Esta Hora Santa es especial para la Primera Comunión.
¡Ha descendido Jesús...! Vedle: el mismo que en los campos de Galilea predicaba la inocencia, rodeado de los niños, sus amigos preferidos, es el que está en esa Hostia Sacrosanta... Jesús, mi Redentor en el Calvario... Jesús, mi Juez en la hora de la muerte... Jesús, mi Dios, en lo alto de los cielos, está aquí... a dos pasos... Su Corazón, herido de amor por mí, está triste porque son muchos los pecadores que le ofenden, muchos los tibios que lo olvidan, ¡ay! muchos los buenos que no lo aman como Él lo pide y como Él los ama. Por eso, en este altar gime bajo el peso de la ingratitud de tantos de sus hijos... Está ahí aguardando un consuelo que le haga olvidar las blasfemias, la soberbia, la persecución con que le crucifican todavía los desgraciados pecadores... “Estoy triste hasta la muerte, hijitos míos”, nos repite desde esta Hostia... “¡velad conmigo, siquiera esta hora... velad y orad... por tantos infelices que no creen, que no adoran; por tantos desgraciados pecadores, que no me aman a mí, que los amé hasta morir por ellos...!”.
Como los ángeles de Getsemaní, acompañémoslo, pues, nosotros en esta Hora Santa, con grande recogimiento y con fervor de un íntimo cariño... Escuchemos la súplica que nos dirige su Corazón tan afligido... Pidámosle que acepte este homenaje de reparación y de piedad de todos los de esta casa... Roguémosle que se acerque... que venga a reinar entre nosotros... que tome nuestras alegrías y tristezas..., nuestros trabajos y dolores, todo. ¡Oh sí!... que, al desfallecer de amor en la soledad de este Sagrario, Jesús encuentre ternura que suavice sus heridas, amorosa compañía que endulce sus lágrimas... y, en nuestros corazones, un nido blando en que pueda apoyar su cabeza ensangrentada...
¡Ven, Jesús Sacramentado, en esta Hora Santa, ven a descansar entre nuestros brazos: te amamos, y deseamos consolarte, porque sufres dolores infinitos por tus hijos... ven, Maestro, te amamos en acción de gracias porque tu Divino Corazón nos ama!
Háblanos, Jesús, amigo divino, cuéntanos tus amarguras... reclama, pide desde ese altar la adoración, el desagravio, la piedad que te debemos... háblanos, amante Prisionero del Sagrario...
(Que nada turbe el silencio... el recogimiento del alma, para oír claramente al Señor que va a hablarnos por la herida de su Corazón).
(Pausa)
JESÚS: ¡Qué bien estoy, hijitos míos, en medio de vosotros, que sois el jardín de mis delicias, el huerto de mi paz...! ¡Qué bien me encuentro, rodeado de los que eligió mi Corazón para quererlos con predilección...! ¡Porque, oídme, a vosotros os preferí a mis ángeles! Ya veis: en esta mesa del altar en este banquete de mi amor, ellos sólo me contemplan... me ven en la Hostia... Pero vosotros me abrazáis sobre vuestros corazones... vosotros me recibís al comulgar...! Y Yo, que hice el cielo, encuentro un cielo más hermoso, cuando, abriéndose el Sagrario, me llamáis a descansar en vuestros pechos, al calor de vuestras almas cariñosas...
Si supierais cuánto sufro con el desdén, con el olvido con que me ofenden tantos cristianos, indiferentes conmigo en la Santa Eucaristía... ¡Ah! entonces se renuevan todas las angustias de la agonía, cuando los veo pasar, por millares, grandes y pequeños, ricos y pobres, delante de mi altar, sin tener para mí una palabra de consuelo... Me dejan solo, solo... a Mí que bajé del cielo para acompañar en la tierra a tantos tristes, huérfanos, enfermos y desgraciados... Y esos mismos que Yo quise tanto ¿dónde están? ¿dónde...? ¡Ay! Se han ido... y me han dejado en manos de mis enemigos... en poder de mis verdugos... Es éste, hijos míos, el pago de negra ingratitud que recibo de parte de una inmensa multitud de almas que rescaté, llorando lágrimas de sangre. Vosotros me habéis ofrecido un consuelo... lo espero ansioso porque sé cuánto me amáis... Vuestra palabra sencilla de cariño no puede mentirme; sí, vosotros me queréis de veras... que si alguna vez me habéis ofendido, un momento después me habéis pedido perdón y habéis sido perdonados, porque sois las avecitas de mi templo... Cantadme, pues, un himno de amor... rezad una plegaria fervorosa... pedid misericordia para tantos que la necesitan, y que, sin embargo, no la imploran..., pedid piedad a mi amante Corazón...
