lunes, 3 de abril de 2023

LAS DIFICULTADES EN LA ORACIÓN MENTAL

Traducción del artículo publicado en THE WM REVIEW.
    
¿POR QUÉ LA ORACIÓN MENTAL PUEDE SER TAN DIFÍCIL?: RESEÑA DE “DIFICULTADES EN LA ORACIÓN MENTAL” DE DOM EUGENE BOYLAN
«Que proceda a orar a Nuestro Señor con sus propias palabras tan pronto como pueda y tan frecuentemente como pueda».
  
Una oración por los que están en el mar (Frederick Daniel Harvey. Óleo sobre tabla, 1879. Galería de Arte de Wolverhampton, Inglaterra).
   
INTRODUCCIÓN
  
Esta es una reseña del libro Dificultades en la oración mental, por Dom Eugene Boylan, publicada en años recienres por Baronius Press.
   
Muchos católicos desean mantener una práctica de oración mental. Muchos católicos también se quejan de hallar difícil, o incluso imposible, establecer este hábito. Este problema puede persistir incluso por muchos años.
  
Este es un obstáculo grave porque muchos escritores espirituales, incluyendo grandes santos, resaltan la importancia, y de hecho la necesidad, de la oración mental para el progreso en la vida espiritual.
   
En la víspera de la adveniente calamidad de la revolución en la Iglesia, Boylan, monje de la abadía cisterciense de Roscrea, escribió:
«Si hay algo mal con nuestros sacerdotes y religiosos de hoy, si hay alguna falla incluso por parte de los laicos en vivir la fe que sin duda poseen, si nuestra resistencia a la infiltración de la civilización pagana, de los modos paganos y de los principios paganos en nuestras mentes y corazones, en nuestra vida pública y privada, no es tan vigorosa, tan firme y tan resuelta como debería ser, la causa seguramente se halla en la falta de una vida interior y, fundamentalmente, en la falta de tal vida, en su debida proporción entre los sacerdotes y religiosos.
    
Con la mejor voluntad en el mundo, no es fácil estar seguro que todo es como debería ser. No escasean voces de advertencia –voces competentes– clamando en advertencia; no faltan señales –señales inequívocas– dándoles apoyo; incluso se dice que las admoniciones sobrenaturales no son inauditas, todas deplorando la falta del debido fervor y vida interior en la religión.
    
No está en nosotros intentar emitir juicios sobre el estado de cosas. Pero está en cada uno de nosotros examinar su propia condición, y ver si está en armonía con el admirable equipamiento espiritual que Dios le ha dado a cada uno de nosotros en nuestro bautismo. Porque el mismo Dios ha venido a vivir en nuestras almas, para ser nuestro Guía, nuestra Fortaleza, nuestra Vida y nuestro Amor» [1].
En la Iglesia actual, hay muchos hombres y mujeres de buena voluntad que desean profundizar en su vida interior y todavía, a pesar que las disposiciones sean tan altas, y a pesar que se hagan muchas resoluciones, luchan por hacer de esta práctica una parte de su vida.

Boylan escribe en el libro:
«Enfrentados a la creciente necesidad de llevar una vida santa en contacto con un mundo cada vez más abiertamente pagano, frecuentemente urgidos por un sentimiento más o menos consciente de las necesidades de uno de los momentos más críticos en la historia de la Cristiandad, muchas almas han comenzando a examinar el estado de su salud espiritual y a buscar medios de avance espiritual.
   
La necesidad por una mayor energía espiritual los ha llevado a considerar especialmente su oración, porque han llegado a la conclusión que la oración es la fuente de su fuerza espiritual y el centro de su vida espiritual» [2].
Sin embargo, trágicamente:
«Muchos encuentran que hay algo mal en su oración; evidencian una falta de progreso y una creciente dificultad, e incluso un creciente disgusto a ese ejercicio. Algunos concluyen que es una simple pérdida de tiempo ir a ‘orar’ como lo han estado haciendo; otros encuentran el tiempo dado a la oración una carga que está haciéndose prácticamente intolerable» [3].
Fue para dar remedio a este problema que Dom Eugene Boylan escribió Dificultades en la oración mental.
   
SOBRE DOM EUGENE BOYLAN
   
Eugene Boylan (1904-1964) fue un monje de Mount St. Joseph, una abadía cisterciense en Roscrea en el condado Tipperary, Irlanda. Nacido en 1904, entró al seminario de la Archidiócesis de Dublín en 1921, pero lo dejó después de un par de años, concluyendo que el sacerdocio diocesano no era su llamado. Estudió física y matemáticas en el University College de Dublín y en Viena. Regresó a Dublín para asumir el cargo de conferencista asistente en física, donde comenzó a desarrollar una reputación como científico. 
   
