domingo, 6 de agosto de 2023

DE LAS GRADAS DEL TRONO PAPAL

Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA.
  
Capilla papal de San Pío X durante la consagración episcopal de 14 obispos franceses (25 de Febrero de 1906). Nótese a los auditores de la Rota sentados en la penúltima grada, y los votantes de la Signatura (revestidos con alba y roquete) sentados en la penúltima grada del trono.

En las funciones solemnes donde tomaba parte, como celebrante o como asistente, el Romano Pontífice era todo orden, un orden que reflejaba el de la jerarquía celestial, citando al gran papa humanista Pío II Piccolomini: «Si vidéres aut celebrántem Románum Pontíficem aut divína audiéntem… profécto instar cœléstis hierarchíæ díceres Románam Cúriam» [1].
   
Obviamente, este orden celestial no era un fasto vano, sino que expresaba, a través de un simbolismo bien construido durante siglos, algo de la fe. De hecho la Belleza, citando a Cristina Campo, es «teológica, es una virtud teologal, la cuarta, la secreta, aquella que fluye de una a otra de las tres claras. Esto es evidente en el rito, precisamentr, donde la Fe, la Esperanza y la Caridad son ininterrumpidamente entendidas y significadas por la Belleza» [2].
   
Y las liturgias solemnes papales expresaban algo de la fe con referencia evidentemente al arquitrabe de la teología católica que es el Papado, aquella única y sublime institución por la cual un hombre es, por decirlo brevemente, “vicario de Dios”.
    
Curioso, en el ámbito del simbolismo anterior, es el significado asignado por ejemplo al puesto donde se sentaban los miembros de dos tribunales pontificios: los Auditores de la Sagrada Rota y los Votantes de la Signatura. Ellos se sentaban en la penúltima grada del trono papal. ¿Por qué? Así lo explica Pío XII [3]:
«… Amor de alta estima, que os es debido por doble título: como sacerdotes del tribunal de la justicia y sacerdotes del altar de la fe. ¿No es tal vez –y ya ha sido revelado– ítidem nobilíssimum sacerdótium (Pío XI, Constitución apostólica Ad increméntum decóris, 15 de agosto de 1934: AAS 26 (1934), p. 497) el oficio de servir a la justicia y definirla, como pensaban los grandes jurisconsultos romanos? A este sacerdocio os acercáis revestidos del alto sacerdocio del altar; y, en el altar, en los solemnes ritos pontificios, vosotros servís y os sentáis en la grada, a los pies del trono papal, casi escoltas que repitem al Vicario de Cristo: La justicia y el juicio son la base de tu solio: Justítia et judícium præparátio sedis tuæ (Sal 89, 15). En vuestros nobles títulos de Prelados Domésticos y Familiares del Sumo Pontífice perdura y vive vuestro doble oficio, que Nuestros Predecesos con el curso de los siglos os asignó como Capellanes Auditores causárum sacri palátii apostólici, cuando la antigua sabiduría romana del derecho, iluminada y sostenida por la antorcha de la justicia cristiana, emergió del ferviente trabajo de la Edad Media para brillar y resplandecer en las mentes en torno al trono papal y desde los altos sillones elevados por los Papas entre los naciones. … La universalidad que la afluencia de causas de todas las naciones de la tierra da al Tribunal de la Rota Romana, como es la gloria de su sabiduría y prudencia, es al mismo tiempo el sello de la unidad de la Iglesia fundada en Pedro, en cuyo nombre administra justicia con esa jurisprudencia autorizada, que tantos elogios ha ganado ya en el mundo; y sus juicios, cualquiera que sea la parte a la que se refieran, lejana o cercana, baja o alta, no distinguen frente a la verdad y la justicia entre los humildes y los grandes… Por tal modo en este Tribunal ordinario el mundo reconoce las respuestas de los jurisconsultos y las constituciones de los Césares unidas con los cánones de los Sucesores de Pedro; y Roma, madre del derecho, desde las orillas del Tíber hasta los confines de la tierra, continúa siendo maestra, enseñando y promoviendo un derecho humano-divino, rayo de aquel Verbo divino humanado, cuya luz de su rostro está signada sobre nuestra razón y cuya luz ilumina a todo hombre que viene a este mundo». 

Así un pequeño detalle enseña la naturaleza de la Iglesia como socíetas perfecta, superior a las otras sociedades que actúan en la escena del mundo, dotada de todos los poderes necesarios para su mantenimiento, comprendido el judicial, ejercitado en modo pleno por el Sucesor de Pedro, juez universal.
  
NOTAS
[1] De la Apología a Martín Mayer: «Si vieras al Romano Pontífice celebrar u oír los divinos misterios… enseguidas serás llevado a decir que la Curia Romana refleja la jerarquía divina».
[2] C. CAMPO, Sotto falso nome, editado por MÓNICA FARNETTI, 2.ª ed., Milán, Adelphi, 1998, págs. 212-215.

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