lunes, 25 de julio de 2022

LA INCOHERENCIA POLÍTICA DE BIDEN (Y DE LOS MEDIOS OLIGÁRQUICOS) RESPECTO A ARABIA SAUDITA

Columna de Casey Chalk para CATHOLIC WORLD REPORT. Traducción propia.
    
EL FRENESÍ MEDIÁTICO SOBRE EL VIAJE DE BIDEN A ARABIA SAUDITA IGNORA EL VERDADERO ESCÁNDALO
 
El presidente estadounidense Joe Biden golea sus puños con el príncie heredero saudí Mohammed bin Salmán a su llegada al palacio Al Salmán en Yeda, Arabia Saudita, el 15 de Julio de 2022 (Fotografía de CNS/Bandar Algaloud, cortesía de la Casa Real Saudita, vía Reuters)
 
El reciente viaje del presidente Biden a Arabia Saudita estuvo tan plagado de controversia que su administración decidió que era necesario defenderse con una contra-editorial en el Washington Post. Eso no detuvo a la empresa mediática socialdemócrata (aún humeando sobre el probable asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018 por el régimen saudí) de expresar su desacuerdo con la visita para reunirse con el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salmán (MBS). «Biden choca los puños con MBS después que una vez votó por hacer a Arabia Saudita un estado ‘paria’», informó NBC News con obvia consternación. Fred Ryan, publicista y director ejecutivo de The Washington Post (para quien Khashoggi trabajó), llamó «vergonzosas» las interacciones de Biden con MBS en el palacio real en Yeda, Arabia Saudita, mientras la columnista Karen Attiah del WaPo la calificó como una «crasa traición». 
  
Ni la administración Biden es la única en afrontar presiones por intimar con los saudíes. Durante meses el golfista profesional Greg “El Tiburón” Norman ha afrontado presión de periodistas deportivos y colegas golfistas por su promoción de la liga internacional de golf LIV financiada por saudíes, que ha atraído grandes nombres como Phil Mickelson, Dustin Johnson y Sergio García. La columnista deportiva del Washington Post Sally Jenkins llamó a Norman un «bolso de mano falso» y lo fustigó por su «trabajo horrible y depredador para el homicida régimen saudí». 
  
Aun con toda la fanfarronería elitista respecto a distinta cooperación o complicidad de varios políticos, deportistas y celebridades en las actividades del régimen saudí, su primaria reacción sobre los anillos malvados de Riyad es un poco hueca. No es porque Arabia Saudita no sea culpable de un gran mal. Es porque el asesinato de Khashoggi y su maltrato a las mujeres son solo los síntomas de un mal mucho mayor: la adhesión del régimen y proliferación de una rama extremista del islam que ha causado incalculable caos letal alrededor del mundo y puso en riesgo las vidas de millones de cristianos. 
  
La rama particular del islam practicada y endosada oficialmente por la casa de Saúd es el Wahhabismo, un sistema radical de creencias que mira con desdén no solo a los no musulmanes, sino incluso a otras formas del islam. Es explícitamente antisemita (sic). Aquí un ejemplo de lo que se enseña en las secundarias saudíes: «No vendrá el Día del Juicio hasta que los musulmanes combatan a los judíos, y los musulmanes matarán judíos htasta que el judío se esconda tras un árbol o una piedra. Entonces el árbol y la piedra dirán: “¡Oh, musulmán!, ¡oh siervo de Dios!, un judío se esconde detrás mío, ¡ven y mátalo!”. Excepto un tipo de árbol, el garqad, que es un árbol judío. Ese no lo dirá» (Hadiz Muslim, libro 41, número 6985). 
  
Esta es la catequesis islámica dada a Osama bin Laden cuando era niño. De los 19 secuestradores de al-Qaeda responsables por el 9-11, 15 de ellos eran ciudadanos saudíes. La segunda mayor fuente de combatientes extranjeros para el Estado Islámico en Iraq y Siria fue Arabia Saudita. «El dinero proveniente de Arabia Saudita presuntamente va a to al-Qaeda en al Penínula Arábiga (AQAP), la central de al-Qaeda, y sus grupos afiliados, incluyendo Lashkar-e-Taiba, el grupo militante paquistaní», indicó un reporte por el Fondo Carnegie para la Paz Internacional. 
  
