Elena de Skövde quedó muy pronto viuda muy joven. Más que hundirse en la depresión, se puso en seguida en plena actividad repartiendo limosnas (era de familia rica, pero pagana) y planificando la construcción de una iglesia, que no existía en la ciudad.
Al morir su yerno a manos de sus sirvientes porque este abusaba de su esposa, ellos acusaron a Elena de incitar el crimen. Para olvidar ese ultraje a su persona, se fue en peregrinación a Tierra Santa, donde se quedó cuatro años. A su regreso, se inaugura la iglesia. Y en este feliz día en que podía ver, por fin, el templo en Gotene, alguien malintencionado de su familia la asaltó y le dio muerte el 31 de julio de 1160.
Cuenta la leyenda que un ciego, acompañado por un niño, recobró la vista al contemplar un rosal iluminado vivamente, ubicado en el lugar en el que había caído asesinada Elena, a una distancia de unos cuantos kilómetros de Skovde. En ese lugar también brotó una fuente de agua. Gracias a este milagro, todo el mundo le llama al sitio Elins Kalla (Fuente de Elena). Su culto fue aprobado por el Papa Alejandro III en 1164.
En 1596, el cuarto arzobispo luterano de Upsala Abraham Angermano mandó que se enterrara la fuente. Todo fue inútil porque el agua siguió saliendo de la misma forma. Al lado mismo de la fuente había una capilla dedicada a la santa. La iglesia que ella mandó construir, la devoró el fuego en el incendio de 1759.
Se reconstruyó y el pueblo entero pedía que los restos de Elena descansaran para siempre en la iglesia de Skövde. Actualmente, en la vigilia de san Juan, va mucha gente a a visitarla, sobre todo los enfermos.
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