LAS ALMAS: Jesús amabilísimo, nada nos confunde tanto, como ver que olvidas nuestras culpas, para pedirnos el consuelo que te dan los santos y tus ángeles..., ¡no somos dignos de recoger tu llanto, no merecemos aplicar a tus heridas el bálsamo, con las mismas manos que te crucificaron, al quebrantar, también nosotros, tus mandamientos... Pero, ya que confías tan tiernamente en estas almas pobrecitas, te daremos, ¡oh sí! el desagravio que buscas en nuestras plegarias, y esta Hora Santa ha de regocijar tu Corazón agonizante, pidiéndote piedad para tantos que la necesitan, Jesús, con suma urgencia... ¡Jesús amado, piedad para nosotros, los colmados de tus gracias!
(Todos, en voz alta) ¡Piedad, oh divino Corazón!
¡Jesús amado, piedad para nuestros hogares, para nuestros padres, deudos y amigos!
(Todos, en voz alta) ¡Piedad, oh divino Corazón!
¡Jesús amado, piedad para los sacerdotes, ministros de tu altar y apóstoles de tu Evangelio!
(Todos, en voz alta) ¡Piedad, oh divino Corazón!
¡Jesús amado, piedad para las almas que te están consagradas, y que te han prometido vivir en santidad!
(Todos, en voz alta) ¡Piedad, oh divino Corazón!
¡Jesús amado, piedad para tu Vicario y para la Iglesia, azotada siempre por la tempestad!
(Todos, en voz alta) ¡Piedad, oh divino Corazón!
¡Jesús amado, piedad para los débiles que se sienten vacilantes en las seducciones del mundo y sus placeres!
(Todos, en voz alta) ¡Piedad, oh divino Corazón!
¡Jesús amado, piedad para los caídos en los lazos del pecado y que sienten un remordimiento saludable!
(Todos, en voz alta) ¡Piedad, oh divino Corazón!
¡Jesús amado, piedad para los empedernidos, que resisten al remordimiento y que permanecen sordos al llamado de tu gracia!
(Todos, en voz alta) ¡Piedad, oh divino Corazón!
¡Jesús amado, piedad para los escandalosos y pervertidos, que condenan a tantas almas, y que así te hieren con lanzada cruel!
(Todos, en voz alta) ¡Piedad, oh divino Corazón!
¡Jesús amado, piedad para los que te aborrecen y persiguen, para tantos que te maldicen y te niegan!
(Todos, en voz alta) ¡Piedad, oh divino Corazón!
¡Jesús amado, piedad para los centenares de moribundos, que en esta misma hora deben decidir, en su agonía, de su suerte eterna!
(Todos, en voz alta) ¡Piedad, oh divino Corazón!
(Pausa)
Sí, Jesús amado, te pedimos piedad, confiados en la ternura inagotable de tu Corazón Divino, te lo exigimos por las promesas de misericordia, hechas a tu confidente Margarita María... te lo reclamamos por la palabra de tu Iglesia que nos muestra, Señor, la herida preciosa de tu pecho, como el asilo seguro, como el arca redentora en todas las necesidades y flaquezas de nuestra miserable vida. Perdón, pues, y olvida... Jesús, ten piedad de todos, buenos y culpables, sanos, tristes y enfermos, ricos y pobres... de todos ten piedad, ¡oh Divino Corazón!
¡Os amo tanto... y por esto os pido con derecho que me améis más, mucho más que tantos otros! Sí, tengo sed ardiente de reinar en esta casa, de ser su Soberano, su solo Dueño... Quiero que todos, en esta mansión de mis dominios, sean enteramente míos, siendo santos...
