Traducción del artículo publicado en INTROIBO AD ALTARE DEI.
EL CATECISMO HERÉTICO DE LA FALSA IGLESIA
La secta del Vaticano II es un catolicismo espurio, con una nueva doctrina, una nueva “misa”, unos nuevos “sacramentos”, un nuevo Rosario con “Misterios Illumináti”, y un nuevo Catecismo. La secta es lo contrario a la única Iglesia Verdadera. Si bien se ha escrito bastante sobre la “misa” y “sacramentos” del Nuevo Fraude, esta publicación se enfocará en el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica. El Catecismo fue promulgado por Wotyła (Juan Pablo el Gran Apóstata) el 11 de Octubre de 1992, trigésimo aniversario de la apertura del Concilio Robado. La “Constitución Apostólica” wojtyliana Fídei Depósitum, por la cual fue promulgado, tuvo esto para decir:
«El Catecismo de la Iglesiacatólica, que aprobé el día 25 del pasado mes de Junio y que hoy dispongo publicar en virtud de mi autoridad apostólica, es una exposición de la fe de la Iglesia y de la doctrina católica, comprobada o iluminada por la sagrada Escritura, la Tradición apostólica y el Magisterio de la Iglesia. Yo lo considero un instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial, y una regla segura para la enseñanza de la fe» (Ver www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/apost_constitutions/documents/hf_jp-ii_apc_19921011_fidei-depositum.html, parte IV; Énfasis mío).
¿El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) enseña la Fe Católica, y es una «una regla segura para la enseñanza de la fe»? Este artículo presentará la enseñanza de la Única Iglesia Verdadera y la del CIC, dejando que el lector decida si es realmente «una exposición de la fe de la Iglesia».
LAS FALSAS SECTAS Y LA SALVACIÓN
CIC, 819: «Además, “muchos elementos de santificación y de verdad” (Lumen Géntium 8) existen fuera de los límites visibles de la Iglesia católica: “la palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la caridad y otros dones interiores del Espíritu Santo y los elementos visibles” (Unitátis Redintegrátio 3; cf. Lumen Géntium 15). El Espíritu de Cristo se sirve de estas Iglesias y comunidades eclesiales como medios de salvación cuya fuerza viene de la plenitud de gracia y de verdad que Cristo ha confiado a la Iglesia católica. Todos estos bienes provienen de Cristo y conducen a Él (cf. Unitátis Redintegrátio 3) y de por sí impelen a “la unidad católica” (Lumen Géntium 8)» (Énfasis mío).
Papa León XIII:
«La Iglesia de Cristo es, pues, única y además, perpetua: quien se separa de ella, se aparta de la voluntad y de la orden de Jesucristo Nuestro Señor, deja el camino de salvación y corre a su pérdida. “Quien se separa de la Iglesia para unirse a una esposa adúltera, renuncia a las promesas hechas a la Iglesia. Quien abandone a la Iglesia de Cristo no logrará las recompensas de Cristo… Quien no guarda esta unidad, no guarda la ley de Dios, ni guarda la fe del Padre y del Hijo, ni guarda la vida ni la salud” [San Cipriano de Cartago, De la unidad de la Iglesia Católica, n.º 6]» (Encíclica Satis Cógnitum, pár. #5; Énfasis mío).
Papa Gregorio XVI:
«Otra causa que ha producido muchos de los males que afligen a la iglesia es el Indiferentismo, o sea, aquella perversa teoría extendida por doquier, merced a los engaños de los impíos, y que enseña que puede conseguirse la vida eterna en cualquier religión, con tal que haya rectitud y honradez en las costumbres. Fácilmente en materia tan clara como evidente, podéis extirpar de vuestra grey error tan execrable. Si dice el Apóstol que “hay un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo” (Efesios IV, 5), entiendan, por lo tanto, los que piensan que por todas partes se va al puerto de salvación, que, según la sentencia del Salvador “están ellos contra Cristo, pues no están con Cristo” (San Lucas XI, 23), y que los que no recolectan con Cristo, esparcen miserablemente, por lo cual “es indudable que perecerán eternamente los que no tengan fe católica y no la guardan íntegra y sin mancha” [Símbolo de San Atanasio]» (Encíclica Mirári Vos, pár. #13; Énfasis mío).
Papa Benedicto XV:
«La fe católica es de tal índole y naturaleza, que nada se le puede añadir ni quitar: o se profesa por entero o se rechaza por entero: “Esta es la fe católica; y quien no la creyere firme y fielmente no podrá salvarse” [Símbolo de San Atanasio]» (Encíclica Ad Beatíssimi Apostolórum príncipis, pár. #24; Énfasis mío).
