lunes, 11 de julio de 2022

LOS “TRADICIONALISTAS” UNA VEZ AL MES (Respuesta a un grupo de “Traditiónis Custódes”)

En relación a la situación en la Cooperativa agrícola San Isidro en Casalgrande Alto (Reggio Emilia, Italia), que adhirió a la “Resistencia” williamsonista separándose de la diócesis modernista de Reggio, un “Grupo establecido Beato Rolando Rivi” de la ciudad de Correggio escribió un comunicado.
   
A este comunicado patético, los miembros de San Isidro en Casalgrande Alto respondieron que el grupo “Rolando Rivi” juega una vez al mes al “católico tradicionalista”, haciendo la vista gorda al modernismo el resto del mes (situación que es común a los grupos neocones y tradiacuerdistas).
  
Conviene recordar que si no fuera por los padres Gommar DePauw y Joaquín Sáenz y Arriaga, los obispos Blasius Sigibald Kurz OFM, Pierre Martin Ngô Đình Thục, Marcel François Lefebvre y Antônio de Castro-Mayer, y seglares como el ingeniero Mateo Roberto Gorostiaga Victorica o el Dr. Eberhard Heller, entre muchos otros personajes (cada uno en su medida) de la primera época de la lucha tradicionalista, ni siquiera el Vaticano modernista se habría tomado la molestia de hacer retiradas estratégicas y darle a los neocones la “tierra de nadie” en que ellos se están.
 
Sin más que decir, la carta:
Leyendo el Comunicado del grupo estable “Beato Rolando Rivi” y en referencia a los hechos recientes de Casalgrande Alto en que se «condena la grave elección por parte de los miembros de la dicha comunidad», resulta difícil ocultar la risa.
  
Nos reímos al leer en el comunicado térmimos como «nuestra experiencia», o «nuestra historia».
   
Claro, porque pensamos en aquellos católicos conservadores que aman sentirse «tradicionalistas» una vez al mes; rigurosamente en un día ferial, posiblemente en horario vespertino a fin de no perturbar la quietud del limbo en que están inmersos desde tiempo inmemorial, con la aprobación y la complacencia del Monseñor modernista de turno que, a veces, hasta les hace visita, revigorizando la moral de las tropas para extasiar con remolinos de encajes y bordados.
   
Pensamos en aquellos católicos que viven y producen el acomodamiento respecto al escándalo y a la injusticia de encerrar la Misa de Siempre, la Misa de los Apóstoles, la Misa de San Pío V, celebrada en los siglos por huestes de Santos Sacerdotes (y que por otra parte llenó de gracias el alma y el corazón del mismo Beato Rolando Rivi), relegada a un día infrasemanal después de las siete de la tarde cada treinta días –o, cuando va espléndido, el primer viernes de mes.
   
Pero tal modalidad, el encerrar, esto es, el Cielo en el baúl de los encajes y de los bordados para desempolvarlos cada tanto para hacer feliz a la abuela, no toca más las conciencias de los cato-conservadores, considerando aquellos sesenta minutos al mes una gentil concesión de la Jerarquía vaticanosegundista, una experiencia por ellos mismos definida «extraordinaria» en contraposición a la ordinariedad (entendida como normalidad) del rito modernista al cual ellos mismos, tal vez, presencian habitualmente, conscientes de la inconciliabilidad total entre los dos ritos, el uno católico y el otro de clara matriz protestante.
    
A nuestro juicio, tal «historia» y tal «experiencia» en la tradición no han traído nada, si daño a la tradición misma.
   
Porque las cosas van así, con católicos rigurosamente a matrículas alternas, para los cuales la «Misa extraordinaria» en comunión con todo y todos, viene folclorísticamente celebrada en el momento justo, con tantas huestes de cofrades vestidos mensualmente con su mejor túnica.
   
El domingo, sin embargo, se puede volver a la parroquia con las guitarras, la comunión en la mano, y el «no soy digno de participar en tu mesa» en la comunión —esta sí— con Lutero y toda la actual jerarquía que lo ha rehabilitado.
   
El sábado, los niños van al catecismo con catequistas que les enseñan cuán bello es el reciclaje.
   
Nuestros cato-conservadores sin embargo continúan lamentándose, tal vez, por qué no, cómodamente sentados en una reunión del «consejo pastoral».
   
Bueno, a diferencia de lo que dicen las acusaciones, creemos que los hechos nos han demostrado cómo los obispos que se han sucedido en las últimas décadas no solo no han reconocido el real valor de la Misa católica de siempre, sino que continuamente se han dedicado a combatirla, escondiéndola a la propia grey, esperando ahogarla en el olvido, teniendo como colaboracionistas precisamente los «católicos» del compromiso, aquellos con el pie en dos zapatos, de la unidad a todo coste sin Verdad, los equilibristas de una nueva Democracia Cristiana que, para seguir en las gracias de hombres de Iglesia ahora de otra fe, muestran saber golpear con cinismo y oportunismo a quien la Misa verdadera, la de Siempre, la vive y la defiende cotidianamente.
   
Pero recordamos bien a un miembro del grupo que nos ataca presumir su misalito de la Misa en latín firmado precisamente por Monseñor Marcel Lefebvre en Venecia, año 1980. Nos acordamos de relatos de los ejercicios espirituales en los cuales este habría participado bajo la dirección de un sacerdote lefebvrista consagrado después obispo por el mismo Lefebvre: Monseñor Richard Nelson Williamson.
   
Y todavía recordamos, en tiempos aún más recientes, de sus repetidas presencias (precisamente como cantor) en las Misas de la Fraternidad San Pío X en Budrio di Correggio, Misas que ahora, improvisamente, serían pues de criticar y juzgar como «no en comunión».
   
Todavía tenemos memoria también de otro miembro del grupo que nos acusa: un señor que en el 2017, después de una primera crítica, se presentó en nuestra procesión de reparación para tomar fotos, escribir artículos y felicitarse en gran voz con los organizadores.
   
Agradecemos finalmente al grupo estable «Rolando Rivi» que nos invita a «arrepentirnos» y a regresar «en plena comunión con la Iglesia», tranquilizando los «fuegos amigos» con las palabras de un Santo obispo de Campos, Monseñor Antonio De Castro Mayer:
«No hay oposición alguna entre nosotros y la Roma de los Apóstoles. Bastaría que las autoridades de la Iglesia se reconciliasen con la Tradición infalible de Roma, que condenasen los desvíos del Concilio Vaticano II y las locuras del denominado “espíritu del Concilio”, y la reconciliación sería automática».
    
Cristiano Lugli y Alessandro Corsini, también en nombre de otros miembros de la comunidad de Casalgrande Alto.

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