miércoles, 26 de abril de 2023

NUESTRA SEÑORA DEL BUEN CONSEJO


El origen del título mariano de “Madre del Buen Consejo” es atribuido tradicionalmente al Papa San Marcos (reinó entre el 18 de Enero y el 7 de Octubre del 336), que hizo evangelizar la región de Genazzano, no lejos de Roma, pero la iglesia dedicada a este título fue construida por su sucesor San Sixto III (reinó entre el 432 y el 440), como agradecimiento a la ciudad por proveer los materiales y el dinero para la construcción de la basílica de Santa María la Mayor. Desde el 27 de Diciembre de 1356, el templo y la parroquia de Genazzano habían sido confiados por el príncipe Pedro Jordán Colonna a los Ermitaños de San Agustín, para atender espiritual y materialmente los peregrinos que llegaban allí.
  
Para el año 1467, la iglesia de la Virgen del Buen Consejo se encontraba necesitando recursos a fin de su restauración, ya que estaba abandonada y amenazando ruina. La beata Petrucia de Jenco, viuda de Juan de Nocera desde 1436 y terciaria agustina, había dado sus bienes para la obra, pero el dinero se agotó antes de terminar la construcción, atrayendo las burlas de la población local, que la trataba de loca. Resulta que a Petrucia se le había aparecido la Virgen diciendo que su imagen llegaría de muy lejos, de Albania, y que debía construirse una iglesia para acogerla. A las burlas, Petrucia respondía: «No os preocupéis, hijos míos, por este infortunio aparente. Os aseguro que antes que yo muera (tenía 80 años), la Santísima Virgen y San Agustín llevarán a término los trabajos de la misma iglesia que yo he comenzado». Y he aquí que, el sábado 25 de Abril, a las cuatro de la tarde, los lugareños y peregrinos que habían acudido a la fiesta de San Marcos, oyeron una melodía celestial y doblar las campanas, y vieron una nube muy brillante dirigirse hacia una capilla en la nave izquierda de la iglesia inconclusa, donde al desvanecerse dejó una imagen de 31×42,5 cm (15×18 pulgadas), pintada sobre una tenue capa de estuco, sobre la pared sin adherirse a esta. 
   
Petrucia, cual Ana profetisa, decía a los concurrentes al milagro: «¡He aquí (señalando a la imagen) la causa del sonido, he aquí la imagen bendita que yo esperaba, y que vosotros veis aparecida!». «¡Virgen Santa! ¡Milagro!», contesta la multitud. La noticia se propagó por toda Italia, las donaciones llegaron y las obras se reanudaron hasta llegar a término, erigiéndose no solo una hermosa iglesia, sino también el convento agustino. Pocos años después, Petrucia murió en fama de santidad, y los frailes agustinos la sepultaron cerca al altar de la Virgen.
   
Poco después de la llegada de la imagen de “Nuestra Señora del Paraíso” (primer nombre que tuvo la imagen, luego pasó a llamarse “Nuestra Señora del Buen Consejo”, tomando el nombre de la iglesia), se hizo saber de dónde venía la imagen: llegaron a Genazzano dos soldados procedentes de Albania, llamados Gjergji y Shkjau (italianizados Giorgio y Sclavis). Ambos contaron que una mañana, la imagen de la Virgen fue desprendida por los ángeles de la pared donde estaba dos siglos antes en la antigua iglesia de la Anunciación a Santa María, cerca al castillo de Rozafa en Scútari (¿quizá otra traslación desde Tierra Santa?), y fueron caminando tras ella por muchas millas, y sus ropas no se gastaron, caminaron sobre el Adriático como si fuese tierra firme, guiados por una columna de nube y fuego. Decían que la imagen desapareció cuando llegaron a Roma, donde oyeron hablar de la imagen venida milagrosamente a Genazzano, y después de orar y ver que la nube reapareció en la muralla de la Urbe, salieron y esta los condujo a Genazzano. Inicialmente, los habitantes no les daban crédito a sus palabras (en parte porque se regocijaban por la llegada de la imagen, en parte porque entendían que era una señal de la invasión turca), pero al ver con cuánto fervor los dos peregrinos oraban ante estas, se persuadieron que ellos hablaban verdad. Ambos se establecieron en Genazzano, formando allí las familias De Giorgio y De Schiavi (esta última extinta hacia el siglo XIX).
   
Llegada de Nuestra Señora del Buen Consejo a Genazzano (Escuela novohispana, siglo XVIII).
   
