miércoles, 20 de julio de 2022

SAN JERÓNIMO EMILIANI, CONFESOR Y FUNDADOR

«Sed sobrios y vigilad, porque vuestro adversario el diablo ronda como león rugiente buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe» (1.ª Pedro V, 8-9).
   
 
Jerónimo, nacido de una importante familia de Venecia en 1486, siguió primero la carrera militar, donde se destacó por su coraje pero cayó en los vicios, sobre todo la ira. Siendo puesto a la defensa del castillo de Castelnuovo, en la guerra de Venecia contra la Liga de Cambrai, fue tomado prisionero y cargado de cadenas. En su infortunio, invocó a la Santísima Virgen y se convirtió, y esta bondadosa Madre rompió sus hierros el 27 de Septiembre de 1508 y lo condujo, a través de los enemigos, hasta Treviso. Una vez entrado en la ciudad, suspendió sus cadenas ante el altar de su libertadora. Después que volvió a Venecia, su ciudad natal, fue nombrado gobernador de Castelnuovo, pero regresó a su ciudad, donde se consagró muy especialmente al cuidado de los huérfanos que había dejado una hambruna y una plaga que asoló la ciudad. Estableció para ellos hospicios en Venecia, Bérgamo, Brescia, Como y Somasca. Ordenado sacerdote, asoció a su obra algunos abnegados laicos y echó así las bases de la Orden de los Somascos. Murió el 8 de febrero de 1537, de una enfermedad que había contraído cuidando los enfermos en medio de una plaga.
  
MEDITACIÓN SOBRE LAS TENTACIONES Y LOS MEDIOS PARA VENCERLAS
I. Dios permite al demonio que nos tiente, a fin de probar nuestra virtud y aumentar nuestra recompensa; pero nunca permite que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas. Podemos resistir, si lo queremos; el demonio puede inducirnos al mal, pero no puede constreñimos a cometerlo; conservamos siempre la libertad y las gracias necesarias para resistirle. «El demonio puede muy bien ladrar, excitar, pero no puede mordernos; nos tienta por la persuasión y no por la violencia; no fuerza nuestro consentimiento, lo pide» (San Agustín).
  
II. Nosotros mismos nos tentamos concediendo toda clase de libertades a nuestros sentidos, halagando a nuestro cuerpo y dejándolo en la ociosidad y las delicias. Tentamos a los demás, incitándolos al pecado con nuestras palabras y nuestros ejemplos. «Forzamos al demonio a que nos tiente proporcionándole las ocasiones de hacerlo: porque él se sirve de lo que hemos visto, dicho u oído, para llevarnos al pecado. ¿Por qué habremos de oír lo que no se puede hacer sin pecado?» (Tertuliano).
  
III. San Pedro nos indica tres medios para resistir las tentaciones: la sobriedad, la vigilancia y la fe. Sé sobrio, y alejarás casi todas las tentaciones contra la castidad; vigila, tus acciones, y fácilmente descubrirás las asechanzas que el demonio te arma; en fin, sé hombre de la fe y la fe te dará la victoria sobre todos tus enemigos: porque no puede ser vencido quien cree en el infierno, que es castigo del pecado, y en el cielo, que es recompensa de la virtud.
  
La fortaleza y la generosidad. Orad por los que sufren tentación.

ORACIÓN
Oh Dios Padre de las misericordias, por los méritos e intercesión del bienaventurado Jerónimo que disteis como sostén y padre a los huérfanos, concedednos la gracia de conservar fielmente el espíritu de adopción, en virtud del cual nos llamamos, y en efecto lo somos, hijos vuestros. Por J. C. N. S. Amén.

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