Para el sentido verdadero que en la Iglesia militante debemos tener, se guardan las reglas siguientes:
- La primera, depuesto todo juicio, debemos tener ánimo aparejado y pronto para obedecer en todo a la verdadera Esposa de Cristo Nuestro Señor, que es Nuestra santa Madre Iglesia jerárquica.
- La segunda, alabar el confesar con Sacerdote, y el recibir del Santísimo Sacramento una vez en el año, y mucho más en cada mes, y mucho mejor de ocho en ocho días, con las condiciones requisitas y debidas.
- La tercera, alabar el oír misa a menudo; asimismo cantos, salmos y largas oraciones en la Iglesia y fuera de ella. Asimismo horas ordenadas a tiempo destinado para todo Oficio divino, y para toda oración, y todas horas Canónicas.
- La cuarta, alabar mucho religiones, virginidad y continencia, y no tanto el matrimonio como ninguna de estas.
- La quinta, alabar votos de Religión, de obediencia, de pobreza, de castidad, y de otras perfecciones de supererogación; y es de advertir que como el voto sea acerca de las cosas que se allegan a la perfección Evangélica, en las cosas que se alejan de ella no se debe hacer voto, así como de ser mercader, o ser casado, etc.
- La sexta, alabar reliquias de Santos haciendo veneración a ellas y oración a ellos; alabando estaciones, peregrinaciones, indulgencias, perdonanzas, cruzadas y candelas encendidas en las Iglesias.
- La séptima, alabar Constituciones acerca de ayunos y abstinencias, así como de cuaresma, cuatro témporas, vigilias, viernes y sábado: asimismo penitencias, no solamente internas, mas aun externas.
- La octava, alabar ornamentos y edificios de Iglesias, asimismo imágenes, y venerarlas según que representan.
- La novenna, alabar finalmente todos los preceptos de la Iglesia, teniendo ánimo pronto para buscar razones en su defensa, y en ninguna manera en su ofensa.
- La décima, debemos ser más prontos para abonar y alabar así Constituciones, comendaciones, como costumbres de nuestros mayores: porque, dado que algunas no sean o no fuesen tales, hablar contra ellas sea predicando en público, sea platicando delante del pueblo menudo, engendrarían más murmuración y escándalo que provecho; y así se indignaría el pueblo contra sus mayores, sea temporales, sea espirituales. De manera que, así como hace daño el hablar mal en ausencia de los mayores a la gente menuda; así puede hacer provecho hablar de las malas costumbres a las mismas personas que pueden remediarlas.
- La undécima, alabar la doctrina positiva y escolástica; porque así como es más propio de los Doctores positivos, así como de San Jerónimo, San Agustín y de San Gregorio, etc., el mover los afectos para en todo amar y servir a Dios Nuestro Señor; así es más propio de los Escolásticos, así como de Santo Tomás, San Buenaventura, y del Maestro de las Sentencias (Pedro Lombardo), etc. el definir o declarar para nuestros tiempos de las cosas necesarias a la salud eterna: y para más impugnar y declarar todos errores y todas falacias, porque los Doctores Escolásticos como sean más modernos, no solamente se aprovechan de la verdadera inteligencia de la Sagrada Escritura y de los positivos y santos Doctores; mas aun siendo ellos iluminados y esclarecidos de la virtud Divina, se ayudan de los Concilios, Cánones y Constituciones de nuestra santa Madre Iglesia.
- La duodécima, debemos guardar en hacer comparaciones de los que somos vivos a los bienaventurados pasados, que no poco se yerra en esto; es a saber: en decir «este sabe más que San Agustín»; «es otro o más que San Francisco»; «es otro San Pablo en bondad, santidad», etc.
- La décimatercia, debemos siempre tener, para en todo acertar, que lo blanco que yo veo, creer que es negro si la Iglesia jerárquica así lo determina, creyendo que entre Cristo Nuestro Señor esposo, y la Iglesia su esposa, es el mismo Espíritu que nos gobierna y rige para la salud de nuestras ánimas; porque por el mismo Espíritu y Señor Nuestro que dio los diez mandamientos es regida y gobernada Nuestra santa Madre Iglesia.
- La décimacuarta, dado que sea mucha verdad que ninguno se puede salvar sin ser predestinado y sin tener fe y gracia: es mucho de advertir en el modo de hablar y comunicar de todas ellas.
- La décimaquinta, no debemos hablar mucho de la predestinación por via de costumbre: mas si en alguna manera, y algunas veces se hablare, así se hable que el pueblo menudo no venga en error alguno, como algunas veces suele, diciendo: «si tengo de ser salvo o condenado, ya está determinado; y por mí bien hacer o mal, no puede ser ya otra cosa»; y con esto entorpeciendo se descuidan en las obras que conducen a la salud y provecho espiritual de sus ánimas.
- La décimasexta, de la misma forma es de advertir, que por mucho hablar de la fe y con mucha intención, sin alguna distinción y declaración, no se dé ocasión al pueblo para que en el obrar sea torpe y perezoso, sea antes de la fe formada en claridad, o después.
- La decimaséptima, asimismo no debemos hablar tan largo instando tanto en la gracia, que se engendre veneno para quitar la libertad. De manera que de la fe y gracia se puedenhablar cuanto sea posible mediante el auxilio Divino para mayor alabanza de la Divina Majestad: mas no por tal suerte, ni por tales modos, mayormente en nuestros tiempos tan peligrosos, que las obras y libre arbitrio reciban detrimento alguno, o por nada se tengan.
- La décimaoctava, dado que sobre todo se ha de estimar el mucho servir a Dios Nuestro Señor por puro amor; debemos mucho alabar el temor de su Divina Majestad; porque no solamente el temor filial es cosa pía y santísima, mas aun el temor servil, donde otra cosa mejor o más útil el hombre no alcance, ayuda mucho para salir del pecado mortal, y salido fácilmente viene al temor filial, que es todo acepto y grato a Dios Nuestro Señor, por estar en uno con el amor Divino. Fin.
SAN IGNACIO DE LOYOLA. Ejercicios Espirituales. Manresa, imprenta de Pablo Roca, 1867, págs. 146-151.
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