viernes, 29 de diciembre de 2023

NOVENA EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DE EGIPTO

Novena compuesta por Don Pedro José Delgadillo y Garnica, Capellán mayor de la ermita de Nuestra Señora de Egipto, y publicada en Santa Fe de Bogotá por la imprenta de Antonio Espinosa de los Monteros en 1789.
  
DEDICATORIA A LA SOBERANA EMPERATRIZ DE CIELO Y TIERRA MARÍA SANTÍSIMA, EN SU ADVOCACIÓN DEL DESTIERRO A EGIPTO, REFUGIO DE PECADORES Y AUXILIO DE LOS CRISTIANOS.
  
SEÑORA,
El pagar la deuda que por Justicia se debe no es acto del albedrío, sino forzosa naturaleza. Así lo decidió el Eclesiastés cuando para quitar a los manantiales la vanidad de que pasaran por plaza de fineza lo preciso les hizo recuerdo de su obligación y principio: Ad locum unde exéunt flúmina revertúntur [Los ríos regresan al lugar de donde salieron, Eclesiastés I, 7]. Esto, que en lo insensible es natural propensión, hallo que en esta ocasión lo habló Salomón conmigo, pues apenas reconocí que lo que disponía dar a la prensa era un recuerdo piadoso de las fatigas y sentimientos que tuviste en la penosa derrota de vuestro destierro a Egipto no le quedó a la voluntad ni arbitrio para buscar otro asilo a quien consagrar esta Novena por no incurrir en la nota de ingrato, ni la elección en Vos misma para el mérito de fineza, porque con amorosa violencia la pediste de Justicia. No ignoras, Divina Princesa, que es verdad la que establezco, y que tal vez errado el discurso quiso dar perfumes a humanos respetos; pero halló tan a la vista el desengaño, que desistiendo de sus intentos volvió la víctima a su propio Dueño.
  
Doy pues, Aurora del Mundo, el Oro al César, cuya es la imagen que en él está burilada, y os pido de gracia que no me neguéis vuestra Soberana Asistencia al tiempo que corte la segur de la muerte el estambre de mi vida, que así lo espero de vuestra Piedad.
 
SEÑORA,
A Vuestros pies postrado el más indigno Capellán y humilde Esclavo vuestro,
   
Pedro José Delgadillo y Garnica

ADVERTENCIAS PREVIAS
Que la Virgen nuestra Señora fuese huyendo a Egipto, no hay para qué referirlo, pues consta  de lo que dice el Evangelista San Mateo, que le dijo el Ángel a San José: Fuge in Ægýptum. Este divino decreto, y este cumplimiento pronto son titulados por muchos Místicos con el nombre de Destierro, que duró por siete años, como entre otros se pueden ver las obras de Sor María de Jesús de Ágreda en el Libro 4, parte 2, capítulo 22, 25, y 30; y las del Ven. Padre Fray Luis de Granada en el Memorial de la vida cristiana, parte segunda, tratado 5, cap. 5; y en la parte 3, tratado 6, cap. 12, y al fin del tomo, en el habla del Crucifijo que está en la entrada de la Iglesia compuesta en verso por Lactancio Firmiano, y en el Vita Christi, en el lugar de la Huida a Egipto, y las de Don Esteban Dolz del Castellar en el Año Virgíneo, primera parte, del día 11 de Enero, en que hace la consideración con San Buenaventura sobre este misterio del destierro a Egipto, y aunque ningún Católico que sabe los artículos de la Redención lo duda, parece necesaria esta manuducción a la Obra.
 
También se advierte que en común sentir de cuantos han tenido la dicha de ver a esta Milagrosa Efigie es tenida por la imagen más perfecta que ha llegado a burilar la humana escultura. Ello es cierto, que su presencia infunde Amor, Veneración y Respeto, aun en el que más descuidado vive de su eterna salvación, y su fama ha volado hasta la Romana Silla. Por esto Nuestro Santo Padre Inocencio XI de gloriosa memoria, motu proprio, y con cierta sabiduría expidió su Bula a 6 de Febrero de 1688 años, en que permite la creación de Hermandad bajo el título de la Bienaventurada Virgen de Egipto, y para su mayor aumento concede a los Hermanos y Hermanas tres Indulgencias plenarias. La primera el día en que se asientan de Hermanos, la segunda en cada año el día seis de Enero, que es el de su Festividad, y la tercera en artículo de muerte, si arrepentidos verdaderamente, confesados y comulgados, o si esto no pudieren, siquiera contritos invocaren devotamente con la boca, o si no pudieren, con el corazón el nombre de Jesús, a más de esto se conceden siete años y otras tantas cuarentenas a los mismos Hermanos y Hermanas, que arrepentidos verdaderamente, confesados y comulgados visitaren la Capilla y allí mismo oraren, como se acostumbra en las demás Concesiones. Ítem por cualquier obra cristiana y de caridad que hicieren, se les relajan y perdonan sesenta días de las penitencias que se les hubiere impuesto o de otra cualquiera manera debieren.
  
