«Señor, Vos habéis prometido que vuestro Evangelio sería predicado por todo el universo mundo, así pues, suscitad hombres capaces de cumplir esta misión. Los Apóstoles no fueron sino arcilla suave y malebale, hasta que fueron endurecidos por el Espíritu Santo. Que sea así, mi Buen Señor, para vuestra Iglesia Militante; tornad su suelo movedizo en sólidas piedras; erigid en vuestra Iglesia columnas fuertes y poderosas, capaces de soportar las duras fatigas, las largas vigilias, la pobreza, la sed, el hambre, y el calor; que no teman las amenazas de los príncipes, ni las persecuciones, ni la muerte; sino que acepten sufrir con coraje las calumnias, el oprobio y toda suerte de suplicios, para gloria y loor de vuestro Santo Nombre. Así, ¡oh mi Buen Señor!, la verdad de Vuestro Evangelio será predicada en el orbe entero. Es por esto, misericordiosísimo Señor, que os suplicamos ejerzáis vuestra misericordia mostrando sus efectos en vuestra Iglesia».
SAN JUAN FISHER, Obispo de Rochester y Mártir de la Fe. Sermón sobre el Salmo 101, año 1508. En Comentario sobre los siete Salmos Penitenciales, 2.a parte. Londres, Manresa Press, 1915, págs. 36-38. Imprimátur por el Canónigo William Francis Brown, Vicario general de la Diócesis de Southwark, 14 de Agosto de 1914.
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