Pero en 1931, eligió abandonar el mundo, y recibió el hábito cisterciense en Mount St. Joseph, haciendo su profesión final en 1936 y siendo ordenado sacerdote en 1937. Fue elegido abad del monasterio en 1962, pero murió trágicamente, el 5 de Enero de 1964, después de menos de dos años en el cargo, luego de un accidente en coche.
   
Durante sus treinta y tres años como monje, Boylan ganó renombre como predicador, confesor, y director de retiros. Su experiencia en la cura de almas lo alertó de las muchas dificultades afrontadas por los que desean crecer en la vida espiritual. 
  
Dificultades en la oración mental, publicado en 1944, fue escrito en apoyo de un religioso que había asistido a uno de sus retiros. Rápidamente se convirtió en un clásico de los escritos espirituales en el mundo angloparlante, y ha sido reimpreso muchas veces desde su muerte en 1964.
  
Comenzaré esta reseña examinando brevemente la naturaleza de la oración mental y luego procederé a ofrecer a los lectores un vistazo al enfoque de Boylan detallando sobre una dificultad particular que se encuentra frecuentemente.
   
¿QUÉ ES LA ORACIÓN MENTAL?
  
En el libro, Boylan define la oración como la «elevación de la mente y el corazón a Dios, para adorarlo, alabarle, darle gracias por Sus beneficios, y para suplicar Su gracia y misericordia» [4].
   
La oración se puede dividir en oración vocal y oración mental. 
   
La oración vocal ocurre «cuando hacemos uso con nuestros de un fórmula establecida y nos dedicamos a conformar de alguna forma nuestros pensamientos y deseos con nuestras palabras» [5].
   
En la oración mental «nos dedicamos a originar estos pensamientos y deseos en nosotros mismos por alguna reflexión, y luego a darles expresión por palabras –generalmente nuestras palabras– o incluso por ese silencio elocuente donde el corazón habla con Dios y Le da la alabanza apropiada sin el ruido de las palabras» [6].
    
Con todo, como recalca Boylan, «incluso si articulamos palabras, o vocalizamos estos actos y deseos, no cesa por ello nuestra oración de ser oración mental. Este es un error que algunas personas cometen, pensar que deben reprimir toda expresión o palabra articulada en la oración mental» [7].
   
Los actos que hacemos en la oración mental se llaman “afectos”. Estos son: 
«[E]sencialmente, actos de la voluntad, por los cuales esta se mueve hacia Dios, y elicita otros actos de las diferentes virtudes, como la fe, esperanza, caridad, dolor, humildad, gratitud y alabanza» [8].
En el libro, Boylan explica que en las primeras etapas de la vida espiritual, estos afectos por lo general no pueden producirse sin esfuerzo. Por ende, usualmente es necesario enfocar la mente en las cosas que nos ayudarán a «impulsar el corazón a actuar y dar expresión a sus deseos» [9]

Esta «labor preparatoria de reflexión y consideración» se llama “meditación”. 
   
El muy importante papel de la meditación en preparar la mente y el corazón para la oración mental es tal que a veces todo el ejercicio de la oración mental es llamado “meditación”. Esto es desafortunado, como explica Boylan, porque esto implica que la esencia de la práctica es la reflexión o visualización de lo que consiste la meditación, en vez de la conversación con Dios, y de los “afectos” que la acompañan, que son la verdadera materia de la oración mental.
    
Este malentendido puede ser fatal para la práctica de la oración mental, como lo explicaré con más detalle a continuación.
    
LAS DIFICULTADES DE LA ORACIÓN MENTAL
   
¿Por qué muchos de nosotros hallamos difícil la oración mental?
    
Hay una razón que es todo, menos universal, especialmente en nuestro mundo moderno altamente moderno:
«Las cosas de esta vida, el afán de la actividad humana, la experiencia diaria de los sentidos, abarrotan la imaginación y excitan las emociones a tal punto que las verdades más abstractas de la fe y los misterios de la vida de Nuestro Señor a diez y nueve siglos de distancia tengan poco alcance en la mente» [10].
Pero hay otras razones, como se aludió antes, y es aquí donde el libro de Boylan puede ser de suprema importancia para muchas almas esforzadas.
  
En esta corta reseña, no puedo examinarlas todas, pero espero que el siguiente ejemplo dará una vista al enfoque de Boylan y felizmente os alentará a explorar más por vosotros mismos.
  