Nuestro Santísimo Padre Clemente XIII, por otra Bula expedida en Roma a 6 de Agosto de 1759 años concede Indulgencia plenaria por modo de Jubileo por el tiempo de quince años que comenzaron desde el 16 de Agosto de 1776 a los fieles de uno y otro sexo, que confesados y comulgados visitaren la Capilla en el día 6 de Enero desde las primeras Vísperas hasta el Ocaso del Sol del siguiente extendiendo esta Concesión a todas las festividades de Nuestra Señora, y en fin todos los Señores Arzobispos de esta Diócesis desde el Ilmo. Sr Dr. Don Antonio Claudio Álvarez de Quiñones, que fue benefactor insigne de esta Capilla han concedido muchas Indulgencias a todos los fieles que asisten a las funciones que se hacen en la Iglesia, por cada vez que asisten a ellas.
   
El fruto que se recibe en hacer esta Novena es conforme a la mayor o menor devoción que cada uno tuviere.
    
Se da principio el día de los Santos Inocentes, 28 de Diciembre, para que se la dé fin el día 5 de Enero, que es víspera de la festividad.
  
Para ganar estas indulgencias han de tener la Bula de la Santa Cruzada.
   
NOVENA DEVOTÍSIMA A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, MADRE DE DIOS Y SEÑORA NUESTRA EN SU DESTIERRO A EGIPTO
   

Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
ACTO DE CONTRICIÓN
Altísimo, Eterno y Omnipotente Dios y Señor, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y una sola Esencia, Sustancia o naturaleza, Inmenso, inconmutable e incomprehensible, y abismo inagotable de grandeza y misericordia. Yo el más vil gusanillo, postrado ante tu Divino acatamiento, confieso la multitud de culpas con que ingrato te he ofendido. Perdóname, Padre amorosísimo, pues tienes prometido de hacerlo en cualquier hora que el pecador se convierta. Bien sé que mis pecados no tienen Cuenta; pero tampoco la tiene el mar inmenso de tus piedades, que a cada paso ejercitas con tus creaturas. Suplícote, Señor Sumo y perfectísimo bien mío, el que no atiendas a mis iniquidades, pues yo las conozco, y están siempre contra mí, sino a las aflicciones, trabajos y congojas que padeció mi Señora la Virgen María con su dulcísimo Esposo mi Señor San José en el camino de Egipto, cuando por ordenación tuya le fue mandado que saliera de su tierra a peregrinar en la ajena, para que por estos méritos sea yo perdonado, y me concedas gracia para que con ella persevere en tu Santo servicio hasta el fin de mi vida. Amén.
     
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Soberana Reina de los Ángeles, Purísima y siempre Virgen María, Madre de Dios, Templo y Sagrario de la Trinidad Santísima: Gloria de los Santos y Justos: Amparo y consuelo de los afligidos: Refugio de los pecadores: Madre, Abogada y consuelo de los que vivimos desterrados en este valle de lágrimas y Egipto del Mundo entre tantas borrascas, tentaciones y peligros; por la purísima limpieza de Vuestro Virginal Cuerpo, gracia y Dones Divinos que adornan vuestra Alma:  por la vida que hiciste para Espejo de los Justos y Grandiosa dignidad de Madre de Dios, y aquella voluntad tan pronta, con que te sujetaste a la ordenación Divina cuando viste que tu Esposo mi Señor San José entraba en tu recámara y te daba unas nuevas de tanto sentimiento, como decirte que Herodes había de buscar aquella prenda tan amada de tu Corazón, Jesús Niño, para matarle, y que mandaba el Señor por el Ángel fuesen huyendo a Egipto: te suplico me ayudes con vuestra poderosa intercesión, para que mientras viva en este destierro y valle de lágrimas pueda resistir, con vuestro auxilio, y socorro, todos los asaltos del demonio, para que  libre de sus acechanzas, pueda anhelar a los bienes celestiales y eternos. Haz, Virgen Santísima de Egipto, que este valle y destierro logre yo Santidad en el Alma y pureza en el cuerpo, para que con cristiana sencillez ame y sirva a tu querido Hijo Jesús, y guarde con pronta Obediencia sus divinos preceptos hasta el fin. Alcánzame luz y gracia para vivir seguro en este destierro y Egipto del mundo, donde entre tantos lazos, peligros y tentaciones, solo con vuestro amparo y socorro podré salir libre de la culpa, y pues eres la Estrella Resplandeciente del mar, sed Señora, mi Norte para que sin tropezar en los escollos del pecado, llegue con seguridad a la patria Celestial y puerto seguro de la Gloria. Amén.
 