Os he dado tantas gracias... os he colmado de favores especiales... os he elegido entre millares de almas..., sois mis preferidos... Dadme, pues, en pago de la misericordia con que os he tratado, dadme vuestros corazones, dádmelos por entero y para siempre... ¡No quiero cariño a medias, ni corazones divididos, no...! Este es mi hogar y vosotros todos sois mis hijos, a quienes he entregado el gran tesoro de mi Corazón entristecido. Consoladlo con vida de piedad... y con ansias y fervor al comulgar... Consolad mi Corazón con gran pureza de alma... Consoladme con humildad, con mansedumbre y obediencia... He venido a este hogar religioso para incendiarlo con mi caridad y ¿qué he de querer sino que todas las almas que viven aquí, a la sombra del Sagrario, ardan en el amor a mi Corazón Sacramentado...? Siendo millares los que afuera, en el mundo, me ultrajan y maldicen, ¿no encontraré un abrigo entre vosotros, un asilo de amor ardiente en vuestras almas...?
¡Acércate más, oh Amigo fidelísimo...! acércate y consume nuestros corazones con las llamas que brotan de tu pecho herido:
(Todos, en voz alta) Ven y reina en esta casa, ¡oh Divino Corazón!
Por el fervor en recibirte diariamente en la Sagrada Comunión...
(Todos, en voz alta) Ven y reina en esta casa, ¡oh Divino Corazón!
(Todos, en voz alta) Ven y reina en esta casa, ¡oh Divino Corazón!
Por la devoción a María Inmaculada, Madre tuya, y Madre de todos los mortales...
(Todos, en voz alta) Ven y reina en esta casa, ¡oh Divino Corazón!
Por el afecto de ternura incomparable con que amaste siempre a los niños, tus amigos...
(Todos, en voz alta) Ven y reina en esta casa, ¡oh Divino Corazón!
Por la suave compasión con que miraste a los huérfanos, a los tristes y a todos los que sufren...
(Todos, en voz alta) Ven y reina en esta casa, ¡oh Divino Corazón!
Por la confianza encantadora con que te quedabas entre tus amigos y consoladores de Betania...
(Todos, en voz alta) Ven y reina en esta casa, ¡oh Divino Corazón!
Por el asilo que pediste tantas veces al caer la noche, en la vivienda sencilla de los pobres...
(Todos, en voz alta) Ven y reina en esta casa, ¡oh Divino Corazón!
Por el divino agrado con que llegas siempre a las casas que han sido especialmente consagradas a tu amable Corazón...
(Todos, en voz alta) Ven y reina en esta casa, ¡oh Divino Corazón!
Por las delicias celestiales de tu Nazaret inolvidable... por la santidad de esa mansión de paz divina...
(Todos, en voz alta) Ven y reina en esta casa, ¡oh Divino Corazón!
(Lento)
¡Cómo debe dolerte que, en este hogar que has elegido para tu descanso, haya flores que se conviertan en espinas que se clavan en tu pecho ensangrentado!
En recuerdo de Belén y de tu divina Madre...
(Todos) Perdona a los niños culpables, ¡oh Divino Corazón!
En recuerdo de los cuidados paternales con que San José se desveló por ti en tus primeros años...
(Todos) Perdona a los niños culpables, ¡oh Divino Corazón!
En recuerdo de las privaciones que a esa edad sufriste por la pobreza del hogar de Nazaret...
(Todos) Perdona a los niños culpables, ¡oh Divino Corazón!
En recuerdo de los primeros pasos, con que vacilante caminaste, de los brazos de José a las rodillas de tu Madre...
(Todos) Perdona a los niños culpables, ¡oh Divino Corazón!
En recuerdo de tus gracias infantiles que extasiaban a los ángeles, testigos de los encantos de tu primera edad...
(Todos) Perdona a los niños culpables, ¡oh Divino Corazón!
En recuerdo de los juegos de niño con los nazarenos, tus amigos pequeñitos...
(Todos) Perdona a los niños culpables, ¡oh Divino Corazón!
En recuerdo de la admirable sumisión en que viviste obediente en todo a tus dichosos padres...
(Todos) Perdona a los niños culpables, ¡oh Divino Corazón!