Continuando la línea de pensamiento a que me referí antes, Boylan escribe:
«En el sentido estricto de la palabra, la “meditación” se aplica al discurso de la mente  con las obras acompañantes de la imaginación y la memoria, y a esto solo. Como, sin embargo, se da el nombre de meditación al ejercicio en que, en el programa del día, un tiempo declarado es apartado para la oración mental, la palabra es frecuentemente aplicada a cualquier forma de oración mental. 
   
Aun si un religioso es elevado a las alturas de la contemplación, se dice que está “en su meditación”. Este uso tiene sus desventajas; hace a un lado una palabra muy útil, que aquí será remplazada por “reflexión” o “consideración”, y esto lleva a los que toman el nombre tan estrictamente a pensar que la esencia de este ejercicio de la oración mental yace en las consideraciones.
    
Ahora, en realidad el hecho es que no hay verdadera oracion hasta que el alma comienza a hacer “actos”, o afectos. Esto no puede ser enfatizado bastante. El propósito de la consideración, reflexión o “meditación” en su sentido estricto, es meramente llevar al alma a producir actos. Tiene otros efectos, que serán considerados más tarde, pero una vez vienen los actos, está hecho su trabajo, y debe ser puesto a un lado hasta que el alma ya no pueda ir a hacer actos, o en otras palabras, ya no pueda ir a hablar con Dios de una forma u otra, porque eso es en lo que realmente consiste la oración. 
    
Si tal conversación con Dios se halla posible desde el mismo comienzo del tiempo de oración, no debería hacerse ningún intento en las consideracionea en la medida en que nuestra conversación con Dios continúe, aun cuando esto signifique dejar también las consideraciones» [11].
Todos los métodos de meditación tienen el mismo objetivo: mover a las almas hacia la conversación con Dios. Hay muchos métodos diferentes, porque los seres humanos varían ampliamente en la personalidad, temperamento, edad, cultura, madurez, experiencia, etapa de desarrollo espiritual y otros factores. Sin embargo, en los siglos recientes, ha dominado un tipo particular de método:
«Los métodos detallados de la oración discursiva, hallados en muchos manuales, y que son una dificultad para la clase de almas que estamos considerando ahora, son de un crecimiento comparativo reciente, porque su propagación data de alrededor del siglo XVI. En los tiempos antiguos, cuando la vida religiosa era más monástica en la forma, y la fe tal vez más viva, no se sentía por lo general la necesidad de tan detallado plan. 
    
La noción también de la oración mental como algo confinado a un período especial de tiempo era algo extraño a las mentes de la época… El trabajo de la meditación… era suplido por la lectura espiritual… y era continuado por la reflexión actual y ponderar las verdades de la fe o los misterios de Cristo durante el tiempo de trabajo manual o los períodos libres del día. 
    
Los actos de oraciones jaculatorias durante el día ayudaban a volver el corazón hacia Dios, y el Divino Oficio daba expresión en una forma definida e inspirada a los sentimientos y necesidades, no solo del alma individual, sino también de toda la Iglesia, el Cuerpo de Cristo. Así, cuando un religioso se entregaba a la oración privada, ya estaba hecha la labor preparatoria, e iba directamente al tema de la oración» [12].
   
LA TIRANÍA DEL MÉTODO
  
Con el tiempo, y especialmente después de la invención de la imprenta, se desarrollaron métodos de meditación para asistir a los religiosos activos, clérigos seculares y laicos para prepararse para la oración mental. Un método clásico, que ha dado enorme fruto espiritual por medio milenio, es el de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Frecuentemente, los métodos que se hallan en los libros modernos se basan en él de una forma u otra. 

Pero un método que da gran fruto espiritual en una persona, puede no ser fructífero para otra. Muchos de nosotros quedamos “enganchados” en un método en particular y hacemos de la adhesión a él el foco de nuestra oración. Nuestras luchas con el método pueden llevarnos no a abandonar intentarlo, sino también al mismo abandono de la oración mental. Y esto ocurre no porque no podemos conversar con Dios, sino porque hallamos difícil seguir un método particular de meditación o consideración. 
   
Así, el individuo es impedido de desarrollar la amistad con Dios por un intento sincero pero mal encaminado a seguir un camino para el cual no está preparado, confundiendo ese camino por la oración mental. 

Esto es una tragedia. 
   
El remedio es entender que la oración mental consiste en conversar con Dios, y no en algún método particular de meditación. El método usado es útil solamente si nos ayuda a alcanzar tal fin.
  