Siete Ave Marías en memoria de los siete años que duró este Destierro.
   
DÍA PRIMERO
Aunque no refiere el Evangelio cuándo avisó el Ángel al Gloriosísimo San José que huyese a Egipto con la Madre y el Niño, pero se tiene por verosímil que después de haber vuelto de Jerusalén ha la ciudad de Nazaret apareció el Ángel del Señor al Santo y le dijo: «Levántate y toma al Niño, y con su Madre huye a tierra de Egipto, y estarás allí hasta que yo te avise otra cosa, porque te hago saber que está por venir que Herodes busque al Niño para matarle», y con esto se cumplió la profecía de Oseas que dice: «De Egipto llamé a mi Hijo». Levanta la consideración, ¡oh Alma mía!, y ponla muy despacio en este Misterio, que en él hallarás grandísima materia de piadosos sentimientos y tiernas lágrimas que te muevan a compasión de ver cómo apenas había llegado la Sacratísima Virgen con su Dulcísimo Hijo Jesús y su Santo Esposo José a su ciudad de Nazaret, siendo muy bien recibidos en ella con gran gusto y alegría de los suyos, y comenzando a gozar de algún descanso y sosiego con su amada prenda Jesús, cuando le asalta un grandísimo pesar, penas y sentimiento de oír a su querido Esposo la triste nueva que le daba de que fuesen huyendo a Egipto desterrados de su Patria a tierras ajenas y no conocidas, entre gente idólatra por la persecución que Herodes había de levantar por quitar la vida al Divino Niño. ¡Cuál sería el dolor de la afligida Madre en tal conflicto! ¡Cómo traspasaría su piadoso y amante Corazón aquel cuchillo profetizado de Simeón de esta pena y sentimiento! Y más cuando resignada en la voluntad divina, llegó a la cuna del Niño, y le halló durmiendo. Cuál fuese la congoja de su Corazón de haberlo de despertar, no cabe en entendimiento humano. Mas recobrada un tanto la Soberana Señora, le despertó diciendo aquellas palabras de los Cantares: «Huye, amado mío, y sé como el cervatillo por los montes aromáticos. Ven, querido mío, vamos a vivir en las villas. Dulcísimo amor mío (añadiría la triste Madre), Cordero mansísimo, vuestro poder no se limita por el que tienen los reyes de la tierra, pero quieres con altísima Sabiduría ocultarle por el amor de los hombres». Estas y otras razones sentidas diría al Niño la afligidísima Madre, y tomando al divino Infante en sus tiernos brazos, lo arrimaría a sus purísimos pechos y, de este modo, acallando sus compasivas lágrimas y amorosos pucheros, salieron aquellos tres divinos caminantes a la media noche en el mayor silencio. Acompáñente, Señora mía, en tan dilatado y penoso viaje y destierro todos los espíritus angélicos, que yo deseo ir en seguimiento vuestro para tener la dicha de lograr tan amable y dulce compañía, y ver si os puedo servir de algún alivio en tantos trabajos y fatigas que has de padecer en tan dilatado camino.
  
Aquí se pide lo que se desea alcanzar.
  
ORACIÓN
¡Oh Madre Santísima! Escogida desde la eternidad para Señora de Cielo y tierra, y para Madre amorosísima del Hijo del eterno Padre, y para padecer, como padeciste en este destierro y Valle de lágrimas en compañía de tu Dulcísimo Jesús Nuestro Redentor. ¡Oh Madre Santísima! Humildemente os suplico por la Inefabilidadad de vuestro Nombre y grandeza de vuestro Poder, y por todos los trabajos y descomodidades que padeciste en esta peregrinación a Egipto con tu amada prenda Jesús Niño y tu Santísimo Esposo José, me alcances gracia para vencer mis pasiones: luz para saber despreciar las cosas temporales y terrenas, y un santo temor de Dios para huir del cruelísimo Herodes del pecado, acogiéndome a tu Patrocinio para que mientras viva en este destierro nunca pueda ofender a tu amado Hijo Jesús, sino que amándolo en todo y por todo con tu ayuda y socorro navegue por el mar abundantísimo de las virtudes hasta llegar al puerto felicísimo de la Gloria. Vuelve, Señora y Madre Santísima de Egipto, a nosotros esos tus ojos de misericordia, para que asistidos de vuestras piedades logremos en este destierro el remedio de nuestras necesidades, medio para mejor serviros y agradaros hasta veros en tu amabilísima compañía, la de Jesús vuestro Hijo, y la de vuestro Santo Esposo en la Bienaventuranza. Amén.
  