En recuerdo de los ósculos y abrazos con que regalabas a la Virgen, al trasladarte de la cuna a su regazo maternal...
(Todos) Perdona a los niños culpables, ¡oh Divino Corazón!
Sí, perdónalos, Jesús Sacramentado, y no permitas que nosotros muramos a tu amor, manchando con pecado grave la conciencia...
(Todos) Perdona a los niños culpables, ¡oh Divino Corazón!
(Pausa)
(Pedid por las almas del Purgatorio).
Y mira, buen Jesús, puesto que Tú has pensado en los míos que murieron, para redimirlos y para consolarme... yo, a mi vez, quiero pensar en aquellas almas cuya ausencia del altar y de los templos te entristece tanto, ¡los pobrecitos pecadores!... Pongo en tus manos las almas de los fallecidos en mi hogar, y, por ellas y sobre todo por la vuelta al redil de las ovejas que has perdido..., por la conversión de tantos infelices pecadores, caídos en las garras de Satán, vamos a rogarte con plegaria de tu misma Iglesia: muéstrate benigno y escúchanos ¡oh buen Pastor!
Letanías al Sagrado Corazón de Jesús
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Jesucristo, óyenos.
Jesucristo, escúchanos.
Dios Padre celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad, que eres un solo Dios, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, Hijo del Padre Eterno, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen María, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, unido substancialmente al Verbo Divino, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, de majestad infinita, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, templo santo de Dios, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del Cielo, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, hoguera ardiente de caridad, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, Santuario de la justicia y del amor, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, lleno de amor y de bondad, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, rey y centro de todos los corazones, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, en quien están encerrados todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, en quien habita toda la plenitud de la divinidad, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, en quien el Padre tiene todas sus complacencias, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, de cuya plenitud hemos participado todos nosotros, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, deseado de los collados eternos, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, paciente y de gran misericordia, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, rico para con todos aquellos que te invocan, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, fuente de la vida y de la santidad, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, saciado de oprobios, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, despedazado por nuestras maldades, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, que te has hecho obediente hasta la muerte, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, traspasado con la lanza, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, nuestra vida y nuestra resurrección, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, nuestra vida y nuestra resurrección, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, nuestra paz y nuestra reconciliación, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, salud de los que en ti esperan, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, esperanza de los que mueren en tu amor, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que borras los pecados del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que borras los pecados del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que borras los pecados del mundo, ten piedad de nosotros.
V. Jesús, manso y humilde de Corazón.
R. Haz mi corazón semejante al tuyo.
Oración
Omnipotente y sempiterno Dios, pon los ojos en el Corazón de tu muy
amado Hijo, y en las alabanzas y satisfacciones que te ha ofrecido a
nombre de los pecadores, y aplacado con ellas, perdona a los que
imploran tu misericordia en nombre del mismo Jesucristo, que contigo
vive y reina, en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los
siglos. Así sea.
(Pausa)
JESÚS: Antes de terminar esta Hora Santa, quiero, hijos míos, quiero que me presentéis, como regalo de amor, una gran promesa: comulgar con fervor y con suma frecuencia... Son tantos los cristianos y aun los niños, que rara vez o que jamás comulgan... Venid... ¡oh, venid! vosotros en su nombre, a reparar esa dejación, ese olvido que me aflige cruelmente... Pedid que vengan los pequeños de mi rebaño... rogad ahora que se acerquen a mi pecho atravesado... que se lleguen a él sin temor los niños, para beber, en mi sangre... la inocencia, la humildad, la fuerza, las delicias de mi cielo.
(Todos, en voz alta) ¡Gracias por el beneficio de nuestra Primera Comunión! En unión con los primeros mártires, los niños inocentes sacrificados por tu nombre:
En unión con el ángel de Getsemaní y con los ángeles que te cantaron en Belén y que te ensalzan en la Hostia:
(Todos, en voz alta) ¡Gracias por el beneficio de nuestra Primera Comunión!En unión con los pastorcitos que lloraron de amor al besarte, recostado entre pajas miserables:
(Todos, en voz alta) ¡Gracias por el beneficio de nuestra Primera Comunión!(Todos, en voz alta) ¡Gracias por el beneficio de nuestra Primera Comunión!
