catedrático de Medicina Preventiva de la Universidad de Valencia también calificó la decisión entonces de «insuficiente» y «demagógica». «Políticamente es fácil de implementar y traslada simbólicamente el mensaje de que se están tomando medidas. Mientras tanto se eluden el debate y las decisiones sobre cómo limitar las actividades sociales». Lo decía justo antes de que comenzaran las Navidades, no se limitaron los encuentros y la interacción social de las fiestas disparó la sexta ola.
INCLUSO CON ÓMICRON A LA BAJA
Ahora, con Ómicron en claro descenso, España mantiene su decisión. Convalida el decreto que regula su uso y no se vislumbra un escenario en la que se eliminará aunque otros países europeos la eliminan. La teoría del Ministerio de Sanidad es que ejerce un efecto psicológico para no bajar la guardia ante la pandemia; recuerda a la ciudadanía la importancia de protegerse.
Para el director de la Sociedad Española de Inmunología, Marcos López Hoyos, la mascarilla en exteriores solo sirve en situaciones de alta densidad, por ejemplo, en campus de fútbol, conciertos o zonas comerciales.
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