Antífona: Augusta Madre del Redentor, que siempre permaneces Puerta del Cielo, y estrella del mar, socorre a tu pueblo que cae y que anhela resucitar; tú que engendraste, con maravilla de la naturaleza, a tu santo Creador, Virgen antes y después, que de la boca de Gabriel acogiste aquel saludo, ten piedad de los pecadores.
   
℣. Después del parto, oh Virgen, permanecisteis inviolada.
. Madre de Dios, interceded por nosotros.
  
ORACIÓN
Oh Dios, que por la fecunda virginidad de la bienaventurada María, disteis al género humano los tesoros de la salvación eterna; concedednos, os rogamos, que experimentemos en favor nuestro la intercesión de Aquella por quien merecimos recibir al Autor de la vida, nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que con Vos vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

DÍA SEGUNDO
Por la señal…
Acto de contrición, Oración preparatoria y siete Ave Marías.
   
Oh Clementísima y Suavísima María, Señora nuestra y Madre de nuestro Amabilísimo Redentor Jesús con el cual, y con tu Santo Esposo quisiste padecer en el camino de Egipto tantas fatigas, necesidades y trabajos con tanta paciencia y resignación en la divina voluntad que nunca faltaste a la conformidad del que llevabas en tus amorosos brazos, sino antes vien vuelta al divino Niño viéndole llorar y tiritar de frío por la inclemencia del tiempo y discomodidades de la peregrinación, le dirías con amorosísimas y tiernas palabras nacidas de tu Amorosísimo Corazón: «Hijo y Señor mío, quién os llevara, no en los brazos, sino dentro de mi mismo pecho, y de él pudiera hacer blando lecho en que sin molestia ni fatiga fueras reclinado para que así caminaras libre de los rigores del frío; pero si siendo Todopoderoso para que los elementos no os lastimen ni molesten, quieres no usar de vuestro Divino Poder por padecer por el amor de los hombres: hágase en hora buena tu Santísima Voluntad, que yo me conformo con ella y quiero padecer, de muy buena gana todas estas descomodidades, que por darte gusto en todo se me harán muy suaves». Estas, y otras tiernas y afectuosísimas palabras diría la Santísima Virgen a su amado Hijo Jesús, y alentando también con otras de consuelo a su amado Esposo José proseguirían su camino. Yo te suplico, amorosísima Señora mía, por todos los trabajos que padeciste en este destierro y peregrinación a Egipto en compañía de tu dulcísimo Hijo Jesús y de tu Santo Esposo José, me alcances gracia para que en todas las aflicciones y necesidades que padeciere en este destierro y peregrinación del mundo siempre me resigne y conforme con su Santísima Voluntad, para que así le pueda agradar mientras viva en este valle de lágrimas, hasta ir a gozarle en compañía tuya y de tu amabilísimo Esposo José por una eternidad en la Gloria. Amén.
Aquí se pide lo que se desea alcanzar.
  
ORACIÓN
¡Oh Dulcísima Señora y Madre de nuestro amantísimo Redentor Jesús!, quién tuviera los labios de los Querubines y el encendido amor de los Serafines para poder devota y dignamente alabaros, y discretamente repetiros las gracias por tantos trabajos y descomodidades, como padeciste en este destierro y peregrinación en compañía de tu Santísimo Niño Jesús y de tu dignísimo Esposo mi Señor San José, yo convido, Señora mía, a todos los Espíritus angélicos y bienaventurados, para que os las den muy cumplidas, ya que por mi tibieza, rudeza e incapacidad, no puedo dároslas enteramente: y por ellos os suplico me alcances gracia de tu Santísimo Hijo Jesús para que siempre, y por siempre le ame y sirva de todo corazón, y también me concedas lo que en esta Novena te pido, si es para mayor honra suya y vuestra. Amén.
    
La Antífona y la Oración se rezarán todos los días.
   
DÍA TERCERO
Por la señal…
Acto de contrición, Oración preparatoria y siete Ave Marías.
   