Como escribe Boylan:
«Las muchas almas que pueden seguir [un método de este tipo] no necesitan de nuestros remedios, pero es deseable advertirles que estén dispuestos a modificar su método si dejare de ser útil, y para ponerlos en guardia contra el error que puede cometerse por una noción errada de la naturaleza esencial de la oración, de pensar que la reflexión es oración, y por tanto no darle suficiente tiempo a hacer actos y hablar con Dios.
   
Quizá ellos puedan hallar nueva esperanza en la sugerencia que pueden haber más posibilidades abiertas a ellos» [13].

Los métodos que han sido más populares en siglos recientes no sustentan a los que benefician en cada etapa de su vida espiritual, y hay algunos hombres y mujeres para los cuales simplemente son los métodos equivocados:
«Hay [un] tipo de temperamento que halla gran dificultad en la meditación discursiva. Algunas almas llegan a sus conclusiones por una suerte de intuición que por un largo discurso de razonamiento. Cuando una materia se les presenta, ellos rápidamente recogen todos los frutos disponibles en el momento, y la cosecha no se incrementará por la consideración prolongada.
    
No es hasta más tarde, a la luz de nuevo conocimiento y experiencia, que sus convicciones son profundizadas y extendidas. Tales almas tienen poco por ganar tratando de tener la mente fija mucho tiempo en los puntos de una meditación. Es mejor para ellos pasar a los actos, y tratar de hablar a Nuestro Señor o, si eso falla, repetir las frases de una oración favorita, lenta y detenidamente…
    
Las quince décadas del Rosario forman un programa de oración para muchas almas. Otras hacen uso similar del Vía crucis. Otra forma es recordar que la Misa está comenzando en algún lugar en cada momento. Si uno sigue la Misa en el pensamiento y la imaginación, se puede proporcionar materia adecuada para la oración» [14].
    
UNA EXPRESIÓN DE LA EXPERIENCIA COMÚN
  
Si la primera parte del texto anterior resuena contigo, no estás solo: 
«Parece… haber ciertas personas que, a pesar de los esfuerzos continuados e indudable buena voluntad, no solo no encuentran ninguna ayuda en el uso de tales métodos de oración, sino que incluso les obstaculiza, a veces hasta el punto que todo el asunto de la oración se les convierte en una carga insoportable. 
   
Como resultado, lo que debería ser la fuente de la vida espiritual se les convierte en secadal, la perseverancia se hace difícil, y el avance solo se logra por esfuerzos heroicos. El alma puede incluso abandonar todo intento de oración, y acabar en desastre espiritual» [15].
Si te reconoces en esta descripción, entonces el libro de Dom Eugene Boylan es para ti:
«Se espera que todas estas almas puedan encontrar el comienzo de una solución a sus problemas en la siguiente discusión de la oración mental» [16].
Te aliento a leerlo y a permitirle a Boylan mostrarte cómo al final puedes comenzar a encontrar la amistad con Nuestro Señor Jesucristo por medio de la práctica de la oración mental que es, en palabras de Santa Teresa de Ávila:
«[N]ada más sino como una amostad íntima, una conversación frecuente, de corazón a corazón, con Aquel a quien conocemos es Nuestro Amador» [17].
Como escribe Boylan:
«[Q]ue cada alma renueve su esperanza y su intención de perseverar en la oración… Que tome la oración como tomaría toda la vida espiritual, como una búsqueda por Jesús, un ansia por una unión cercana con Jesús. Que medite tanto como sea necesario… pero que proceda a orar a Nuestro Señor con sus propias palabras tan pronto como pueda y tan frecuentemente como pueda» [18].
  
NOTAS
[1] Dom Eugene Boylan, Difficulties in Mental Prayer (1943), (edición de Baronius Press, 2019), pág. 114.
[2] Boylan, Difficulties, pág. 1.
[3] Boylan, Difficulties, pág. 1.
[4] Boylan, Difficulties, pág. 2. 
[5] Boylan, Difficulties, pág. 2. 
[6] Boylan, Difficulties, pág. 2.
[7] Boylan, Difficulties, pág. 2.
[8] Boylan, Difficulties, pág. 3.
[9] Boylan, Difficulties, pág. 3.
[10] Boylan, Difficulties, pág. 3.
[11] Boylan, Difficulties, pág. 9-10. Boylan señala que no todos los autores coinciden con él.
[12] Boylan, Difficulties, pág. 13.
[13] Boylan, Difficulties, pág. 11.
[14] Boylan, Difficulties, pág. 20.
[15] Boylan, Difficulties, pág. 11-12.
[16] Boylan, Difficulties, pág. 12.
[17] Boylan, Difficulties, pág. 74.
[18] Boylan, Difficulties, pág. 118.

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