San Pedro Parenzo, romano de origen e hijo de Juan Parenzo y su esposa Odolina, había sido designado en Febrero de 1198 por el Papa Inocencio III como podestá (alcalde) y legado de la ciudad de Orvieto, para combatir a los herejes cátaros y pacificar a la población, dividida entre güelfos (partidarios del Papa) y gibelinos (partidarios del Emperador).
En aquel tiempo, el obispado de Orvieto estaba en crisis pues a Rústico y su sucesor canónico Ricardo se oponía un antiobispo favorable al emperador Federico I Hohenstaufen, y el ayuntamiento y el Papado disputaban el castillo de Acquapendente.
A fin de pacificar la ciudad, nuestro Santo prohibió los juegos que se hacían en carnaval, porque estos se prestaban para reyertas y asesinatos. Para desafiarlo, la nobleza gibelina salió a las fiestas blandiendo sus armas y atacando a quien tuviese el infortunio de encotrarse con ellos en el camino. Pedro identificó a los líderes de la rebelión, y demolió sus palacios y torres.
Con el obispo Ricardo, nuestro Santo promulgó un Edicto de gracia, por el cual se estableció una fecha límite para que los herejes se reconciliaran con la Iglesia Católica. Quienes no concurrían, se exponían a fuertes sanciones (penas de prisión, exilio, destrucción de torres y palacios, multas y confiscación de bienes).
Pedro fue Roma a pasar la la Pascua (18 de Abril de 1199) y pedir instrucciones al Papa. Allí, el Papa le alentó a seguir implementando las medidas tomadas, y lo escuchó en confesión. Regresó a Orvieto el 1 de Mayo con gran aclamación del pueblo, pero tres semanas después, los herejes cátaros apoyados por los gibelinos y con la ayuda de un sirviente traidor llamado Radulfo, tomaron el palacio episcopal de Orvieto y lo sacaron hasta las afueras de la ciudad sobre un caballo.
Sus captores le propusieron que derogara las leyes contra ellos, que les devolviera el dinero que les cobró por las multas, renunciase al cargo y le concediese libertad religiosa a los cátaros. Pedro les respondió que él podía devolverles el dinero de su propio bolsillo, pero que no podía dejar de combatir la herejía. Enfurecidos, lo golpearon hasta la muerte con martillos el 20 de Mayo de 1199. Su cadáver fue encontrado por seis monjes en la mañana del día siguiente atado a un árbol, y fue conducido a la iglesia de San Andrés, donde fue sepultado. Posteriormente, haca 1297 sus reliquias fueron trasladadas a la nueva catedral de Orvieto. Los conspiradores, por su parte, huyeron a Viterbo.
Poco después de su muerte, peregrinos y devotos acudían a su tumba desde Arezzo, Florencia y Roma, y obtuvieron favores de Dios. Si bien la ciudad de Orvieto lo erigió su santo patrono, fue hasta el 16 de Marzo de 1879 que se consiguió que León XIII oficializara su culto y fiesta, fijada a 21 de Mayo.
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