¡Oh Sacratísima Virgen María de Egipto! Madre amorosísima de nuestro amabilísimo Jesús: ¡qué sentiría vuestro piadosísimo Corazón cuando entrando en aquella populosa ciudad viste tanto número de gentes tan ciegamente dados a la idolatría y adoración de los demonios!, que en sola la primera de aquella provincia llamada Heliópolis, en un templo que tenían daban culto a trescientos sesenta y cinco ídolos, como dice San Vicente Ferrer. ¡Ay, y cómo atravesaría Vuestro piadosísimo Corazón ver tanta gente engañada y miserablemente perdida! Y como vuelta con piadoso afecto de compasión a tu amabilísimo Niño Jesús, le suplicarías y amorosísimas palabras, les diese luz para que conociesen al verdadero Dios, le amasen y sirviesen a Él solo, pues a darla había venido al mundo, a los que estaban de asiento en las tinieblas y en la sombra de la eterna muerte, y dirigirlos y encaminarlos por el camino de la salvación, y cuánto gozo y alegría recibiría vuestro amante Corazón, cuando habiendo oído tu Santísimo Hijo vuestras peticiones y súplicas viste que con su Divino Poder hizo caer y despedazar todos los ídolos con gran confusión y admiración de los egipcios: por este gozo y alegría que en este punto recibiste de ver la gran fuerza de tu amabilísimo Hijo Jesús te suplico me alcances de Él mismo gracia para que yo pueda destruir todos los ídolos de mis vicios y pasiones, que impiden a mi corazón que solo Le ame como a mi único y solo bien, y a ti, Señora Mía, como a su tierna y amorosísima Madre. Amén.
  
Aquí se pide lo que se desea alcanzar.
  
ORACIÓN
¡Oh Amabilísima Señora, Virgen y Madre de Jesús! Una y mil veces te alaba mi corazón y ofrece mi alma inciensos de veneración por aquel grande afecto, amor y caridad con que rogaste y pediste a vuestro amorosísimo Niño les diese luz a aquellas gentes que moraban en Egipto llenas de tantos errores y oscuridades de idolatría y adoración a los demonios: por esta caridad y amor con que alcanzaste de tu Divino Niño que cayesen de sus nichos y se despedazasen todos los ídolos que ellos ciegamente adoraban, te pido y suplico, Señora mía, que no olvidándote de tu amor maternal, nos alcances de tu Santísimo Hijo Jesús luz y gracia para que entrando este mismo Señor Sacramentado en nuestros pechos, caigan de nuestros corazones todos los ídolos de los afectos y pasiones desordenadas, para que de esta suerte solo su Divina Majestad reine en ellos, los rija y gobierne según su voluntad hasta la muerte, y también que me concedas lo que en esta Novena solicito si ha de ser a mayor honra de tu amabilísimo Hijo Jesús, la de tu Esposo José y la vuestra. Amén.
    
La Antífona y la Oración se rezarán todos los días.
   
DÍA CUARTO
Por la señal…
Acto de contrición, Oración preparatoria y siete Ave Marías.
   
Oh Santísima, Amabilísima y siempre Virgen María, que después que hubiste llegado a tierra de Egipto, y tomado en ella en lo más retirado y pobre en compañía de tu amantísimo Niño Jesús y la de tu Santo Esposo José, comenzaron los dos a componer aquella humilde posada sin más alhaja que el pobre homenaje que llevaban, y como Madre de la Pureza le aseaste en el modo posible habitación de la infinita Majestad y Pureza Jesús Niño, y ofreciéndole tu Purísimo Corazón le dirías con amorosas y tiernas quejas, nacidas del finísimo amor que le tenías: «Hijo y Señor mío, ¿es posible que siendo el Señor absoluto de todo lo creado, quieras vivir y habitar en tanta pobreza y descomodidad? ¿Es posible que siendo el Señor de Cielos y tierra, quieras que a los ricos y poderosos del mundo sobren palacios, riquezas, grandezas y comodidades, y Vos os contestáis con lo más vil y despreciado? Pero porque sé, ¡oh Hijo mío!, que no viniste al mundo más que la pobreza, humildad y abatimiento por salvar al hombre, yo me conformo, Señor mío, con lo que Vos queréis; porque veo que esa es vuestra voluntad. Y así te ofrezco mi Corazón, mi Alma, y todo cuanto tengo y soy, para que te sirvas de ello a tu voluntad, que yo estoy pronta para cumplirla en todo». Estas o semejantes palabras diría la Santísima Señora a su Divino Niño Jesús, a que le acompañaría su Santísimo Esposo José con tierno y devotísimo afecto: Yo te suplico, amable Señora mía, me concedas que pueda libremente ofrecer a vuestro Santísimo Hijo mi corazón, alcanzándome de Él mismo gracia, para que con la contrición y lágrimas de mis culpas lo purifique y limpie de toda mancha y fealdad. Amén.
  
Aquí se pide lo que se desea alcanzar.
  