¿QUIÉN PERTENECE A LA IGLESIA CATÓLICA?
CIC, 838: «“La Iglesia se siente unida por muchas razones con todos los que se honran con el nombre de cristianos a causa del bautismo, aunque no profesan la fe en su integridad o no conserven la unidad de la comunión bajo el sucesor de Pedro” (Lumen Géntium 15). “Los que creen en Cristo y han recibido ritualmente el bautismo están en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia católica” (Unitátis Redintegrátio 3)» (Énfasis mío).
Papa Pío XII:
«Pero entre los miembros de la Iglesia sólo se han de contar de hecho los que recibieron las aguas regeneradoras del bautismo, y, profesando la verdadera fe, no se hayan separado, miserablemente, ellos mismos, de la contextura del Cuerpo, ni hayan sido apartados de él por la legítima autoridad a causa de gravísimas culpas. “Porque todos nosotros –dice el Apóstol– somos bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo Cuerpo, ya seamos judíos, ya gentiles, ya esclavos, ya libres” (1.ª Corintios XII, 13). Así que, como en la verdadera congregación de los fieles existe un solo Cuerpo, un solo Espíritu, un solo Señor y un solo bautismo, así no puede haber sino una sola fe (cf. Efesios IV, 5), y, por lo tanto, quien rehusare oír a la Iglesia, según el mandato del Señor, ha de ser tenido por gentil y publicano (cf. San Mateo XVIII, 17). Por lo cual, los que están separados entre sí por la fe o por la autoridad no pueden vivir en este único Cuerpo, ni tampoco, por lo tanto, de este su único Espíritu» (Encíclica Mýstici Córporis Christi, pár. #22; Énfasis mío).
Papa León XIII:
«Penetrada plenamente de estos principios, y cuidadosa de su deber, la Iglesia nada ha deseado con tanto ardor ni procurado con tanto esfuerzo, como conservar del modo más perfecto la integridad de la fe. Por esto ha mirado como a rebeldes declarados y ha desterrado de su seno a todos los que no piensan como ella sobre cualquier punto de su doctrina. Los arrianos, los montanistas, los novacianos, los cuartodecimanos, los eutiquianos no abandonaron, seguramente, toda la doctrina católica, sino solamente tal o cual parte, y, sin embargo, ¿quién ignora que fueron declarados herejes y arrojados del seno de la Iglesia? Un juicio semejante ha condenado a todos los favorecedores de doctrinas erróneas que fueron apareciendo en las diferentes épocas de la historia. “Nada es más peligroso que esos heterodoxos que, conservando en lo demás la integridad de la doctrina, con una sola palabra, como gota de veneno, corrompen la pureza y sencillez de la fe que hemos recibido de la tradición dominical, después apostólica” [San Gregorio de Elvira, Tratado de la Fe ortodoxa contra los arrianos, cap. 1]» (Encíclica Satis Cógnitum, pár. #9; Énfasis mío).
¿LA IGLESIA ESTÁ “LESIONADA” Y CARECE DE UNIDAD POR LAS FALSAS SECTAS?
CIC, 817: «De hecho, “en esta una y única Iglesia de Dios, aparecieron ya desde los primeros tiempos algunas escisiones que el Apóstol reprueba severamente como condenables; y en siglos posteriores surgieron disensiones más amplias y comunidades no pequeñas se separaron de la comunión plena con la Iglesia católica y, a veces, no sin culpa de los hombres de ambas partes” (Unitátis Redintegrátio 3). Tales rupturas que lesionan la unidad del Cuerpo de Cristo (se distingue la herejía, la apostasía y el cisma [cf. Código Wojtyliano de Derecho Canónico, can. 751]) no se producen sin el pecado de los hombres (Énfasis mío).