A estas alturas conviene anotar que para aquel entonces, Albania era una zona de guerra entre la cruz y la media luna. La nobleza local, reunida en la Liga de Lezhë, estaba combatiendo contra las tropas otomanas que en 1453 habían puesto fin al Imperio Romano de Comstantinopla. Los albaneses católicos habían sido dirigidos por Jorge Castriota, señor de Kruja, conocido por los turcos como Skanderbeg (del turco اسکندر بگ/İskender Bey, “Alejandro el Príncipe”) por su ascendencia noble y sus hazañas militares (por esto último, fue llamado Athléta Christi por Calixto III). Hijo de Juan Castriota, Jorge había sido enviado como rehén a la corte turca, a la cual sirvió hasta 1431, cuando apoyó al general húngaro Juan Húnyadi en la batalla de Niš. Skanderbeg atribuyó sus triunfos a la intercesión de la Santísima Virgen de Scútari (en albanés Zoja së Shkodrës), de la cual era devoto desde que se reconcilió con el catolicismo (estando en la corte turca, fue forzado a convertirse al mahometanismo, del que abjuró una vez conquistó Kruja), y ante la cual acudía con sus soldados. Después de muchas batallas contra los turcos (entre ellas la batalla de Kruja en 1450, donde venció al sultan Murad II), Skanderbeg murió de malaria el 17 de Enero de 1467. Él había recibido ya los Últimos Sacramentos cuando supo que el sultán Mehmet II “El Conquistador”, hijo de Murad, estaba asediando la fortaleza de Scútari, y se levantó para dirigir las tropas. Acabada la batalla, Skanderbeg volvió a su lecho mortuorio, y expiró.
   
Jorge Castriota “Skanderbeg” (Cristófano del Altísimo, 1520. Florencia, galería Uffizi).
   
Al llegar a conocimiento de Mehmet que Skanderbeg murió, dijo: «¡Ay de la Cristiandad, que perdió su espada y escudo!». Tuvo razón: la Liga de Lezhë se disolvió, y Scútari pasó a estar en la línea de fuego, porque Juan Castriota, hijo de Skanderbeg, lejos de combatir por la fe como su padre, propendió por las negociaciones: vendió la ciudad a Venecia, que a su vez la revendió a la Sublime Puerta, siendo finalmente conquistada por el sultán el 25 de Enero 1479 tras un cuarto asedio. Si bien las demás imágenes fueron desacradas por los turcos, mllagrosamente, los esfuerzos de convertir la iglesia en mezquita fueron infructuosos.
  
Ruinas de la antigua iglesia de la Anunciación a Santa María cerca al castillo de Rozafa (c. 1895-1900).

Vista de la iglesia (grabado del siglo XIX).

El Beato Pedro Julián Eymard decía que en tiempos de San Agustín, la Fe Católica se practicaba en todo el norte de África y había una diócesis en cada ciudad, pero cuando los musulmanes conquistaron dicha región, la fe se había perdido por las herejías y en castigo, el Señor abandonó los tabernáculos de sus templos para no volver jamás. En Scútari, pasó algo semejante: la veneración a la Virgen se entibió, el pecado era algo habitual, y la gente oscilaba entre Roma y el cisma de los griegos. Giorgi y Sclavis, enviados por Skanderbeg a custodiar la imagen de la Virgen de Scútari, le pedían a Ella les aconsejase qué hacer, porque debían partir, pero temían que la imagen quedase sujeta a profanación ex manu Infidélium, que suelen raer los ojos de las imágenes en las iglesias conquistadas a fin que estas no sean más veneradas. Una noche, la Virgen les dijo que debían alistarse para partir, porque por medio de su imagen, la Virgen se iba también de aquella nación ingrata a otro lugar donde seguiría derramando gracias, y les mandó caminar con la mirada puesta en su imagen. A la mañana siguiente, procedieron según se les ordenó, y partieron del modo en que arriba se dijo.
    
El papa Pablo II (reinó entre 1464 y 1471) envió a dos prelados, Gaucerio de Forcalquier (obispo de Gap) y Nicolás de Crucibus (obispo de Lesina/Hvar), para investigar los hechos, constatando durante más de tres meses (entre el 27 de Abril y el 14 de Agosto) más de 161 milagros y sanaciones, entre ellos la liberación de varios poseídos y la resurrección de un muerto. También viajaron a Scútari, donde se confirmó que la imagen de la Virgen se había separado de la pared, dejando un espacio vacío con las mismas dimensiones que la imagen llegada a Genazzano, y que dado su grosor de cáscara de huevo, era imposible por medios humanos que fuese separada de la pared sin sufrir daños. La comisión declaró que en verdad la imagen de la Virgen del Buen Consejo fue milagrosamente trasladada desde Scútari a Genazzano, y el papa Pablo II aprobó su culto.
   
Altar de Nuestra Señora del Buen Consejo en Genazzano (cuando la imagen no está expuesta).

Detalle del altar.
   