ORACIÓN
Oh Santísima y purísima Madre de Dios y Señora mía: yo ofrezco al Eterno Padre aquella tan conforme y resignada voluntad que tuviste en todos los trabajos y pobreza que padeciste en este destierro de Egipto en compañía de vuestro tierno Niño Jesús y de vuestro Santo Esposo José: y por ella os suplico me alcances gracia para que yo ame a Dios, y por su amor desprecie todas las riquezas y comodidades de esta vida y me abrace con la santa pobreza resignado siempre en la Divina voluntad por imitar al Señor y a Vos, purísima Reina; y también que me concedas lo que en esta Novena te pido, si ha de ser para mayor honra de tu amabilísimo Hijo Jesús, de tu Santísimo Esposo José, y vuestra. Amén.
    
La Antífona y la Oración se rezarán todos los días.
   
DÍA QUINTO
Por la señal…
Acto de contrición, Oración preparatoria y siete Ave Marías.
   
¡Oh piadosísima y siempre Virgen María, Madre Santísima de la eterna Sabiduría! Espejo purísimo de la pureza, Trono y templo del Amor divino, que después que hubiste hecho asiento en la ciudad de Egipto con todo vuestro tesoro y amparo Jesús Niño tierno, en compañía de vuestro amado Esposo mi Señor San José, viste que llegaban a preguntaros si sabías la causa de un tan inopinado suceso que había acontecido en aquella ciudad como haberse caído y hecho pedazos todos los ídolos; y Vos, Señora, como Madre de la caridad, hallando tan oportuna ocasión les comenzaste a dar noticia del Verdadero Dios, a quien habían de amar, adorar y temer, y les procuraste desengañar de la ceguedad y engaño en que vivían adorando a unos dioses insensibles y fingidos, fabricados de barro y de leños, hechos por sus propias manos. Por este amor y caridad con que desengañaste a aquellas gentes idólatras, ciegas y perdidas, ansiosamente te suplico, Señora mía, me alcances firmeza en la Fe, para que siempre la confiese, adore y ame hasta el fin de mi vida. Amén.
  
Aquí se pide lo que se desea alcanzar.
  
ORACIÓN
¡Oh María Santísima, Rosa hermosísima de Jericó, Torre de David, Zarza prodigiosa de Moisés, Lirio entre espinas, Puerta del Cielo, Lucero y albor de la mañana, Madre, Abogada y Protectora nuestra! Yo ofrezco, Señora mía, al Eterno Padre las amorosas ansias y fervorosos deseos que ardían en vuestro amante pecho de que todas aquellas gentes, que vivían ciegas de la idolatría, recibiesen luz y conocimiento del Verdadero Dios, al cual tenías en tus dichosos brazos. Y por el deseo, amor y caridad con que les procurabas su salud eterna, te suplico me alcances de tu Santísimo Hijo un grandísimo amor suyo y deseo de la salvación de las almas, para que a imitación tuya, ponga todos los medios que fueren posibles para que mis prójimos no se pierdan, y también que me concedas lo que en esta Novena te pido, si ha de ser para mayor honra de tu Santísimo Jesús, la de tu Santísimo Esposo José, y vuestra. Amén.
    
La Antífona y la Oración se rezarán todos los días.
   
DÍA SEXTO
Por la señal…
Acto de contrición, Oración preparatoria y siete Ave Marías.
   
Oh Madre Santísima, y Madre de un Dios niño: gozo de los Justos y alegría de los Santos: hermosura de los Cielos y especialísima Abogada de los pecadores en quienes vuestro maternal Amor se emplea tan singularmente que sin vuestro amparo y socorro no pueden hallar acogida en el Sagrado de la misericordia de Jesús. ¿Qué sentiría vuestro piadosísimo Corazón de ver tantos pecadores de aquella populosa ciudad del gran Cairo o Babilonia de Egipto tan ciegos, errados y perdidos en el abismo de sus miserias, vicios y pecados, sin buscar el remedio para salvarse?, y Vos, Soberana Señora, que eres la puerta por donde todos hallan lo que es menester para la salud de las almas, ¡cómo suplicarías a la única prenda de vuestro Corazón Jesús Niño que les alumbrase sus entendimientos con su divina luz, para que conociesen su grandísimo peligro y buscasen el antídoto, el cual habían de hallar por vuestro medio, procurando al mismo tiempo empeñaros en darles a entender el grandísimo peligro de su condenación, y convidándoles con el remedio el cual tenías en vuestras manos, que era aquel Divino Niño que por salvarlos se había vestido de su misma naturaleza! ¡Cómo les darías a entender que Él era el camino, la verdad y la vida, sin el cual no podían conseguir la Bienaventuranza! Por este amor y caridad con que solicitaste el remedio de aquellas gentes perdidas de Egipto, te suplico me alcances de la misericordia de tu divino Hijo Jesús, por la intercesión de mi gran Señor San José, a quien no le cupo menos parte del deseo de la salvación de aquellas almas, el perdón de mis pecados, para no ofenderle más. Amén.
  
