viernes, 2 de junio de 2023

CONGAR TUVO RAZÓN: EL MODERNISMO DILAPIDÓ LA HERENCIA DE LA IGLESIA

Traducción tomada de CAMINANTE WANDERER.
  
   
«La liturgia, que ha sido durante mucho tiempo inmutable y que parecía serlo para siempre así, está hoy en plena mutación: “Nos están cambiando de religión”. Los cambios provienen de un poderoso llamado a una mayor autenticidad, ya sea en referencia a las formas originales, o a un recurso a una tradición más pura más allá de los excesos tan mezclados de la historia, o en referencia a las solicitudes de evangelización tan vivas hoy en medio de un mundo sin fe. O, finalmente, en virtud de una necesidad, característica del hombre unidimensional, de expresarse a sí mismo, personal o colectivamente, en la verdad de sus sentimientos. Esto, obviamente, conlleva un cierto peligro de atribuir una importancia decisiva a datos psicológicos y sociológicos, que muy probablemente pronto darán paso a otros datos. Con estos cambios, ya hemos perdido una riqueza incomparable: probablemente no para los fieles, para quienes los cambios nos resultan absolutamente beneficioso, sino para nosotros los clérigos. Los hombres que, como yo, son conscientes de haberse beneficiado inmensamente de la liturgia latina, encuentran difícil ver caer secciones enteras de un tesoro milenario en el abismo del olvido, del cual sólo unos pocos especialistas podrán exhumar solo por un instante. Entramos en esta herencia, no sin peticiones, pero pacíficamente. Las peticiones de autenticidad no son, de hecho, nuevas, y ya más de una reforma había sido emprendida por Pío X y Pío XII. Pero todavía vivíamos en el mismo antiguo edificio litúrgico. Hoy lo hemos dejado de lado y aspiramos a creaciones nuevas.
    
Vamos, en conclusión, a examinar rápidamente el impacto que las dificultades actuales de la obediencia pueden tener en la vida litúrgica de la Iglesia, con sus exigencias de creatividad. Todo lo que hemos reconocido se encuentra aquí. Resumámoslo brevemente:
  1. El principio personal quiere que el acto litúrgico no sea como una obra de teatro donde se siga, con más o menos arte, el libreto y las indicaciones escénicas: el acto litúrgico debe ser el de cada uno, y también el de la comunidad. Debe pues expresar el movimiento hacia Dios de personas vivas. Puede haber algún conflicto entre este y el principio de institución, la intercelebración del Pentecostés de París en 1968 es una prueba. De todas maneras, queda el urgente e inmenso problema de la búsqueda del sentido y de la expresión, en la liturgia, de la vida real de los hombres, es decir, de su vida en la ciudad secular. Esto se justifica en una necesidad nueva de creatividad. El hombre de la edad técnica no expresa adecuadamente su culto en las formas derivadas de épocas en dominio de la vida agrícola y de orden jerarquizado. Este es siempre el problema de fondo planteado por el cambio de civilización.
  2. La búsqueda humana y cristiana de fraternidad se traduce en la necesidad de participar en la determinación de las formas de vida y también, de nuevo, en desear que la celebración exprese una comunidad real.
  3. La búsqueda de un sentido de autenticidad se tradujo en un examen de contenido, en voluntad de la transparencia de los signos, en exigencia de lealtad, en deseo de asumir la vida real de los hombres.
Frente a todo esto, la liturgia ofrece muy buenos recursos, pero también plantea exigencias propias a su naturaleza, y por tanto a su verdad. La liturgia es, por definición, cosa de todos. No puede simplemente abrazar los datos psicológicos y sociológicos de un grupo o de un momento determinados. Ella implica una invitación a ir más allá de los mismos en nombre de las exigencias de un ágape más amplio. La liturgia debe ser un lugar de paz. El hecho de entrar sin disputas en un orden fijado objetivamente es ciertamente favorable a la paz, pero también genera insatisfacción... Yo siempre he estado profundamente impresionado por este carácter específico de la liturgia de asumir la herencia viva de los siglos y de ser siempre, como un cofre que conserva toda la Tradición, “la gran didascália de la Iglesia”. Pues, por un lado, la expresión simbólica contiene la totalidad de una realidad, mucho más allá de lo que puede expresarse o entenderse conceptualmente. Por otro lado, el carácter conservador de la liturgia le permite preservar y transmitir intactos aquellos valores cuya importancia una época puede haber olvidado, pero que la época siguiente se alegra de encontrar intactos y conservados, para poder vivir de ellos nuevamente. ¿Dónde estaríamos si el conservadurismo litúrgico no hubiera resistido el gusto de la Baja Edad Media por las devociones sensibles, o los imperativos individualistas, racionalistas y moralizantes del siglo XVIII, o la crítica del siglo XIX, o las filosofías subjetivas de la época modernista? Gracias a la liturgia, todo nos ha sido preservado y transmitido. Oh, no nos expongamos a incurrir, dentro de sesenta años, en el reproche de haber dilapidado la sagrada herencia de la comunión católica en su desenvolvimiento a través del lento pasar de los tiempos. Mantengamos la sana conciencia de que estamos frente a una realidad que nos supera en todos los aspectos: en contenido, en altura, y en profundidad».

YVES MARIE-JOSEPH CONGAR OP, “Autorité, initiative, corresponsabilité” (Autoridad, iniciativa, corresponsabilidad). En La Maison-Dieu: cahiers de pastorale liturgique, cuaderno 97, vol. 1 (I trimestre de 1969). París, Éditions du Cerf, págs. 53-55

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