Traemos esta
encíclica del Papa Pío IX, publicada en el contexto de la “Unificación
Italiana” bajo la Casa de Saboya, en la cual los “Camisas Rojas” del
francmasón Giuseppe Garibaldi invadían los Estados Pontificios y estaban
ad portas de la Alma Urbe Romana. El Papa Mastai exhorta a elevar
oraciones para que la amenaza fuese frenada (aunque la Divina
Providencia finalmente permitió que sucediese lo contrario).
Con
todo, esta Encíclica es de resaltar porque por medio de ella se aprobó
el uso de las denominadas “Preces Pío-Leoninas” que se rezan después de
las Misas Rezadas.
CARTA ENCÍCLICA “Qui Nuper” DE NUESTRO SANTÍSIMO SEÑOR PÍO IX, SOBRE LOS PROBLEMAS DE LOS ESTADOS PONTIFICIOS
A
nuestros Venerables Hermanos, los Patriarcas, Primados, Arzobispos,
Obispos, y demás Ordinarios en Paz y Comunión con la Sede Apostólica.
Venerables Hermanos, Salud y Bendición Apostólica.
1. Rebelión de nuestras provincias. - El remedio: la oración.
El
movimiento sedicioso que no ha mucho se inició en Italia contra los
legítimos Príncipes aun en las regiones limítrofes de los dominios
Pontificios, invadió también, como llamarada de un incendio, algunas de
Nuestras Provincias, las cuales movidas con aquel funesto ejemplo
impelidas con incitaciones exteriores, se sustrajeron de Nuestro
paternal gobierno y, procurándolo unos pocos, buscan también someterse a
aquel gobierno italiano que en estos años se mostró adverso a la
Iglesia, a sus legítimos derechos y sagrados administradores. Mientras
Nosotros reprobamos y Nos dolemos de los actos de esta rebelión, con los
que una parte solamente del pueblo en estas provincias, perturbadas tan
injustamente, corresponde a Nuestro paternal afecto y a Nuestros
cuidados, y mientras públicamente afirmamos ser necesario a esta Santa
Sede el Principado civil para poder ejercer sin ningún impedimento la
sagrada potestad en beneficio de la Religión, —el cual principado civil
se esfuerzan por cierto, los astutísimos enemigos de la Iglesia de
Cristo en arrancarle— enviamos a Vosotros, Venerables Hermanos, en medio
de esta confusión actual, la presente carta para buscar algún alivio a
Nuestro dolor.
Y
con esta ocasión os exhortamos también a que según vuestra conocida
piedad y celo hacia la Sede Apostólica y su libertad, procuréis hacer lo
que leemos que, en otro tiempo, ordenó Moisés a Aarón, supremo
Pontífice de los Hebreos “toma el incensario y sacando fuego del altar
ponle incienso encima y sal luego al pueblo para rogar por ellos, puesto
que se ha airado el Señor y recrudece el castigo” [Números 16, 46]. Del
mismo modo os rogamos que ofrezcáis vuestras preces como aquellos
santos hermanos, Moisés y Aarón, que postrados sobre su rostro dijeron:
“fortísimo Dios del espíritu de toda carne ¿acaso por el pecado de
algunos se ensañará tu ira contra todos?” [Números 16, 2].
2. Firmeza de Nuestros derechos.
Venerables
Hermanos, os enviamos la presente carta con la que percibimos no poco
alivio, como quiera que confiamos que vosotros responderéis plenamente a
Nuestros deseos y preocupaciones. Por lo demás, abiertamente declaramos
que, revestidos de la virtud de lo alto que enviará Dios a Nuestra
debilidad por las súplicas de los líeles, sufriremos cualquier
eventualidad y cualquier amargura antes de descuidar en modo alguno el
oficio apostólico o admitamos cualquier cosa contra la santidad del
juramento con que Nos ligamos cuando por voluntad de Dios y sin mérito
Nuestro subimos a esta Suprema Sede del Príncipe de los Apóstoles,
ciudadela y defensa de la fe católica.
Rogando
para que tengáis felicidad y buen suceso mientras cumplís vuestros
oficios pastorales, Venerables Hermanos, con todo afecto impartimos a
Vosotros y Vuestra Grey como signo de la bendición celestial la
Bendición Apostólica.
Dado en Roma, junto a San Pedro el día 18 de junio del año 1859, de Nuestro Pontificado, el año decimocuarto. PÍO IX.
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