Aquí se pide lo que se desea alcanzar.
  
ORACIÓN
¡Oh Virgen purísima y Señora nuestra! ¡Oh Reina de los Ángeles, Alegría de los Bienaventurados, Único amparo, asilo y consuelo de los pecadores! Por aquellas amorosas ansias que tenías de que aquellos ciudadanos de Egipto hallasen la salvación de sus almas en las entrañas misericordiosas de vuestro Niño Jesús, pues a ese fin había ido peregrinando a entrárseles por las puertas, a convidarlos con ella, te suplico que le ofrezcas los deseos y ansias que mi corazón tiene de servirle y amarle, para que recibiéndolos por vuestra intercesión y la de mi querido Padre y Señor San José me dé su gracia para ponerlos siempre en ejecución de buenas obras, y que en ellas persevere hasta el fin de mi vida, y también que me concedas lo que en esta Novena te pido, si ha de ser para mayor honra de tu Santísimo Hijo, la de tu Santo Esposo José y vuestra. Amén.
    
La Antífona y la Oración se rezarán todos los días.
   
DÍA SÉPTIMO
Por la señal…
Acto de contrición, Oración preparatoria y siete Ave Marías.
   
¡Oh liberalísima Reina y Señora nuestra! Princesa de la Gracia, Espejo de la Justicia, Asiento de la Sabiduría y Madre amabilísima de Jesús Niño, que para sustentar la vida del que a todos nos sustenta, trabajabas con la labor de tus manos, poniendo toda tu confianza en la divina misericordia de aquel Soberano Niño, que en vuestra compañía tenías. ¡Oh, y cuántas veces, Señora mía, para que creciese en Vos más el mérito y en tu Santísimo Esposo mi Señor San José, aun trabajando entrambos, no hallarían lo necesario para pasar la vida! Cosa que atravesaba tu piadosísimo Corazón por no tener con qué quitar el hambre de aquel Soberano Niño ni la de vuestro Esposo amante, quien también te acompañaba en esta pena y sentimiento. Por todos estos trabajos que en tierra de extraños, desterrada padeciste con tanta resignación y paciencia en compañía de tu dulcísimo Niño y de mi gran Señor San José, te suplico me alcances gracia para que yo me resigne y tenga conformidad en los trabajos y necesidades que me vinieren en este destierro y peregrinación, para que según mi posibilidad, sea imitador de Jesús y vuestro. Amén.
  
Aquí se pide lo que se desea alcanzar.
  
ORACIÓN
¡Oh Madre purísima y Señora nuestra! ¡Quién supiera daros gracias por todos los ejemplos que en tu inocentísima y Santísima vida nos diste de todas las virtudes que imitando a vuestro divino ejemplar y modelo Jesús Niño en compañía de tu dulcísimo Esposo mi gran Señor San José ejercitaste! Yo te ofrezco, Señora mía, los deseos que me asisten de imitaros. Y pues mi suma flaqueza y miseria no me ayudan a hacer lo que debo, te suplico humildemente me ayudes y socorras, ofreciendo a tu Santísimo Hijo todos mis deseos, palabras y obras unidas con las suyas y las vuestras, para que me conceda gracia y fortaleza para seguirle y seguirte en todas las virtudes en el modo que mi miseria pueda, hasta el fin de mi vida, y también me concedas lo que en esta Novena te pido, si es para honra y gloria de tu Santo Esposo José y vuestra. Amén.
    
La Antífona y la Oración se rezarán todos los días.
   
DÍA OCTAVO
Por la señal…
Acto de contrición, Oración preparatoria y siete Ave Marías.
   
¡Oh Misericordiosísima Madre de los pecadores, que no solo te empleabas en socorrer con dulcísimos consejos y saludables doctrinas a aquellas gentes idólatras de la ciudad de Egipto, sino que para tener más dilatado campo de ganar sus almas perdidas te empleabas en los oficios más humildes y abatidos de caridad, y cuidando de los enfermos en los hospitales en compañía de vuestro dulcísimo Niño Jesús y la de mi Señor San José vuestro amante Esposo, procurándoles servir de todo lo necesario y dándoles saludables consejos para que llevasen con resignación y paciencia sus dolencias y enfermedades, como quien también conocía cuánto les importaba para alcanzar la luz divina para conseguir por ese medio la salvación de sus almas! Por esta misericordia y caridad que con tanta humildad ejercitaste con aquellas gentes ciegas y engañadas, te suplico, Señora mía, me alcances gracia de vuestro divino Niño Jesús para que yo a imitación suya y vuestra ejercite la caridad con mis prójimos, sin desdeñarme de los ejercicios más humildes por socorrerles en sus necesidades, en sus dolencias y enfermedades, para que así merezca alcanzar su misericordia en el día de mi cuenta. Amén.
  