Consagración a los Sagrados Corazones de Jesús y María
En unión con los niños venturosos, tus compañeros de juego, de trabajo y de plegaria:
(Todos, en voz alta) ¡Gracias por el beneficio de nuestra Primera Comunión!En unión con las dichosas madres que besaban tus pies, mientras sus hijos dormitaban en sus brazos:
(Todos, en voz alta) ¡Gracias por el beneficio de nuestra Primera Comunión!En unión con Juan tu precursor y con Juan tu predilecto, amigos fieles y confidentes de tu vida:
(Todos, en voz alta) ¡Gracias por el beneficio de nuestra Primera Comunión!En unión con el joven de Naím y la hija de Jairo, resucitado por la ternura compasiva de tu Corazón:
(Todos, en voz alta) ¡Gracias por el beneficio de nuestra Primera Comunión!En unión con Tarsicio, el mártir que pagó, con su sangre y vida, tu amor en la Santa Eucaristía:
(Todos, en voz alta) ¡Gracias por el beneficio de nuestra Primera Comunión!En unión con la Virgen Madre que te cantó en la cuna y te arrulló sobre su Corazón Inmaculado:
(Todos, en voz alta) ¡Gracias por el beneficio de nuestra Primera Comunión!Señor, al irnos, terminada esta Hora Santa tan feliz, te dejamos en el Sagrario, al lado de tu Corazón muy amado, nuestros corazones amantes... Son tuyos, Jesús, y serán entera y eternamente tuyos, en amor de inocencia, en amor de humildad ¡ah! y sobre todo en amor ardiente a tu adorable Eucaristía... Adiós, Dueño Divino; que la Virgen María, que San Juan y Margarita María sigan pidiendo en nuestro nombre por el triunfo de tu Corazón en la Iglesia, en los pecadores y en los moribundos... Acuérdate, Señor, de los que agonizan ahora mismo en el mundo entero: ¡piedad por ellos...! Adiós, Jesús Sacramentado... debemos retirarnos, pero nuestras almas, avecitas tuyas, se esconden en la llaga de tu pecho y ahí se quedan, adorando, amando y reparando... ¡Y tú, Señor, cuando la tempestad de la blasfemia, del odio, de la soberbia, de la cobardía te persiga, ya sabes, Jesús-Hermano, que en tus agonías tienes un jardín en esta casa y un huerto de paz y consuelo en cada corazón!
(Padrenuestro y Avemaría por las intenciones particulares de los presentes. Padrenuestro y Avemaría por los agonizantes y pecadores. Padrenuestro y Avemaría pidiendo
el reinado del Sagrado Corazón mediante la Comunión frecuente y diaria,
la Hora Santa, y la Cruzada de la Entronización del Rey Divino en
hogares, sociedades y naciones).
(Cinco veces) ¡Corazón Divino de Jesús, venga a nos tu reino!
¡Oh Jesús! yo os consagro mi corazón: colocadle en el vuestro, pues sólo en él quiero vivir y sólo a él quiero amar. En vuestro Corazón quiero vivir desconocido del mundo y conocido de Vos sólo; en ese Corazón beberé los ardores del amor que consumirán el mío; en él encontraré la fuerza, la luz, el valor y el verdadero consuelo. Cuando el mío esté desfallecido, él me reanimará; cuando inquieto y turbado, él me tranquilizará.
¡Oh Corazón de Jesús! haced que mi corazón sea el altar de vuestro amor; que mi lengua publique vuestra bondad; que mis ojos estén siempre fijos en vuestra llaga; que mi espíritu medite vuestras adorables perfecciones; que mi memoria conserve siempre el precioso recuerdo de vuestras misericordias; que todo en mí exprese mi amor a vuestro Corazón, ¡oh Jesús! Y que mi corazón esté siempre pronto a sacrificarlo todo por Vos.
¡Oh Corazón de María, el más amable después del de Jesús, el más compasivo, el más misericordioso de todos los corazones! Presentad a vuestro Hijo nuestras resoluciones. Él se enternecerá a la vista de tantas miserias y nos librará de ellas; y después de haber sido nuestro refugio, nuestra protectora sobre la tierra, ¡oh Madre de Jesús! seréis nuestra reina en el cielo. Amén.
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