Detengámonos un poco a contemplar esta maravillosa pintura. Siguiendo el tipo bizantino Eleúsa (Ἐλεούσα, Ternura), el cuadro presenta a la Santísima Virgen, vestida con un vestido verde oscuro y borde dorado, amparando en sus brazos con inefable atención materna al Niño Jesús bajo un sencillo arco iris. Los colores son suaves, y finos los trazos de los admirables semblantes. El Niño Jesús, vestido de rojo con un borde dorado, refleja el candor de su corta edad y la sabiduría de quien observa toda la obra de la creación como Señor del pasado, del presente y del futuro. Con indescriptible cariño, el Divino Infante presiona ligeramente su rostro contra el de su Madre, como queriendo decirle algo. Entre ambos existe una atractiva intimidad; la unión de almas se trasluce en el intercambio de miradas. La Virgen, en altísimo acto de adoración, parece estar ocupada en adivinar lo que sucede en lo íntimo del Hijo. Al mismo tiempo, toma en consideración al fiel que se arrodilla afligido a sus pies, haciéndolo partícipe, de alguna manera, en la celestial convivencia que el cuadro nos ofrece. No hace falta decir nada; basta con que el necesitado se aproxime, y sentirá producirse en su alma una acción balsámica.
   
Entre sus grandes devotos se destacan los papas Alejandro VI (otorgó indulgencias a cada Misa en el altar de la Virgen; y amenazó con la excomunión a los ladrones que intentaban robar las donaciones y ofrendas al santuario), San Pío V (que le obsequió un corazón de oro luego de la victoria de Lepanto), Urbano VIII (peregrinó allí el 21 de Octubre de 1630), el Beato Inocencio XI (que coronó solemnemente la imagen el 25 de Noviembre de 1681), Clemente XI (él mismo de ascendencia albanesa –se apellidaba Albani, y sus antepasados procedían de Laçi–, concedió las mismas indulgencias que a cuantos van a la Santa Casa en Loreto), Clemente XII (concedió Indulgencia plenaria a cuantos visitasen la imagen en Genazzano el 25 de Abril y durante la octava), Benedicto XIV (por el breve “Injúnctæ Nobis” del 2 de Julio 1753 aprobó la Pía Unión de Nuestra Señora del Buen Consejo en Genazzano), Pío VI (quien concedió el 18 de Diciembre de 1779 a la orden de San Agustín celebrar su fiesta el 26 de Abril con Misa y Oficio propio), Pío IX (peregrinó a Genazzano el 15 de Agosto de 1864, encomendándole el Concilio Vaticano), León XIII (nacido en Carpineto Romano, no lejos de Genazzano, y miembro de la Pía Unión; aprobó el 21 de Diciembre de 1893 el escapulario blanco, y 10 años después, el 17 de Marzo de 1903 con el breve “Sacris Ǽdibus” elevó el santuario a Basílica menor y 22 de Abril, con el decreto “Ex quo Beatíssima Vírgine” introdujo la invocación «Mater Boni Consílii, ora pro nobis» en la Letanía lauretana), San Pío X (una vez elegido Papa, fue a orar ante la imagen en la capilla Paulina del Palacio Apostólico), y Pío XII (consagró su pontificado a esta advocación, y le compuso una oración); y también numerosos santos como San Luis Gonzaga (ante un cuadro de la imagen en el Colegio Imperial Madrid hizo el 15 de Agosto de 1583 su voto de castidad y decidió ingresar a la Compañía de Jesús), San Pablo de la Cruz, San Juan Bosco, San Alfonso María de Ligorio o el beato Esteban Bellesini, rector del santuario entre 1826 y 1840. Otros personajes católicos como el Dr. Plinio Correa de Oliveira, Mons. Michel Guérard des Lauriers y Mons. Daniel Lytle Dolan también le tuvieron mucha devoción.
 
Durante la II Guerra Mundial, una bomba cayó a través del techo de la iglesia, destruyendo el santuario y el altar mayor, pero la imagen de la Virgen del Buen Consejo, aunque frágil, sobrevivió sin daños aun estando a pocos pasos del sitio de la explosión. Una restauración posterior reveló que la imagen era más grande que el área visible que todos conocemos.
   

En Albania, aun con musulmanes o el comunismo (que durante la campaña atea de Enver Höxha, imitando la “Gran Revolución Cultural Proletaria” de su entonces aliado Mao Zedong, demolió hasta sus cimientos la iglesia nueva a Nuestra Señora –construida en 1917–, luego de convertirla en un salón de baile en 1946), el recuerdo que la Virgen de Scútari permaneció entre los católicos albaneses: la Virgen del Buen Consejo (Zoja e Këshillit të Mirë) fue declarada patrona de Albania en 1895, y es celebrada en Scútari el tercer domingo de Octubre, reflejando la antigua observancia el 8 del mismo mes.
  
ORACIÓN
Oh Señor, que nos habéis dado a la Madre de vuestro Hijo, para que sea también Madre nuestra, y que os habéis dignado glorificar su hermosa imagen con una milagrosa aparición. Concedednos, os suplicamos, que, siguiendo siempre sus consejos, vivamos según vuestro corazón sacratísimo y arribemos felizmente a nuestra patria celestial. Por J. C. N. S. Amén.

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