Papa Pío XI:
«Y aquí se Nos ofrece ocasión de exponer y refutar una falsa opinión de la cual parece depender toda esta cuestión, y en la cual tiene su origen la múltiple acción y confabulación el de los católicos que trabajan, como hemos dicho, por la unión de las iglesias cristianas. Los autores de este proyecto no dejan de repetir casi infinitas veces las palabras de Cristo: “Sean todos una misma cosa. Habrá un solo rebaño y un solo pastor” (San Juan XVII, 21; XIX, 16), mas de tal manera las entienden, que, según ellos, sólo significan un deseo y una aspiración de Jesucristo, deseo que todavía no se ha realizado. Opinan, pues, que la unidad de fe y de gobierno, nota distintiva de la verdadera y única Iglesia de Cristo, no ha existido casi nunca hasta ahora, y ni siquiera hoy existe: podrá, ciertamente, desearse, y tal vez algún día se consiga, mediante la concordante impulsión de las voluntades; pero en entre tanto, habrá que considerarla sólo como un ideal. Añaden que la Iglesia, de suyo o por su propia naturaleza, está dividida en partes, esto es, se halla compuesta de varias comunidades distintas, separadas todavía unas de otras, y coincidentes en algunos puntos de doctrina, aunque discrepantes en lo demás, y cada una con los mismos derechos exactamente que las otras; y que la Iglesia sólo fue única y una, a lo sumo desde la edad apostólica hasta tiempos de los primeros Concilios Ecuménicos» (Encíclica Mortálium Ánimos, pár. #7; Énfasis mío).
Suprema y Sagrada Congregación del Santo Oficio, Instrucción “Ecclésia Cathólica” sobre el “Movimiento ecuménico”, 20 de Diciembre de 1949, # 2:
«Sin embargo, se evitará hablar sobre este aspecto [el retorno de los herejes/cismáticos a la Única Iglesia Verdadera] de tal manera que se imaginen que al volver a la Iglesia le aportan un elemento esencial que le faltaba. Hay que decir estas cosas con claridad y sin ambages, ante todo porque buscan la verdad, y también porque fuera de la verdad nunca podrá haber una unión verdadera» (Énfasis mío).
¿ES BUENA LA LIBERTAD RELIGIOSA?
CIC, 2106: «“En materia religiosa, ni se obligue a nadie a actuar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella, pública o privadamente, solo o asociado con otros, dentro de los debidos límites” (Dignitátis Humánæ 2; cf. Gáudium et Spes 26). Este derecho se funda en la naturaleza misma de la persona humana, cuya dignidad le hace adherirse libremente a la verdad divina, que trasciende el orden temporal. Por eso, “permanece aún en aquellos que no cumplen la obligación de buscar la verdad y adherirse a ella” (Dignitátis Humánæ 2)» (Énfasis mío).
Papa Pío IX, Documento Sýllabus Errórum:
- La proposición 77: «En esta nuestra edad no conviene ya que la Religión católica sea tenida como la única religión del Estado, con exclusión de otros cualesquiera cultos», CONDENADA (Alocución Nemo vestrum, 26 de Julio de 1855).
- La proposición 78: «De aquí que laudablemente se ha establecido por la ley en algunos países católicos, que a los extranjeros que vayan allí, les sea lícito tener público ejercicio del culto propio de cada uno», CONDENADA (Alocución Acerbíssimum, 27 de Septiembre de 1852).
- La proposición 79: «Es sin duda falso que la libertad civil de cualquiera culto, y lo mismo la amplia facultad concedida a todos de manifestar abiertamente y en público cualesquiera opiniones y pensamientos, conduzca a corromper más fácilmente las costumbres y los ánimos, y a propagar la peste del indiferentismo», CONDENADA (Alocución Núnquam fore, 15 de Diciembre de 1856).
¿CUÁLES SON LOS FINES PRIMARIO Y SECUNDARIO DEL MATRIMONIO?
CIC, 2201: «La comunidad conyugal está establecida sobre el consentimiento de los esposos. El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los esposos (primero) y a la procreación y educación de los hijos (segundo). El amor de los esposos (primero) y la generación de los hijos (segundo) establecen entre los miembros de una familia relaciones personales y responsabilidades primordiales» (Las palabras en paréntesis y el énfasis son míos).
Código Pío-Benedictino de Derecho Canónico, canon 1013, § 1:
«El fin primario del matrimonio es la procreación y educación de la prole; el [fin] secundario es el apoyo mutuo y un remedio para la concupiscencia» (Énfasis mío).
Papa Pío XI:
«El fin primario del matrimonio es la procreación y educación de la prole» (Encíclica Casti Conúbii, #17; Énfasis mío).
CONCLUSIÓN
Esta ha sido una pequeña muestra de lo que el CIC, «un instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial, y una regla segura para la enseñanza de la fe», tiene para decir sobre algunas materias, y lo que la Iglesia enseñó desde el 33 d.C. hasta 1958. Están en completa contradicción. Ambas no pueden ser verdaderas. Yo mantendré mis opiniones al mínimo, y os dejaré, mis queridos lectores, sacar vuestras propias conclusiones sobre la información de este artículo.
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