sábado, 30 de julio de 2022

BEATO JUAN SORETH, REFORMADOR DEL CARMELO


Juan Soreth nació cerca a Caen en Normandía en 1394, y entró en el convento carmelita local. Ordenado sacerdote hacia 1417, recibió el doctorado en teología en París en 1438, y luego fue maestro allí. Fue provincial de la Provincia Francesa del Carmelo entre 1440 y 1451, y XXV Prior General latino de la Orden desde 1451 hasta su muerte.

Fue incansable en sus esfuerzos para renovación, durante un período crítico tanto para la Iglesia como para la Orden: La peste había diezmado ciudades y conventos; por causa de la mitigación hecha por el prior general Juan Faci y aprobada por el Papa Eugenio IV con la bula “Románi Pontíficis” del 15 de Febrero de 1432, la disciplina religiosa se había disipado en aras de la subsistencia, aceptándose a cualquier individuo, o relacionándose en demasía con los seglares. Muchos religiosos no iban al coro, faltaban a la pobreza, y habían abandonado el apostolado. El papa Calixto III fue su gran valedor para la ingente reforma que llevó a cabo (incluso quería crearlo cardenal), para lo cual viajó por Francia, Alemania, Italia e Inglaterra, haciendo visitas canónicas y promoviendo una observancia más fiel de la vida religiosa tanto en las provincias antiguas como en la congregación reformada mantuana, que buscaba independizarse para observar la regla primera de San Alberto Jerosolimitano.
   
Ante el rechazo de algunas casas (en Colonia lo arrojaron del convento, y tuvo que excomulgar a los rebeldes), tuvo que fundar nuevos conventos que siguieran la reforma. Escribió la “Exposítio parænética in Régulam Carmelitárum”, un comentario sobre la regla en que habla de la importancia de la observancia interior, sin la cual las normas y austeridades externas nada son. Toca igualmente los temas de la oración, el silencio y la humildad para la vida personal y comunitaria de un religioso, anticipándose en un siglo a la reforma de Santa Teresa de Ávila (es de saber que Sixto IV, con la bula “Dum atténte meditatióne” del 28 de Noviembre de 1476, había concedido mayores libertades, anulando parcialmente la reforma de Soreth). «La ruina de la toda la Orden viene por el abandono de la vida regular», decía nuestro beato.
 
Publicó unas nuevas constituciones monásticas en 1462. Entre sus otras actividades estaba el apoyo y establecimiento de la segunda orden carmelita, especialmente luego de la bula “Cum nulla” del Papa Nicolás V, con fecha 7 de Octubre de 1452. Agrupó a las mujeres que vivían en casas de carmelitas y vestían mantos blancos (de ahí que se las llamaba “Mantellate” o “Pinzochere” en Italia, como también “Beguinas” en Flandes, o “Beatas” en España), y apoyó fundaciones en el norte de Europa como la que hizo la beata Francisca de Amboise, duquesa de Bretaña, quien fue la primera monja carmelita entre los latinos, al imponerle el hábito en el convento de las Tres Marías en Vannes el 25 de Marzo de 1468. También fundó la Tercera Orden para los laicos, a partir de algunas asociaciones piadosas en torno a las iglesias del Carmen, y para ellos escribió unas Constituciones en 1455.
  
Devoto como fue del Santísimo Sacramento (con el que es representado), en 1468, durante el saqueo de Lieja por Carlos “El Temerario” duque de Borgoña, ingresó a una iglesia en llamas para rescatar las hostias arrojadas por la soldadesca, y las condujo en un ciborio a la iglesia de los carmelitas. En 1459 logró que el Papa Pío II aprobase Misa y Oficio propio para San Ángel Jerosolimitano, protomártir del Carmelo.

Murió el 25 de Julio de 1471 en el convento de Angers, después de la visita al convento de Nantes, en circunstancias poco claras: las crónicas oficiales cuentan que murió de cólera tras comer fresas verdes, mientras que otras refieren que fue envenenado por un fraile contrario a la reforma. El beato Bautista Spagnoli de Mantúa, famoso humanista, escribió una elegía en su honor. Si bien tuvo gran culto, apenas hasta 1866, en el marco del proceso de beatificación de Francisca de Amboise, Pío IX reconoció su culto mediante beatificación equivalente.
   
ORACIÓN (Del Misal propio carmelita)
Oh Dios, dador de todo bien, que confirmaste al bienaventurado Juan con el celo ardiente de tu honor y singular fortaleza para afrontar los peligros, concédenos por sus méritos e intercesión, que toleremos toda adversidad, y consigamos persistir en tu amor. Por J. C. N. S. Amén.

1 comentario:

  1. ¡Ay, Orden del Carmelo! ¡Ay de Ti, porque traicionaste tu misión de custodiar el Rito Jerosolomitano! ¡Te faltó valor y celo por tu Tradición! ¿Ahora quien intercedera por ustedes ante el Trono del Altísimo diciendo: No les tomes en cuenta este pecado? Santos varones del Carmelo, rogad por nosotros .

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