jueves, 6 de octubre de 2022

ORACIÓN DE BENEDICTO XV POR LAS MISIONES CATÓLICAS

Oh Jesús, no se apaga el eco de la palabra con la que comparasteis la escasez de trabajadores con la inmensidad de una mies: messis quídem multa, operárii áutem páuci. Han pasado ya tres siglos desde que la Sede Apostólica se ha ocupado de la evangelización de los infieles de manera ordenada y constante. El celo de los misioneros enviados por la Sagrada Congregación de Propaganda Fide ha dado muchos frutos: la sangre derramada por aquel atleta generoso fue semilla de cristianos [San Fidel de Sigmaringa] que, hace tres siglos, marcó las primicias de los mártires de la misma Sagrada Congregación. Pero, sin embargo, ¡cuántos pueblos están todavía envueltos en las tinieblas de la ignorancia! ¡Cuántas personas todavía se sientan en las sombras de la muerte! ¡Ah! ¡Qué doloroso es comparar el número de creyentes con el mayor número de infieles! Tal comparación, al tiempo que nos hace apreciar mejor la luz admirable de la fe que nos guía en la peregrinación terrena, reaviva en nuestro corazón el recuerdo de aquellas otras palabras divinas: «Rogad, pues, al Dueño de la mies, que envíe obreros a su mies»: Rogáte ergo dóminum messis ut mittat operários in messem suam. Vos, oh Señor, sois el dueño de la mies, en la cual está representada la multitud de los hombres. Os rogamos, pues, que multipliquéis el número de misioneros, que acrecentéis su celo y que bendigáis sus esfuerzos, para que la buena semilla de la palabra divina dé frutos abundantes, que se recojan en los graneros celestiales. Escuchad, Señor, esta oración que nos sugiere el deseo de ver extendido vuestro santo reino. Y, como la bella aspiración sale del corazón más que del labio todos los días: advéniat regnum tuum; dadnos firmeza y constancia en la resolución que os presentamos, para contribuir de la mejor manera posible, y según la medida de nuestras fuerzas, a favorecer la obra de Propagación de la Fe.

Concedemos a todos los fieles, por cada vez que recen esta oración, la indulgencia de 300 días, y a los que la han dicho todos los días, la Plenaria una vez al mes en las condiciones habituales.
Vaticano, 17 de Noviembre de 1921.
BENEDICTO P. XV

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