Aquí se pide lo que se desea alcanzar.
  
ORACIÓN
¡Oh Benignísima y muy amorosa Madre y Señora nuestra María Santísima! Yo te ofrezco, Señora mía, todas las obras de caridad que con mis prójimos ejercitare, así corporales como espirituales en toda mi vida unidas con las vuestras, las de vuestro Divino Niño Jesús y las de vuestro Amantísimo Esposo mi gran Señor San José, para que por vuestras manos las orezcas al Eterno Padre en satisfacción de mis culpas y pecados, y te suplico me alcances gracia para que siempre me ejercite en obras pías y caritativas con mis prójimos a ejemplo vuestro, no mirando en ellas más que la mayor honra de Dios nuestro Señor y vuestra, y también que me concedas lo que en esta Novena deseo y pido, si es para gloria suya y bien mío. Amén.
    
La Antífona y la Oración se rezarán todos los días.
   
DÍA NOVENO
Por la señal…
Acto de contrición, Oración preparatoria y siete Ave Marías.
   
¡Oh gloriosísima siempre Virgen María, Hija del Altísimo Padre, Madre del divino Hijo, y Esposa del Espíritu Santo!, que en todo el tiempo que estuviste en Egipto en la amabilísima compañía de vuestro divino Niño Jesús y la de vuestro dulcísimo Esposo mi Señor San José fuiste el consuelo de los afligidos, el remedio de los enfermos y la causa de la conversión de innumerables almas con tu ejemplo, con tus palabras y con tus obras, y con tu amable y dulcísimo trato y compañía, con que atraías a tu dulcísimo Hijo rendidos los corazones más duros y empedernidos de aquellos gentiles e idólatras. Yo te suplico, Señora mía, por este encendido afecto y deseo ardiente de la salvación de las almas, que mientras estuviste desterrada con vuestro dulcísimo Niño y vuestro amante Esposo tuviste, nos alcances del mismo Niño un excesivo deseo de la Salvación de las nuestras y de las de nuestros prójimos, y auxilios eficaces para que lo ejecutemos con santas obras. Y pues la llama que ardía en vuestro amoroso pecho por la salvación de las almas mientras viviste en este destierro y valle de lágrimas no se ha acabado ni disminuido por estar allá en la Gloria con vuestro dulcísimo Hijo Jesús, sino que antes está más ardiente y encendida, mirad con ojos de piedad y misericordia a estos pobres desterrados y afligidos en este mar de miserias, en este océano de peligros y tentaciones, en este Egipto del mundo: no nos dejes, Soberana Reina, desamparados, sino socórrenos con vuestro poder, intercesión y ayuda, para que amparados de vuestro amparo y socorro, lleguemos felices al deseado puerto del Cielo. Amén.
  
Aquí se pide lo que se desea alcanzar.
  
ORACIÓN
Altísimo Padre Eterno y Dios Todopoderoso, que por la Inmaculada Concepción de la Virgen María previniste digna habitación a tu Hijo el Verbo eterno, preservándola de todo pecado: Yo te ofrezco, Señor mío, todos los pensamientos, deseos, palabras y obras que mi Señora la Virgen María ejercitó todo el tiempo que estuvo en aquella ciudad de Egipto y en toda su Santísima Vida, unidos con los que hizo y obró Cristo Jesús vuestro Unigénito Hijo y Redentor nuestro, a los cuales uno mis pequeñas obras para que parezcan agradables en vuestra divina presencia, y por la intercesión poderosa de mi Señora la Virgen María y la de mi querido Padre y Patriarca mi Señor San José os suplico me las recibas en descuento de mis culpas y pecados, y me concedas gracia para que mientras viva en este valle de lágrimas y destierro de este Egipto, siempre me emplee en santos pensamientos, palabras y obras, para que así, ayudado de vuestra divina gracia y amparo de la amabilísima Madre de Jesús y nuestra, logre por vuestra gran misericordia el copiosísimo fruto que nos mereció con sus obras el mismo Cristo Jesús, y le vaya a gozar en vuestra compañía eternamente. Amén.
    
La Antífona y la Oración se rezarán todos los días.

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