Y los saudíes han sido muy exitosos en propagar su rama extremista del islam alrededor del mundo. De acuerdo a un informe, muchos líderes de los talibanes fueron educados en madrasas financiadas por saudíes en Pakistán, 24.000 escuelas. Hay madrasas financiadas por saudíes en Tailandia, Malasia, Indonesia, y muchos otros países alrededor del mundo musulmán (y no musulmán). Si quieres saber cuánto se ha propagado el islam antioccidental, anticristiano y antisemita (sic) alrededor del mundo, inspirando miles de ataques terroristas, y motivando a mulás radicales a acosar, amenazar y agredir físicamente a amigos míos cristianos paquistaníes, no mires más lejos de Arabia Saudita. 
  
No es solo la ideología violenta responsable por miles de muertes alrededor del mundo. Arabia Saudita es también un lugar terrible para los cristianos. No hay iglesias legales en el país, y regularmente los trabajadores migrantes cristianos sosn deportados si son descubiertos reuniéndose para el culto, a pesar del hecho que presuntamente más de un millón de personas que viven allí son cristianos. Convertirse del islam es considerado legalmente como apostasía y se castiga con la muerte, aunque los ciudadanos saudíes que se convierten al cristianismo muy probablemente son asesinados por miembros de su propia familia.
    
También es ilegal para los saudíes poseer una Biblia, y las biblias no son permitidas en el país (bajo pena de muerte). Un amigo católico que vivió en Arabia Saudita por varios años raramente asistía a Misa, porque la única posibilidad que tenía era cuando un sacerdote visitaba la embajada de una nación predominantemente católica. Personas han sido severamente castigadas por tratar de propagar la fe cristiana. Según Open Doors USA, Arabia Saudita es la undécima peor nación del mundo para los cristianos, detrás de países como Afganistán, Corea del Norte, y Somalia. 
  
Si estás consumiendo solo informes de las empresas mediáticas tradicionales, probablemente no oirás mucho sobre esto. Ellos están más enfocados en criticicar a Arabia Saudita a los esfuerzos corporativos occidentales para impulsar la ideología LGBTQ+. O sobre el asesinato de un periodista soltero (que era un bígamo en secreto) hace cuatro años: esto no desvía mucho de la naturaleza horrible e injustificada de su muerte, sino que simplemente señala que los medios han ido más millas retóricas sobre la muerte de Khashoggi que las millones de minorías cristianas perseguidas y las miles de personas asesinadas por las acciones y propaganda del régimen saudí. 
  
En otras palabras, las élites en las empresas mediáticas tradicionales y empollones de política exterior están más preocupados con sus propios intereses estrechos (v.g. los derechos LGBTQ+) que con los males mucho mayores perpetrados por los saudíes. Ellos conjurarán miles de contraeditoriales y caricaturas políticas para expresar su disfavor con los saudíes por matar a uno de los suyos, pero son comparablemente silentes cuando se va a décadas de responsabilidad saudí por el terrorismo global y la persecución de minorías religiosas. Ellos censurarán a los golfistas profesionales por beneficiarse del “dinero sangriento” saudí, pero omitirán los cientos de millones de dólares que los saudíes bombean a instituciones académicas estadounidenses de las cuales se graduaron, incluyendo el M.I.T., Harvard, y Georgetown. 
  
Hay una razón por la que el respetado estudioso Darío Fernández Morera no publicó su ampliamente aclamado libro explicando el mito del Paraíso Andalusí con una editorial universitaria. Es la misma razón por la que los estudios islámicos contemporáneos en los Estados Unidos no ofrecen los tipos de críticas agresivas al Islam o el Corán que uno encuentra en los programas de estudios religiosos de las universidades: tales estudios amenazarían la vaca lechera del donante de fondos del Golfo. Muchas de nuestras prominentes universidades están agradecidas con los extremistas musulmanes que restringen la libertad académica. 
  
Entonces hay una buena razón para ser un poco escépticos sobre la crítica de la élite tecnócrata a Arabia Saudita. Para alguien que conoce a muchas familias paquistaníes cristianas que han sufrido por la ideología cruel e intolerante de los saudíes, los señalamientos socialdemócratas sobre Khashoggi y la prohibición de las banderas arcoíris por Riyad son un poco desafinados. Durante uno de mis viajes a Afganistán, uno de mis superiores, que anteriormente había servido en Arabia Saudita (y frecuentemente no era capaz de practicar su fe católica mientras estuvo allí), me dijo que los saudíes eran más o menos equivalentes a los talibanes, excepto que ellos usan relojes de pulsera de oro mientras ejecutan a sus enemigos. Cómo consiguieron semejante aparato refleja décadas de élites estadounidenses haciendo la vista gorda ante el mal.
   
Casey Chalk contribuye para Crisis Magazine, The American Conservative, y New Oxford Review. Él posee títulos en historia y docencia de la Universidad de Virginia y una maestría en teología de Christendom College.

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